El episodio de Altisidora
Una de las características que define a la Vanguardia, sobre todo desde el paradigma del Futurismo, es la capacidad para jugar con el tiempo. Recordemos, por ejemplo, Metrópolis (1927) de Fritz Lang (¿futurista? ¿expresionista?), en ella se realiza una incursión en el tiempo del porvenir, aunque se hace desde una mirada que es la de una estatua trazada desde la matemática clásica.
Ese mismo juego vanguardista con la temporalidad es el que quiero indagar para un fragmento de la obra Viviana y Merlín de Benjamín Jarnés. En concreto vamos a centrarnos en el capítulo titulado “Altisidora”, el futuro contemplado por dos personajes que tienen unas capacidades mánticas. Viviana es un hada y Merlín el mago profeta. Para ellos, el caballero de la Triste Figura es el futuro.
Para Benjamín Jarnés, la tradición clásica hispánica es importante a la hora de desarrollar su propio argumento literario; es por ello por lo que en Viviana y Merlín el mundo artúrico convive con el recuerdo de los epigramas de Marcial, con la presencia del Arcipreste que escribió un libro dedicado al amor, o de Rodrigo, modelo del ser huraño que marca lo español. Todas estas referencias puestas en la mirada de personajes míticos que contemplan tiempos pasados y comentan su actualidad desde una actitud moderna, muy moderna, son un juego; así, Viviana puede ser la Angélica de los poemas épicos renacentistas o la Carmen, altanera y seductora que sirvió para retratar el arquetipo exótico de la mujer española en el siglo XIX; carácter, el de Carmen, que, por otra parte, le va como anillo al dedo a Viviana, más la Carmen de Bizet que la de Mérimée. Uno de los capítulos finales de Viviana y Merlín es “Altisidora”. En este nombre vibran desde el primer momento los ecos cervantinos. Merlín ya ha caído bajo el hechizo de seducción de Viviana. En los roman del ciclo artúrico esto es considerado como una maldición. También en Viviana y Merlín este acontecimiento supone el principio del fin de la Mesa Redonda, sin embargo en la caída del mago está un renacimiento a la vida de los sentidos que siempre habían permanecido ajenos a este personaje calificado, en algún momento, como el cerebro del castillo de Tintagel. ¿Por qué Altisidora? ¿Quién es Altisidora? Aparece este personaje fingido en El Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, Capítulo XLIV a XLVIII. Don Quijote se encuentra en la casa de los Duques; Sancho ha partido a su gobernación en la Ínsula Barataria; la Duquesa y algunas de sus doncellas traman una burla contra el caballero; una de ellas se nombrará como Altisidora y fingirá que se ha enamorado perdidamente del huésped. Martín de Riquer en Aproximación al Quijote compara a esta moza con Placerdemivida del Tirante el Blanco, por su desenvoltura y su decisión. Altisidora, para captar la atención del caballero le recita un romance, en él se describe desde la burla:
“Niña soy, pulcela tierna;
mi edad de quince no pasa:
catorce tengo y tres meses,
te juro en Dios y en mi ánima.
No soy renca, ni soy coja,
ni tengo nada de manca;
los cabellos, como lirios,
que, en pie, por el suelo arrastran;
y aunque es mi boca aguileña
y la nariz algo chata,
ser mis dientes de topacios
mi belleza al cielo ensalza.Mi voz, ya ves, si me escuchas,
que a la que es más dulce iguala,
y soy de disposición
algo menos que mediana.
Estas y otras gracias mías
son despojos de tu aljaba;
desta casa soy doncella
y Altisidora me llaman”.
