EL LIBRO DE LOS MUERTOS

Los colosos de Memnon

La egipcia es un ejemplo evidente de la importancia que tuvieron los ríos en el nacimiento de las civilizaciones (recordemos, también, el territorio que recibe el nombre de Mesopotamia de Meso -medio- y potamos -río-, o el Indo, o el Yangtsé). Desde un punto de vista social y económico el estado egipcio se organizaba desde un sistema jerárquico cuya cúspide era el faraón; más allá los nobles, sacerdotes, escribas, el pueblo, agricultores, artesanos, comerciantes, esclavos. Así se mantuvo, y más allá también, hasta que Egipto pasó a ser dominado por el Imperio romano, en la época de Augusto (siglo I a.C.). En definitiva, nos encontramos con una sociedad tradicional, cuya religión se fundamenta en la existencia y el consiguiente culto a un panteón divino muy numeroso, en buena parte representación de las fuerzas de la Naturaleza, con abundantes dioses con formas de animales antropomorfos relacionados con el paisaje en el que se desarrolló esta civilización. En estas fuerzas de la Naturaleza se encuentra el nacimiento de la literatura como manifestación de una visión cultural del mundo y de la existencia (¿qué otra cosa que la repetición de la alternancia de la luz y la oscuridad de la noche es el ritmo versal?).

Una de las creencias centrales de la civilización egipcia es la aceptación de una existencia que se prolonga más allá de la vida terrena; esta implica el desarrollo de unos cultos entre los cuales tienen importancia básica los ritos funerarios, fundamentados en la necesidad de trazar un camino en el recorrido de ultratumba del alma, mediante la preparación de la vida del más allá en las construcciones funerarias como las pirámides, la técnica del embalsamamiento (las momias) y la redacción de una obra como es el Libro de los muertos (literatura compartida con otras culturas como la tibetana y su Bardo Thödol).

El Libro de los muertos es un texto del antiguo Egipto de carácter ritual funerario; la transcripción del título original es RW NW PRT M HRW, secuencia consonántica que puede traducirse como Libro de la salida al día o Libro de la emergencia de la luz (aquí en el sentido de emerger, salir). La utilización ritual de estas fórmulas o conjuros contenidos en él pueden situarse en torno al 1540 a.C. y se mantuvo incluso durante el periodo helenístico, posterior a la conquista del Imperio persa por Alejandro Magno (siglo IV a.C.). Esta obra presenta distintos tipos de modalidades textuales como son las oraciones de carácter religioso, las fórmulas mágicas para invocar a los dioses y los sortilegios.

Fragmento del Libro de los Muertos

El cometido fundamental de los sortilegios del Libro de los muertos es que sean pronunciados por el alma del fallecido para que este pueda superar el juicio de Osiris, viajar cruzando el Inframundo (Duat) y alcanzar el Paraíso (Aaru). Algunos de los textos que conforman esta obra religiosa -que en un principio no se sitúa en la categoría de lo literario- se encuentran copiados, pintados como jeroglíficos en las paredes encaladas de las pirámides y en los sarcófagos; algunos de ellos pueden fecharse alrededor del III milenio a.C. (datación que los hace mucho más antiguos). No existe una sola versión completa y reconocida como canónica, sino distintos papiros con ilustraciones y escritos en jeroglífico o en escritura hierática, que es una forma simplificada del anterior. Así pues, la finalidad de estos textos es guiar al difunto por el mundo del más allá. En ese territorio trascendente se presentará ante Osiris, entendido como Dios de la Muerte. Es así por su biografía mítica que le supuso morir y recuperar la vida, clara metáfora de la inmortalidad del alma. Osiris presidirá el pesaje del alma del fallecido (psicostasis), previo a la decisión de su destino más allá de la vida física.

Al llegar ante el tribunal, el alma debía pronunciar las oraciones dirigidas hacia cuarenta y dos divinidades que se encontraban allí presentes; se trataba de una defensa del que iba a ser juzgado para demostrar su inocencia. En una balanza, símbolo de la justicia que debe medirse desde la ecuanimidad, eran colocados en sus respectivas bandejas el corazón del fallecido y la pluma de una avestruz, que es la imagen de la diosa Maat, representación de la Justicia y la Verdad. No deja de ser interesante fijar nuestra atención en que aquí nos estamos refiriendo a una serie de aspectos relacionados con lo físico: la acción de pesar, una pluma y un corazón, asunto que nos lleva a tomar en consideración que la vida de ultratumba no es un asunto metafísico, sino que en él, el cuerpo también está presente, de ahí ese interés religioso por la técnica del embalsamamiento y por las ofrendas de riquezas y alimentos que acompañaban al cadáver en su postrera residencia (que no lo es tanto, sino más el umbral hacia otra existencia transcendente).

