Helena de Esparta
Dijo la diosa nacida entre espumas
–Concede a mi belleza la dorada
naranja en este juicio
entre olivos y cantos de cigarra.
Deposita en mis manos el premio
y yo te entregaré,
en una tarde de tormenta,
lejos de esta tierra quemada por el sol,
en un patio decorado en sedas
teñidas del múrice
y pebeteros en los rincones,
con finas maderas venidas del Levante;
te entregaré a la mortal más hermosa,
beldad que la hará inmortal
y a ti, eterno
en los cantos recitados por los siglos;
y en un campo de limoneros,
al atardecer,
cuando ya todos los ojos se cierren,
verás cómo caen sus ropajes
y, entre sus muslos tendrás
sabor a dulces frutos.
Así dijo Afrodita
y, en sus ojos, Paris vio
como destellos de una ciudad
que ardía en la noche.

