Desde luego nos encontramos con un retrato ambiguo que, para nada corresponde con la belleza de la que hace gala Viviana en distintos momentos del libro de Benjamín Jarnés. Comienza “Altisidora” cuando, al despertar, Merlín descubre que el hada encantadora no está a su lado en el lecho. Todos los habitantes del mundo artúrico han conocido la desaparición de Merlín y con ella se sabe, o se deduce –falsamente en el libro de Benjamín Jarnés-, la maldad del hada, convirtiendo al mago en una víctima de una de las muchas encarnaciones del mal, tan frecuentes en el mundo medieval. Merlín abandona el lecho y encuentra a Viviana, que está contemplando imágenes proyectadas en el agua clara. Allí ve “un hombre inmóvil” con una lanza en “el patio de un castillo”, así, al menos, es nombrado el lugar por Merlín, lo cual lleva a que nos planteemos si, Merlín no tendrá el mismo defecto de don Quijote cuando este mira la realidad y la transforma conforme a su imaginación, así se lo hace ver Viviana: “También tú te estás ofuscando. No es castillo, es una venta. Es un corral de una humilde hospedería del sur”. Desde el título del capítulo, “Altisidora”, se nos hace evidente el ambiente cervantino en el que nos encontramos. Así que no es una muestra de extrema sagacidad, aunque sí de aceptación del juego que propone Benjamín Jarnés, el hecho de que recordemos inmediatamente los momentos que preceden a la ceremonia de investidura caballeresca del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en la Primera Parte, Capítulo III de la obra de Cervantes; allí se cuenta cómo, después de que el Ventero diese algunos consejos a su apadrinado “se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba, y recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche”. Es curioso que algunas reconstrucciones del mito, que lo es, de don Quijote presten una atención tan especial al momento previo de la ceremonia de investidura que ha de transformar al ingenioso hidalgo en falso caballero (pues el rito se realiza desde la burla). En Benjamín Jarnés nos encontramos con un caso. El otro, El hombre de la Mancha, obra de la cual espero escribir otro día. La descripción de la vela de armas en Viviana y Merlín está dotada de una mirada poética vanguardista evidente en este fragmento “De pronto, en el corral, brota una lanza, un retoño en medio de la paz aldeana. Es un puntero enfilado hacia los dos, hacia la enorme pizarra donde cada guarismo es un orbe maravilloso. Porque allá adentro abre la noche sus abanicos de estrellas. Que giran en torno a un pozo, a un caballero esquelético, a un bacín. Y esta lanza es la perpendicular trazada desde un astro al plano monótono de la tierra. Eje estremecido de todo un orbe espiritual nuevo. Delgado puente tendido entre dos mundos. Tallo enjuto que arranca de una tierra esquilmada y se hunde en la sombra, vibrante por la savia que recorre el brazo de un loco. Trémulo pararrayos que hace besarse dos fluidos, el sublime patetismo que rezuman las nubes y la carcajada risueña de la razón que se ríe de sí misma”.
Viviana se ha propuesto que de esa imagen surja la fuerza que acabe con un mundo de caballeros petrificados y armaduras vacías en el que se ha transformado el universo artúrico; y lo dice con unas palabras tan modernas como las que sirven para describir la escena contemplada en el espejo de las aguas; “quiero –dice Viviana- provocar en la punta de esa lanza un ozono, una temperatura enrarecida que no pueden resistir todos nuestros guerreros petrificados. Yo arrancaré de esa punta de hierro chispas geniales”. Y concluye con esta aseveración tan concreta: “esta es la noche de tus tiempos, Merlín. La noche en que tus tiempos van a desvanecerse bajo la sal del genio”. ¿Qué, o mejor, quién es ese genio? Viviana, Cervantes, la capacidad de fabulador de un narrador encarnado ahora en el mismo Benjamín Jarnés. También Merlín fue el apócrifo profeta de unos textos impresos al final de El Baladro del sabio Merlín en los que auguraba la destrucción del mundo que él mismo había creado. Pero ahora, en Viviana y Merlín es ella quien tiene todo el protagonismo del arúspice. El hada Viviana sigue describiendo la escena desde la realidad, pues su capacidad de mirar no está tan trastornada como la de aquellos que conviven durante mucho tiempo con el mundo caballeresco, idealismo y locura a la vez. ¿Qué ve Viviana? Los ruidos de la venta, a los huéspedes, a los arrieros, a un mancebo, a las prostitutas que intentan sacarse algunos maravedíes; sonidos de catres mecidos por “cabriolas placenteras”. Y es muy interesante, todo son imágenes contempladas en un reflejo, sin embargo, la descripción