En la acción del pesaje podían darse dos resultados; si la balanza se mantenía en equilibro, se hacía evidente que el que allí presentaba su corazón había llevado una vida ejemplar y era conducido al Campo de los Juncos; otra representación de lo importante que era el Nilo y su ecosistema para la civilización egipcia; hermosa metáfora, por otra parte, de la inmortalidad que se asienta en la escritura, cuyo soporte material para la cultura egipcia era el trenzado de papiro (una variedad de junco). Sin embargo, si el corazón pesaba más que la pluma (contemplemos esta acción como una aporía, una paradoja de lo metafísico), entonces el fallecido era engullido por las bestia Ammyt. No hay una tercera opción, que el corazón pesase menos que la pluma, pues, al fin y al cabo, Maat, y la pluma, simbolizan la perfección moral, ética y de sabiduría, nivel que un ser humano puede alcanzar, el equilibrio de la balanza, pero no superar, pues se trata de un ideal.

Ammyt (Ammut o Ahemait) es la divinidad egipcia cuyo nombre significa Devoradora de Almas. Su cuerpo está formado por una parte de león, el pecho; otra de hipopótamo y la cabeza de cocodrilo. En las iluminaciones del juicio de Osiris, Ammyt está representada a los pies de la balanza. Cuando el juzgado resultaba condenado, Ammyt lo devoraba y así perdía su condición inmortal y su muerte era definitiva incluso para su alma.

El Libro de los Muertos egipcio

El formato material que soporta el Libro de los Muertos es el papiro, con ilustraciones más allá de la propia escritura jeroglífica. Respecto a estas últimas se hace necesario recordar la importancia que tiene la imagen en el adoctrinamiento religioso en una sociedad con un elevado índice de analfabetismo. Fragmentos del Libro de los Muertos, cuando no la obra completa, se copiaban o grababan en las paredes de un enterramiento, o eran trazados en los sarcófagos donde era depositada la momia.

Ya que estamos tratando del Libro de los Muertos, no estará de más que conozcamos algunos detalles, aunque mínimos, acerca del proceso de momificación. Se desarrollaba durante unos setenta días; implicaba un tratamiento en las vísceras, una envoltura del cuerpo en vendajes y el tratamiento mediante natrón, que recibía el nombre de sal divina (carbonato de sodio, en forma de sal blanca, traslúcida y cristalizable), betún, cera de abejas para sellar las aberturas del cuerpo, resinas y aromas en una base oleosa. Durante el Imperio medio (c. 2050-1750 a.C.), los órganos se dejaban dentro del cuerpo; en el Imperio nuevo (c. 1550-1070 a.C.), el cerebro se extraía por la nariz, el estómago, pulmones, hígado, riñones, intestinos y resto de órganos de la cavidad torácica eran guardados en los vasos canopes; sin embargo, el corazón se dejaba dentro, señal indiscutible de la importancia que la cultura egipcia daba a este.

(Primer texto del Libro de los Muertos, en traducción de Federico Lara Peinado)

“Este libro muestra el secreto de la Duat y el misterio religioso del Más Allá. Permite atravesar las montañas y abrir senda por los valles. Es un misterio que no debe, absolutamente, ser conocido.

[…] Este Libro es una cosa verdaderamente muy secreta; no debes permitir que las gentes de condición inferior lo conozcan en cualquier lugar donde estés y no permitas que lo conozcan los habladores ni ninguna otra persona, excepto tú y tu verdadero amigo íntimo”.

En este fragmento del Libro de los Muertos se presenta esta obra, cuyo cometido es mostrar el secreto de los dominios de la Muerte (el territorio ultraterreno llamado Duat) y el misterio que supone ese Más Allá; con una finalidad, que el alma del muerto pueda atravesar el pasaje descrito mediante elementos de un paisaje terrestre transformados en metáfora: sendas de valles y montañas, accidentes abruptos, lugares calmados, que bien podrían entenderse como una alegoría de la vida misma.

