Apocalipsis en el subterráneo
El año 1995 marcó la historia contemporánea japonesa con dos acontecimientos terribles. Uno de ellos, el terremoto que asoló la provincia de Kantô, especialmente la ciudad de Kôbe. Desde este desastre natural surge un libro de cuentos de Haruki Murakami, Después del terremoto (2000).
El otro hecho nefasto sucedió el 20 de marzo. Tokio sufrió un ataque terrorista. Un grupo de fanáticos atentó en el Metro utilizando gas Sarín.
El gas Sarin es un veneno desarrollado por científicos alemanes en la década de 1930 fue utilizado en la guerra Iraq-Irán. Su apariencia, en estado líquido, es incolora, transparente e inodora. Afecta al sistema nervioso y produce la muerte por incapacidad para seguir respirando.
El atentado causó daños a 1100 ciudadanos, a cincuenta de ellos graves, y 13 muertos. La secta Aum Shinrikyo, en la que recayó la responsabilidad del hecho, ya había actuado el 27 de junio de 1994 en Matsumoto ocasionando 7 muertos y quinientos heridos.
El grupo religioso Aum Shinrikyo (Verdad Suprema) fue fundado por Shôkô Asahara en 1987 cuando, al regresar de un viaje a la India, afirmó que había conseguido la iluminación. Su megalomanía le llevó a considerarse una reencarnación del poder divino. En distintas publicaciones, que eran lectura obligada para los miembros de la secta, Shôkô Asahara mantiene unas teorías de carácter apocalíptico, mezcladas con diversos elementos de varias religiones. En sus palabras profetiza el fin del mundo.
Este sincretismo seudo filosófico y religioso está expresado en las palabras de uno de los personajes de la novela de Haruki Murakami 1q84, el líder la secta Vanguardia: “La mayoría de la gente no busca una verdad demostrable. Como bien dices, la verdad, en la mayor parte de los casos, conlleva un fuerte dolor. Y la mayoría de los seres humanos no desea una verdad dolorosa. Lo que la gente necesita es una historia hermosa y amena que les haga sentir que su existencia es, al menos, un poco relevante. Precisamente por eso existe la religión. Si la teoría A les muestra que su existencia tiene un significado, para ellos va a ser verdadera; si la teoría B les muestra que su existencia es débil e insignificante, será falsa. Está muy claro.”
Es posible que el ataque producido el 20 de marzo de 1995 fuese debido a un intento de acelerar la llegada del apocalipsis. Buena parte de los acólitos de Aum Shinrikyo eran universitarios, algunos de ellos con un buen estatus social y laboral. Shôkô Asahara sería condenado a muerte acusado de ser el responsable de los atentados.
Las consecuencias inmediatas de la agresión terrorista al metro de Tokio ya se han mencionado. A ellas hay que sumar una secuela de miedo en una sociedad que parecía alejada de este tipo de terror.
De la misma manera que, afectado por el desastre de Kôbe, Haruki Murakami escribió Después del terremoto, el asunto del atentado con gas Sarin le llevará a preparar otra obra. Entre 1996 y 1997, entrevista a algunos ciudadanos que vivieron la traumática situación y también a algunos miembros de la secta. De tales conversaciones resultarían dos libros. El primero de ellos Andâguraundo (1997) y el segundo Yakusoku sareta bashô de. Andâguraundo 2 (1998). Ambos fueron traducidos al inglés en el año 2000 por Alfred Birnbaum y Philip Gabriel.
Tanto la historia no oficial de los acontecimientos desde las palabras de algunas de las víctimas, como las de los miembros de la secta Aum Shinrikyo obtuvieron gran éxito entre el público japonés. Más allá de esto, Underground es la expresión de unos acontecimientos que marcan un giro en la interpretación del mundo en la sociedad japonesa, así como el surgimiento de algunos elementos que podremos encontrar en la narrativa posterior de Haruki Murakami, especialmente en su novela 1q84, un claro ejemplo de cómo lo maravilloso se imbrica perfectamente con la realidad, amalgama de nuevas religiones del siglo XX en Japón, el miedo a la amenaza terrorista junto a otros rasgos más característicos que definen, en general, la narrativa de Haruki Murakami como son la soledad y la insensibilidad como protección ante un mundo hostil.
Fukaeri, una de las protagonistas de 1q84, la adolescente que escribe La crisálida de aire, es la encargada de llevar hasta el mundo de la ficción de Haruki Murakami la cuestión de las sectas que atentan contra la realidad aparentemente tranquila en la que vive la sociedad japonesa.
Uno de los testimonios que más nos acercan a cómo las entrevistas realizadas por el autor marcaron, de algún modo, su ficción está en la entrevista a Harumi Iwakura, perteneciente a la segunda parte de Underground, es decir, aquella en la que hablan miembros de la secta. Es el capítulo titulado “Asahara quiso forzarme a mantener relaciones sexuales con él”. El retrato que de la secta se entreve en sus palabras corresponde plenamente con el ambiente del grupo Vanguardia de 1q84. Por otra parte, leamos la descripción que de su líder se hace en esa misma novela:
“El hombre tenía el pelo largo. El cabello, liso y abundante, le colgaba casi hasta los hombros. En medio se mezclaban bastantes canas. Tendría probablemente entre cuarenta y cinco y cincuenta y cinco años. La nariz, grande, ocupaba una gran parte de su rostro. Era una nariz perfilada y magníficamente recta. Le recordó las montañas de los Alpes que aparecen en las fotografías de los calendarios, de pie y cargadas de dignidad. Cuando se le miraba a la cara, lo primero en lo que se fijaba uno era en la nariz. En cambio, tenía los ojos hundidos. Resultaba difícil comprobar qué demonios miraban aquellas pupilas desde aquel fondo. Todo su rostro era ancho y grueso, en conjunto con el resto de su fisonomía”.
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