2002.
Proyecto de Hayao Miyazaki.
Basado en el cómic Baron, the cat baron de Aoi Hiiragi.
Guión Reiko Yoshida.
Música Yûji Nomi. Canción final interpretada por Ayano Tsuji.
Producción Tokima Shoten, Studio Ghibli, Nippon Television Network.
Productor Toshio Suzuki.
Dirección Hiroyuki Morita.
Sinopsis
Haru es una adolescente para la cual el mundo es un continuo problema. Suena el despertador pero siempre se queda dormida, tiene que salir de casa a la carrera mientras su madre toma un delicioso desayuno, llega tarde al instituto y se ríen de ella, el chico que le gusta tiene una novia muy guapa. Sin embargo, todo, aparentemente, está a punto de cambiar. Mientras va por la calle hablando con su amiga se encuentran con un gato que lleva un paquetito de regalo, está a punto de ser atropellado por un camión, pero Haru, arriesgando su vida, consigue salvarle. Esa noche, Haru recibe la visita del rey del país de los gatos, acompañado por todo su séquito cortesano. Al despertar a la mañana siguiente, todo parece haber sido un sueño, pero no es así. Su jardín está invadido de hierba de gatos, en su taquilla hay un montón de paquetes que contienen ratones, y por la tarde, cuando terminan las clases, recibe la visita del chambelán gato del rey, el cual le anuncia que va a ser conducida hasta el reino de los gatos donde contraerá matrimonio con el príncipe y, además, se transformará en gata.
Escucha entonces una hermosa voz femenina que le habla de una oficina de asuntos gatunos donde puede encontrar ayuda. Haru va en busca de ese auxilio y es conducida por un gato blanco muy gordo hasta una ciudad donde habitan las ideas con alma, aquello positivo que imaginan algunos humanos. Haru conoce a un gato muy elegante, con el estilo perfecto de un gentleman británico que, cortésmente, se ofrece para ayudarla. Esto no impide, sin embargo, que los gatos se lleven a su reino a Haru, la cual vivirá unas aventuras que cambiarán de una manera radical su vida.
Al comienzo de Haru escuchamos las siguientes palabras: “Si tienes un problema insólito que no sepas resolver puedes dirigirte a un lugar y allí…”. ¿Cuáles son esos problemas a los cuales se enfrenta una adolescente como Haru? Pues son los típicos que sufre cualquier muchacha de esa edad. Pero a estos se va a sumar uno que es insólito, que no sabe cómo resolver, pues Haru ha realizado una buena acción y el premio le resulta intolerable, porque la concepción del mundo que tienen los gatos es radicalmente distinta a la de los humanos.
El enfrentamiento a problemas que sobrepasan, en apariencia, las propias capacidades puede llevar a un autoconocimiento que nos haga crecer como personas. Desde esta afirmación se explica buena parte de esta historia que comienza con una música melancólica muy apropiada para el estado anímico de Haru.
En el proceso de crecimiento humano de Haru aparecen una serie de elementos que perfectamente podríamos calificar de iniciáticos. En este sentido podría resultar muy curioso comparar esta película con una novela como Kafka en la orilla de Haruki Murakami, en la cual también nos encontramos con un proceso iniciático relacionado, por otra parte, con los gatos. En esta novela hay un personaje que se puede comunicar con los gatos. El camino que Haru sigue hacia su autoconocimiento comienza en un recorrido por callejones y tejados que la llevarán al mundo donde habita Barón, el cual va a ser su caballero en el proceso de autoconocimiento. El protagonista de otra novela de Haruki Murakami, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, también hace un recorrido similar cuando, buscando a un gato, acabará encontrándose con su destino trascendental.
El proceso que ha comenzado Haru viene expresado en algunas frases pronunciadas por distintos personajes: “Al reino de los gatos van aquellos que son incapaces de vivir su propia vida”, “Debes vivir tu propia vida, aunque ayudes a los demás” o “No cedas, Haru, no dejes de ser tú misma”.
Barón, el gato, consigue perfectamente su labor de animal guía, pues Haru, cuando vuelva a su vida cotidiana será una persona totalmente distinta, para la cual el despertar a la mañana no supone un problema, sino que encara el amanecer con alegría y libertad: “La mezcla de la infusión la hago en el momento, así que no puedo asegurarte nada” le dice Haru a su madre, igual que Barón le dijo a ella. Ante esa consecución de la libertad y la liberación de la mirada problemática del mundo sólo cabe la alegría expresada, no sin cierta melancolía, en la canción final interpretada por Ayano Tsuji.
“En los últimos tiempos el anime ha conseguido erigirse como una forma de arte. Los festivales internacionales de cine poco a poco han abierto sus puertas a estos filmes animados, programándolos dentro de sus secciones oficiales, encontrándose de esta manera al mismo nivel que las películas convencionales. El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no Kamikakushi, 2001) se convirtió en la primera película, en este sentido, en ganar un gran premio como es el Oso de Oro del Festival de Berlín. Al mismo tiempo que se producía este proceso de normalización dentro de los certámenes, también los artistas japoneses eran situados dentro de un lugar preponderante dentro de los circuitos de arte contemporáneo occidentales. En el año 2000 se realizaba una exhibición itinerante por EE.UU. que llevaba el nombre de My Reality: Contemporanay Art and the Culture of Japanese Animation y que integraba en su seno trabajos de diferentes artistas procedentes de Japón.
La imbricación del anime con los dominios del fine art se puede atestiguar a partir del impacto provocado por el movimiento posmoderno conocido como Superflat, ideado por el artista Takashi Murakami como respuesta a la vacua homogeneidad del pensamiento, el consumismo y el fetichismo en el seno de la sociedad actual. Para ello se apropió de temas de la cultura popular, en especial de la animación y el desarrollo del fenómeno otaki adaptándolos al arte gráfico japonés”.
“Del trazo a la imagen. Interrelaciones entre manga, anime e imagen real” Beatriz Martínez, en Cine de animación japonés.