En un primer momento, se articula una admonición clara; y la palabra pronunciada cobra pleno sentido en este texto escrito con una evidente voluntad de oralidad. Todo aquello que aquí se diga es un misterio y como tal debe mantenerse oculto. Un misterio es un aspecto arcano de un sistema religioso que se transmite mediante un proceso iniciático en el que se informa y se da a conocer el secreto y sus claves. Más allá del sentido religioso o trascendental que pueda tener la palabra misterio, es necesario fijar la atención en el hecho de que el secreto, base de lo mistérico, es una forma de mantener el poder. ¿Quiénes son aquellos que disponen de tal poder? Puesto que nos encontramos ante un canal de comunicación escrita, el código empleado está en posesión exclusivamente de los escribas y, de un modo especial, de la casta privilegiada de los sacerdotes. Esta admonición está dejando muy claro que estos conocimientos no deben llegar a las gentes de condición inferior. Este es un rasgo característico de un sistema social organizado desde una jerarquía piramidal que ejerce un férreo control sobre las bases no privilegiadas en cuyo poder se encuentra, desde un punto de vista simbólico, incluso, la posibilidad de negar la posesión de un alma en aquellos que no están adscritos al grupo que se considera a sí mismo como superior. Tampoco debe ser transmitido a aquellos que no sean capaces de controlar su lengua; de hecho, hay que recordar que el silencio, en muchas culturas, es uno de los votos más importantes entre la casta sacerdotal y en las escuelas de misterios. Respecto a esta cuestión, el fragmento contiene una posible salvedad que no deja de ser sugerente: la verdad debe llegar sólo al que lea el texto (y que, por lo tanto, está capacitado y autorizado) y, como mucho, a su amigo íntimo. ¿Quién es este? No cabe considerarlo como un compañero, un hermano del grupo iniciado en los misterios, pues, al fin y al cabo, comparte unos mismos conocimientos. En este sentido es posible una interpretación, que, en realidad, supone mantener el secreto, pues se refiere al amigo más íntimo, tanto que es uno mismo; el diálogo desde lo más profundo que no exige ni la ruptura del silencio ni la pronunciación de lo arcano en un diálogo que puede escuchar el viento; ese es la propia alma que, en el sistema antroposófico egipcio, tiene su propia esencia inmortal (siempre y cuando no sea devorado por Ammyt).

(Segundo texto del Libro de los Muertos, en traducción de Federico Lara Peinado)

“-¡Dime mi nombre! -demanda la barca.
-<La pierna de Isis, la esposa de Osiris, que Re, el Dios Sol, cortó con un cuchillo para que le trajese la barca de la noche> es tu nombre.
-¡Dime mi nombre!- demanda el barquero.
-<El que reposa> es tu nombre.
[…]
-¡Dime mi nombre! -demanda el río-, si quieres navegar sobre mí.
-<Los que contemplan> es tu nombre.
[…]
-¡Salve, oh, vosotros, cuya naturaleza es perfecta, Señores de las cosas que vivís y sois eternos para siempre!”

Este texto es un sortilegio, una fórmula mágica que hay que utilizar para conseguir una barca que ayude a cruzar la frontera acuática más allá de la cual se encuentra el territorio de la inmortalidad. Este símbolo, de una evidente carga religiosa y posteriormente literaria, se encuentra presente en otras culturas; recordemos al respecto el río Leteo y al barquero Caronte.

En este fragmento se hace evidente la importancia de la oralidad, expresada en forma de diálogo caracterizado por la recurrencia. Este ritmo es uno de los rasgos de la fórmula mágica y de un sistema tradicional de enseñanza en el que la repetición de la palabra es un recurso didáctico fundamental.

El alma del muerto, después de haber pasado la prueba de la balanza, llega ante una barca, totalmente necesaria para cruzar una frontera acuática que marca el límite del mundo de los muertos. A partir de aquí, el alma del fallecido, su cuerpo doble, ha de mostrar una serie de conocimientos marcados en el mapa de ultratumba que es el Libro de los Muertos. Así se le plantean una serie de preguntas supuestamente sencillas acerca de la esencia del nombre de la barca, el barquero y el río. Estas interpelaciones misteriosas de las que depende la salvación ontológica también se encuentran en un mito clásico griego como es el de Edipo enfrentado a la Esfinge. El alma tiene que demostrar que conoce la respuesta a las cuestiones misteriosas para así alcanzar su objetivo, que es la salvación y la inmortalidad. Las respuestas, en apariencia sin sentido, van más allá de la lógica; corresponden, mejor, a lo paradójico, puesto que nos encontramos en la inefabilidad del territorio místico, en su sentido mistérico, de la transcendencia de ultratumba.

