TRATADO DE LA REINTEGRACIÓN MARTINES DE PASQUALLY
Tupz, al que las Escrituras llaman Amram, de la tribu de Levi y Maha, su mujer, llamada en las Escrituras Jocabed, también de la tribu de Levi, fueron elegidos, mientras permanecían esclavizados en la tierra de Egipto, para engendrar una descendencia de Dios que regeneraría la de Adán.
Tupz significa ‘lleno de bondad divina’ y posee el número senario, 6. Maha, o Marra, significa ‘fecundidad espiritual divina’ y tiene como número el 4.
Ambos tuvieron, ya a edad avanzada, su descendencia formada por dos hijos varones y una mujer, según este orden: primero fueron padres de Meriam, que significa ‘tierra virgen’. Esta hija fue sabia en conocimientos espirituales divinos e hizo sacrificio de su virginidad para oficiar el verdadero culto permitido y ordenado a su sexo. Después, Tupz fue padre de Aarón a los 79 años (7+9 igual a 16, igual a 7) y tuvo a su último hijo, Moisés, a los 82 años (8+2 igual a 10, igual a 1). Maha alumbró a Meriam a los 48 años (4+8 igual a 12, igual a 3); a Aarón a los 61 (6+1 igual a 7) y a Moisés a los 64 años (6+4 igual a 10, igual a 1). Tupz y Maha murieron poco tiempo antes de la salida de Moisés de la tierra de Egipto, sin que yo me vaya a ocupar en fijar la datación exacta de la muerte de ambos, ya que es un dato absolutamente inútil respecto a los hechos acerca de los cuales os quiero instruir.
Moisés llegó al mundo el día décimo cuarto de la luna de Nisan, o de Marzo. Fue colocado en una especie de cesto, como un arca, en la cual flotó durante algún tiempo en las aguas del Nilo. Esta palabra significa ‘principio de acción y de operación espiritual temporal’. La llegada de Moisés a la tierra de Egipto, en la cual vivían en confusión muy diferentes naciones que permanecían en la oscuridad, simboliza el advenimiento del Espíritu divino al Caos, donde Él prescribió todas las cosas allí contenidas, las leyes, las acciones y las órdenes espirituales que eran adecuadas para ellos.
Se ha dicho más arriba que las oscuridades no contenían la luz divina; del mismo modo, el caos de Egipto y sus habitantes de la oscuridad no comprendieron ni el nacimiento ni la llegada de Moisés entre ellos. Estos pueblos no tenían ningún conocimiento del verdadero culto. Todas sus acciones y todos sus cuidados se limitaban a satisfacer la codicia de sus sentidos materiales, atendiendo únicamente a sus instintos animales innatos en todo ser pasivo. Aunque los animales racionales están sujetos a las misma leyes que los irracionales por el instinto natural e innato a toda forma corporal, no se puede negar, sin embargo, que los animales racionales tiene, a este respecto, una ventaja sobre los irracionales; del mismo modo, tampoco se puede negar que sea un suplicio para ellos cuando se alejan de ellas.
Encontramos claras pruebas de todo ello entre los hombres que están sujetos a la vida temporal. Si algún suceso natural provoca en su forma alguna contra-acción que perturba sus leyes de orden, ellos se lamentan del fenómeno, quedan aterrorizados y, a causa de su ignorancia, se entregan a los cuidados y al instinto de uno de sus semejantes que, con mucha frecuencia, es tan ignorante como ellos y que, por lo tanto, se podría encontrar en mayores dificultades si se halla ante lo que ha afligido a los demás si le sucediese el mismo accidente. Esta conducta no es sorprendente en aquellos que en casos semejantes no recurren a su primer principio espiritual divino, único médico que cura infaliblemente.
Hablaré de ello más ampliamente cuando trate sobre los diferentes acontecimientos que sucedieron a Israel.
Moisés, mientras flotaba sobre las aguas es el verdadero símbolo del espíritu del Creador que flotaba sobre el fluido absoluto para ordenar el caos; es decir, es el auténtico modelo del principio de la Creación universal. No es necesario repetir lo que significa la ordenación del caos; pues ya sabéis que no es otra cosa más que las leyes de orden y de acción que fueron dadas a todas las cosas contenidas en la masa caótica.
Noé, que fue testigo de la manifestación de la justicia y de la gloria divinas ya había sido un símbolo del Creador universal.
Os hago notar, así, que todos los modelos que encarnó este patriarca, a su vez fueron repetidos por las operaciones espirituales realizadas por Moisés. Ambos flotaron sobre las aguas; Noé reconcilió a los mortales supervivientes con el Creador; Moisés reconcilió a la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob con la Divinidad. Noé regeneró el culto divino entre los hombres reconciliados; Moisés lo regeneró en la descendencia de Jacob. Noé condujo durante cuarenta años a los hombres a los que reconcilió con el Creador; Moisés dirigió al pueblo judío durante el mismo tiempo. Noé ofreció un sacrificio al creador en acción de gracias; Moisés también ofreció sacrificios con su pueblo reconciliado.
No terminaría si os quisiese detallar todos los modelos que repitió Moisés, tanto los de Noé como los de los patriarcas que fueron y serían.
Tratado de la Reintegración. Martines de Pasqually. Traducción de Hugo de Roccanera. Edición de Antonio Joaquín González. Kindle-Amazon