se realiza fundamentalmente desde el sentido del oído como si de una mágica sinestesia se tratase. Don Quijote se abstrae en la contemplación de la profundidad de un pozo que en Cervantes sólo es mencionado y, sin embargo, en Jarnés adquiere un protagonismo especial, pues de la oscuridad del pozo que es el silencio creador ha de surgir la imagen profética. Don Quijote parece estar contando las estrellas reflejadas en lo hondo. Merlín se plantea si no estará buscando los incomprensibles mensajes que transmite la astrología; pero Viviana, nuevamente, lo saca de su error: “No. Es un loco. Sólo pretenderá lo que yo quiera, Merlín. Es Lanzarote, que sueña con la reina”. Qué más hubiese querido don Quijote que ser asimilado al espejo de caballeros, Lanzarote del Lago. Pero la escena continúa en su realidad, más allá de toda abstracción y así en la descripción de Viviana sabemos que al hidalgo se le acercan dos mozas, verdaderamente dos prostitutas; “vienen desgreñadas, húmedos los ojos, con restos de vino en el pecho, medio desnudas” –qué diferentes a los encantos eróticos que a lo largo de la novela ha ido brindando la misma Viviana; “quieren ofrecer al loco una virginidad ya muchas veces
revendida”, ¿cabe mayor crueldad que estas palabras? La burla de estas meretrices, más merecedoras del nombre de putas sin más, pues para reírse de don Quijote se acercan, es también, tal y como lo interpreta Viviana, un desprestigio para Merlín y todo lo que él representa. El caballero abandona su ensimismada contemplación de las estrellas en el pozo. Las mozas sienten una cierta precaución, pues don Quijote acaba de descalabrar a un arriero. Aunque sufra las burlas del mundo, Don Quijote no deja de ser la representación del espíritu caballeresco que perdura más allá de su tiempo y por ello la realidad que le rodea en su fealdad no contamina su capacidad de imaginar. Su pensamiento, mientras mira la profundidad del pozo, que es su abstracción, está en Viviana, en Merlín, en Arturo, en la Mesa Redonda, pues “el brocal abre un sendero hacia el país de los fecundos silencios” y en él espera contemplar una figura femenina, pues sin una dama que inspire al caballero es imposible su existencia ideal. Tal pensamiento le provoca un suspiro del cual se burlan las furcias. Don Quijote es, en las imágenes descritas por Viviana, una especie de muñeco, como un holograma o una imagen cinematográfica, igual a la que proyectó el hada desde una caja de cristal en la corte de Arturo. Aunque, en las palabras del hada hay un cierto reconocimiento de su valor: “Este loco es un signo de admiración, es una firme antena, es, además una columna de escarnio. Bosqueja el gesto soberano de la fuerza –capaz de mantener enhiesto un símbolo-. Va a ingresar en una Orden nueva de Caballería, donde él será el gran maestre y el caballero único”. Es la Orden de Caballería que nace con la creación de la primera novela, la capacidad de un imaginar capaz de transformar la más necia realidad en el más alto idealismo. La vela de armas va a llegar a su fin y se celebrará la ceremonia de investidura; al ver la burla que hay en todo ello, Merlín se enfurece, pues este es uno de los momentos más solemnes en la vida de un caballero y aquí va a ser transformado en una farsa. “Brota de los establos una tímida luciérnaga. Es el ventero, con un cabo de vela en una mano y un libro en la otra. Les hace señas a las mozas y al chicuelo… Acuden todos. El muchacho sostiene el cabo de la vela y el ventero busca una fórmula entre las cuentas del pienso: la oración ritual por la que un hidalgo español loco ha de convertirse en genial caballero del mundo. De aquel librote, lleno de raterías, va a salir la palabra mágica. De allí, de allí mejor que de ningún tieso antifonario. Quien toma bacines por yelmos, pencos por alazanes, meretrices por vírgenes y truhanes por caballeros, bien puede tomar el libro de la cebada por la Biblia. Muchos ideales menesteres la han sido confiados a este loco. La ceremonia –esa momia rígida, helada, que queda de las religiones cuando de ellas se ha exprimido la médula- es esta noche puesta en la picota”.
Y las fraudulentas cuentas del ventero se van transformando en la fórmula mágica que habrá de conducir al hidalgo loco hasta un mundo diferente. Mientras las meretrices se mofan; “Viviana y Merlín ¿no están contemplando, en plena noche de los tiempos, la transmutación de todos los valores? Todo se sumerge y se deshace en medio de una danza jovial. ¿Quién inventó el humorismo que nunca podrá ninguna Mesa Redonda comprender?”. Todo se desencaja en carnaval y hasta el mismo Merlín es convertido en un anciano esquelético.