Osiris

¿Por qué la barca, el barquero y el río preguntan sus respectivos nombres? Básicamente porque el nombre es la esencia de la cosa, transmitida desde el secreto de un sistema alegórico conocido sólo por el iniciado en los misterios que transmite el Libro de los Muertos. Así, el alma responde con una serie de afirmaciones que, en realidad, muestran la posesión del conocimiento secreto.

La última intervención, por otra parte, ambiguamente atribuida -aunque se supone pronunciada por el alma- hace referencia a unos seres de naturaleza perfecta que viven eternamente. Tales palabras bien podrían ser interpretadas como un conjuro final que acaba concediendo el paso hacia la salvación.

¿Realmente nos encontramos ante textos literarios? En su origen, desde luego, no; pues trata de un asunto tan transcendental como es la vida eterna; la pervivencia del alma. En este sentido no hemos de olvidar que entre la materia que pertenece a los estudios literarios caben los textos religiosos como acercamiento, más allá de las creencias, a un mundo maravilloso y ficticio expresado mediante los recursos de la lírica y la épica.

Osiris

Para comprender la historia del dios Osiris hay que partir de la confluencia de este con otras divinidades. Plutarco (c. 46-120 d.C.) en sus Obras morales y de costumbres, en el tratado “Sobre Isis y Osiris” trata su genealogía. Según la cosmogonía egipcia, en el origen está Atum, el Dios Creador, origen de Shu (el Aliento Vital) que separa a Nut (la Diosa del Cielo) y Geb (el Dios de la Tierra). Ambos son hermanos y mantienen una relación que genera a Osiris (masculino), Seth (masculino) e Isis (principio femenino). Además, de Geb y Nut y de Shu también proceden Tot, relacionado con la luna, Dios de la sabiduría, la magia y la escritura; Ra, Dios del Sol, y su esposa Ma’at (la Verdad, la Justicia y el Equilibrio).

Osiris, en la mitología egipcia, es uno de los dioses centrales; es el responsable del desarrollo de la agricultura y de la religión. Como rey fue quien dirigió la civilización de Egipto en sus inicios. 

Seth, por envidia, asesina a su hermano Osiris y arroja su cadáver, metido en un sarcófago, al Nilo. Isis, que además de hermana es esposa de Osiris, recupera el sarcófago. Seth descuartiza el cadáver en catorce pedazos y los esparce por el país. Isis los recupera y los une y, después, de su esposo concibe a Horus, el cual vengaría la muerte de su padre.

En este mito de Osiris nos encontramos con cuatro dioses fundamentales del panteón egipcio: Osiris, Seth, Isis y Horus. Tres de ellos son hermanos; esta relación también está presente en los dioses de la mitología griega. De igual manera, esta animadversión entre hermanos que acaba en el fratricidio también la encontramos en otras narraciones como la veterotestamentaria de Caín y Abel; o la romana de Rómulo y Remo. La presencia de un hijo póstumo que vengará a su padre llega a convertirse en un motivo folclórico que, en caso de la literatura española tradicional medieval y romanceril, se encuentra reflejado en la historia de Mudarra, medio hermano de los Siete Infantes de Lara.

El descuartizamiento de Osiris, como divinidad del hecho religioso, es la dispersión de la Verdad Absoluta, del Uno de la Creación; para llegar a esa verdad primigenia se hace necesaria la indagación en las fuentes del saber, desperdigado como los trozos de su cuerpo. Según algunas versiones del mito del asesinato de Osiris, Isis, en el proceso de reunir las partes desmembradas fue ayudada por la magia de su hermana Neftis, divinidad del Hogar y, en ocasiones, representada como esposa de Seth y madre de Anubis, guardián de las tumbas, relacionado con la vida de ultratumba y patrón de los embalsamadores.

La presencia del Nilo está relacionada con el hecho de que Osiris, como divinidad de la agricultura, representa la capacidad del río Nilo para dar la vida, cuando se desborda en su crecida anual; así, el cuerpo del Dios entra a formar parte de la tierra, es el limo fértil. Por lo que respecta al sarcófago en el que Seth deposita el cadáver de su hermano Osiris, es la nave que conduce a la inmortalidad del más allá, vencedora de la muerte como proceso iniciático; así está representada en la mitología bíblica con la figura de Moisés, cuya relación con lo egipcio es evidente, y llegará hasta los libros de caballerías en el Doncel del Mar que acabará siendo Amadís de Gaula. El recuerdo de aquel suceso mítico, el sarcófago, que custodia los restos momificados, y la barca que habrá de ser utilizada por el alma según el itinerario marcado en el Libro de los Muertos.

Desde un punto de vista simbólico, es interesante tomar en consideración cuestiones como las que siguen. Seth es el Dios del Desierto, de la potencia de la tierra, entendida como una fuerza ctónica, opuesta a la fertilidad del agua, representada en el Nilo, que también es Osiris, en su feracidad y victoria ante la esterilidad de las arenas. Isis, que es una divinidad de lo celestial, dispone de otra fuerza de fecundidad que es la de la maternidad, como madre del propio Osiris en su renacimiento, y de Horus, representado como un halcón, solar y celestial a la vez, Dios de los guerreros por su ímpetu vengador.

Durante el primer milenio antes de nuestra era, Osiris llegó a ser considerado como un dios funerario y juez de las almas; aunque en un principio -y aquí están los motivos de la envidia de Seth-, estuvo asociado a las crecidas del Nilo y, como tal, para el pueblo se trata de un dios beneficioso, origen de la fertilidad de las riberas del Nilo.

Texto de Mircea Eliade acerca del Libro de los Muertos egipcio 

(Historia de las creencias y las ideas religiosas I. De la Edad de Piedra a los misterios de Eleusis. Paidós. Barcelona. 1999; p 155).

Uno de los capítulos más importantes del Libro de los Muertos, el 125, está consagrado al juicio del alma en la gran sala llamada de las <Dos Ma’at>.

El corazón del muerto es colocado en uno de los platillos de la balanza; en el otro hay una pluma o un ojo, símbolo de la Ma’at. Durante la operación, el muerto recita una plegaria, suplicando a su corazón que no testifique en su contra. Luego debe pronunciar una declaración de inocencia, impropiamente llamada <confesión negativa>.

NO HE COMETIDO INIQUIDAD CONTRA LOS HOMBRES…
NO HE BLASFEMADO CONTRA DIOS.
NO HE EXPOLIADO A UN POBRE…
NO HE MATADO…
NO HE CAUSADO DOLOR A NADIE.
NO HE DISMINUIDO LAS RENTAS DE ALIMENTOS DE LOS TEMPLOS…
SOY PURO. SOY PURO. SOY PURO. SOY PURO.
El muerto se dirige a los cuarenta y dos dioses que forman el tribunal
SALUD A VOSOTROS, DIOSES PRESENTES.
OS CONOZCO Y CONOZCO VUESTROS NOMBRES.
NO CAERÉ BAJO VUESTROS GOLPES.
NO DIRÉIS QUE SOY UN MALVADO A ESTE DIOS CUYO CORTEJO FORMÁIS…
VOSOTROS DIRÉIS QUE MA’AT ESTÁ CONMIGO,
EN PRESENCIA DEL SEÑOR UNIVERSAL,
PORQUE YO HE PRACTICADO MA’AT EN EGIPTO.
Y luego, pronuncia su propio elogio.
HE AGRADADO AL DIOS CON TODO LO QUE ÉL AMA.
HE DADO PAN AL HAMBRIENTO, AGUA AL SEDIENTO, VESTIDO AL DESNUDO, UNA BARCA AL QUE CARECÍA DE ELLA…
SALVADME, PUES, Y PROTEGEDME.
NO DEIS NINGÚN INFORME CONTRARIO A MÍ EN PRESENCIA DEL GRAN DIOS.
Finalmente se vuelve hacia Osiris
OH, DIOS QUE SE MANTIENE ELEVADO SOBRE SU SOPORTE… PROTÉGEME CONTRA ESTOS MENSAJEROS QUE SIEMBRAN EL DESCONTENTO Y SUSCITAN LOS ENOJOS…
PORQUE HE PRACTICADO MA’AT, POR RESPETO AL SEÑOR DE MA’AT.
¡SOY PURO!

El muerto es sometido luego a un interrogatorio de carácter iniciático. Ha de acreditar que conoce los nombres secretos de las distintas partes de la puerta y el umbral, del portero de la sala y de los dioses.

Representación de un faraón del Antiguo Egipto

Esta plegaria hace referencia a la moral general y también muestra el interés en dejar bien claro que se han respetado las obligaciones para con la jerarquía sacerdotal, que no podría sobrevivir sin el respeto, o el miedo, de los fieles, tanto en la cultura egipcia como en cualquier otra teocracia.

En estas palabras se considera el corazón como la representación, la esencia, del ser; por lo tanto, prima el sentimiento y no tanto el pensamiento que, además, ha perdido su asidero, que es el cerebro, extraído durante el proceso de embalsamamiento. Así pues, dado que el corazón es el único órgano interno que permanece en el cuerpo fallecido y juzgado, su verbalización es desde la verdad que habla desde el pecho, no desde la mirada racional de la existencia.

Como ocurre en muchos textos rituales, la repetición es una confirmación que pretende acompañar, o dar visos, a la verdad (recordemos la oración cristiana del Señor mío, Jesucristo, como manifestación verbal de la contrición en la liturgia). De ahí ese “Soy puro. Soy puro. Soy puro. Soy puro”.

Cuando, posteriormente, el muerto se dirige a los cuarenta y dos dioses que forman el tribunal, en sus palabras, adquiere cierta importancia, el conocimiento, la memorización, intelectual, pues es necesario citar los nombres divinos; aunque el yo no es el pensamiento de su cerebro (donde radica la capacidad de la memoria), sino el corazón, órgano de la sinceridad pura.

Así pues, el muerto tiene que demostrar, desde la moral y el intelecto, por un alma individual simbolizada en el corazón, que tanto ética como moralmente ha tenido un comportamiento respetuoso y que, por otra parte, conoce el mundo de los dioses, para cuyo fin, el Libro de los Muertos cobra una significación especial.

Después de una confesión desde el respeto a las interdicciones, el muerto pronuncia palabras de elogio, un panegírico, en defensa de sí mismo.

Osiris va a individualizarse entre los demás dioses, por eso, el fallecido se vuelve hacia él. Osiris está separado de los otros en una ubicación que muestra, a las claras, su supremacía. Desde estas jerarquías piramidales va a realizarse, con el paso de los siglos, la visión del mundo de lo absoluto en el monoteísmo.

Es posible que uno de los detalles que hacen especialmente hermoso este fragmento, acercándolo a la expresión lírica, más allá de lo ritual, es ese voluntarismo en la ratificación de un yo que individualiza al ser en el territorio trascendental del ultramundo, frente a otras visiones religiosas que disuelven toda personalidad espiritual en un magma de lo absoluto.

Ma’at

El muerto, después de su autodefensa, va a ser sometido a un interrogatorio iniciático, para el cual la formación contenida en el Libro de los Muertos es una fuente de conocimiento básico, pues las respuestas no pueden basarse ni en la experiencia personal, ni en las sugerencias del corazón y las creencias, sino en el aprendizaje de un código complejo que asienta sus bases en un simbolismo secreto, mediante el cual se tiene que acreditar que son conocidos los nombres secretos de distintos elementos presentes en el paisaje de ultratumba como la puerta, el umbral, el portero de la sala y los dioses, tal y como se ha leído en un texto anterior; por lo tanto, la fe no es suficiente.

La Ma’at es el fundamento del cosmos y de la vida que puede llegar a ser conocida por cada individuo; también es el principio de la Justicia y de la Verdad; un reflejo de lo Absoluto. El concepto de Ma’at (o Maat) en la cultura religiosa egipcia equivale al fundamento del cosmos y de la vida, la energía que representa la materialización de lo Absoluto. Como tal, como símbolo, implica la realización de lo transcendente en la vida y del principio de justicia, verdad y belleza, entendida como armonía cósmica. Maat podía ser presentada como una diosa hija de Ra, el dios solar, equivalente, por lo tanto, al principio de areté, o virtud como justicia, del mundo helénico. Maat es representada como una divinidad antropomorfa femenina, de pie o sentada; sobre su cabeza, sujeta vertical por una cinta, una pluma de avestruz, porta en sus manos el cetro uas (was), una vara recta en cuyo extremo figura la cabeza de un animal fabuloso, y el anj o llave de la vida, una cruz ansada o egipcia.

La supervivencia como BA y la supervivencia en la tumba son complementarias, texto de Alan Gardiner (1935) 

(En Historia de las creencias y de las ideas religiosas IV. Las religiones en sus textos. Mircea Eliade. Ediciones Cristiandad. Madrid. 1980)

“Tú entrarás y saldrás, mientras se alegrará tu corazón, con el favor del Señor de los Dioses, y en virtud de tu funeral propicio después de una venerable ancianidad, una vez llegado el momento, tomando tu lugar en el ataúd y reposando en tierra sobre la meseta de Occidente. Tú te volverás Ba viviente, que en verdad tendrá fuerza para obtener pan y agua y aire, y tomarás la forma de una garza o una golondrina, de un halcón o un avetoro, siempre que lo desees.

Cruzarás en la barca y no retornarás, navegarás sobre las aguas de la inundación, y tu vida se mantendrá joven. Tu Ba no se apartará de tu cuerpo y tu Ba llegará a ser divino junto con los muertos bienaventurados. Los Bas perfectos te hablarán, y tú serás su igual entre ellos al recibir lo que se ofrece en la tierra. Tendrás poder sobre el agua, respirarás el aire, y te hartarás con los deseos de tu corazón. Se te darán tus ojos para ver, y tus oídos para oír, tu boca hablará y tus pies caminarán. Se te moverán los brazos y tus hombros, tu carne estará firme, tus músculos estarán ágiles y tú exultarás en todos tus miembros. Examinarás tu cuerpo y lo hallarás completo y sano, y ninguna enfermedad se te apegará. Tu verdadero corazón estará contigo, sí, tendrás tu primer corazón. Subirás al cielo y penetrarás en el mundo inferior bajo todas las formas que quieras”.

Fresco del Antiguo Egipto

El Ba es el ser humano entendido como vivo y animado después de su muerto, una imagen del alma individualizada. ¿Cuáles son las capacidades del Ba? Entre ellas podemos ver reflejadas las características del alma individual humana, tal y como se refleja en la cultura religiosa egipcia. Ante todo hay que tomar en consideración que mantiene su individualidad. Puede moverse a voluntad, subir al cielo, permanecer en la tierra y penetrar en el mundo inferior, es decir, por los tres territorios de la realidad y del más allá. Se alimenta y respira. Puede presentar la forma de un ave. Manifiesta un poder especial sobre las aguas y, sobre todo, mantiene sus capacidades sensoriales.

Cuando consigue salvarse en el juicio presidido por Osiris, el señor de los dioses, su estado es de máxima alegría, pues recibe el favor de lo divino. De hecho, entra a formar parte del grupo de los bienaventurados, como un igual. Mantiene la forma perfecta de la eterna juventud, que es la que corresponde al alma en su plenitud de luz; en forma de carne firme, músculos ágiles y cuerpo completo y sano. De ahí, ese interés de la cultura egipcia por mantener el cuerpo físico momificado, como una garantía de lo carnalidad inmortal. 

Es interesante fijar nuestra atención en que para el Ba es posible cumplir los deseos del corazón; este órgano que se mantenía en el interior del cuerpo momificado, puede identificarse con la consciencia, la voluntad y el pensamiento que, para otras culturas, se radica en el cerebro. Tanto era así que la parte humana y física de la persona pesada en el juicio de la balanza era, precisamente, el corazón.

Avatar de Desconocido

About lamansiondelgaviero

Escritor y amante de la literatura. Obras publicadas en kindle: "Realismo mágico y soledad, la narrativa de Haruki Murakami", "Castillos entre niebla", "Amadís de Gaula, adaptación", "El tiempo en el rostro, un libro de poesía", Álvaro Mutis, poesía y aventura", "Edición y estudio de Visto y Soñado de Luis Valera" y mis últimas publicaciones "Tratado de la Reintegración. Martines de Pasqually. Traducción de Hugo de Roccanera", "El Tarot de los Iluminadores de la Edad Media. Traducción de Hugo de Roccanera", La gran conquista de ultramar, versión modernizada en cuatro volúmenes.
Esta entrada fue publicada en Comentario de texto y etiquetada , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario