Lord Alfred Tennyson
(1809-1892)
Lord Alfred Tennyson fue uno de los poetas más reconocidos de la época Victoriana. Entre sus composiciones hay que destacar aquellas que recrean los mitos artúricos, especialmente Idylls of the King (1859). Después de su muerte fue considerado como un ejemplo de lo más patético que tenía la poesía inglesa durante esta era (sentimentalismo y ornamentalidad tan exagerada como vacua); sin embargo, puede ser visto como uno de los máximos representantes de la época que le toco vivir. En este sentido hay que leer “La carga de la Brigada Ligera”, basada en un episodio que corresponde perfectamente al espíritu del imperialismo de su tiempo. El poema es un ejemplo de heroificación épica que, a la vez, deja caer un cierto tono irónico en esa velada voz de sospecha hacia ciertas responsabilidades.
La poesía de Alfred Tennyson se desarrolla durante la época del Realismo, sin embargo, su voz no es un eco del utilitarismo característico de la Revolución Industrial. Bien podríamos acercarlo a unas posturas similares, adelantándose en su tiempo, a lo que a finales del siglo XIX sería el Modernismo de las letras hispanas.
Su voz no surge del vacío poético de una época tan positivista como es la victoriana. El dolor por la muerte del que fuera su mejor amigo y el miedo a perder el contacto con la realidad en la demencia (tres hermanos suyos la padecieron), le llevaron a sumirse en una disciplina de silencio poético, lecturas y meditación durante diez años, hasta 1842. A partir de ese momento, la recuperación de la palabra le llevaría a ser nombrado poeta laureado del Imperio; como tal escribió “La carga de la Brigada Ligera”.
El poema “The Charge of the Light Brigade” fue publicado el 9 de diciembre de 1854. Es un canto al heroísmo, también una crítica contra quien dio una orden que condujo a tantos a la muerte.
Los acontecimientos en los que se basa esta composición sucedieron durante la Guerra de Crimea, el 25 de octubre de 1854, así pues casi son inmediatos poesía y desastre. Al parecer, Alfred Tennyson la escribió a raíz de conocer los hechos.
Por las órdenes de Lord Raglan, Lord Cardigan dirigió unos 600 hombres (673 ó 661) de cinco Regimientos (Dragones Ligeros, Lanceros y Húsares) contra veinte batallones de infantería apoyados por unas cincuenta piezas de artillería.
Lord Cardigan explicó en los siguientes términos lo sucedido:
«Avanzamos por una pendiente gradual de más de un kilómetro, las baterías vomitaban sobre nosotros obuses y metralla, con una batería a nuestra izquierda y una a nuestra derecha, y el espacio intermedio erizado de fusiles rusos; así cuando llegamos a 50 metros de la boca de los cañones que habían arrojado la destrucción sobre nosotros, estábamos, de hecho, rodeados por un muro de fuego, además del de los fusiles en nuestro flanco.
Mientras ascendíamos la colina, el fuego oblicuo de la artillería caía sobre nuestra retaguardia, de tal modo que recibíamos un nutrido fuego sobre la vanguardia, los flancos y la retaguardia. Entramos en el espacio de la batería, la atravesamos, los dos regimientos en cabeza, hiriendo un gran número de artilleros rusos al pasar. En los dos regimientos que tuve el honor de dirigir, cada oficial, con una única excepción, fue o bien herido, o muerto, o vio al caballo que montaba muerto o herido. Estos regimientos pasaron, seguidos por la segunda línea, formada por dos regimientos suplementarios, que siguieron con su deber de herir a los artilleros rusos.
Después vino la tercera línea, formada por otro Regimiento, que completó la labor asignada a nuestra Brigada. Creo que ello se hizo con verdadero éxito, y el resultado fue que ese cuerpo, formado por tan sólo 670 hombres aproximadamente, logró atravesar la masa de la caballería rusa que —como hemos sabido posteriormente— disponía de 5.240 hombres; y habiendo atravesado esta masa, dan la vuelta, como dice nuestra expresión técnica militar, «al fondo de todo», y se retiraron de la mismo modo, provocando tantos daños como era posible en la infantería enemiga. De regreso a la colina de la que había partido el ataque, tuvimos que sufrir la misma mano de hierro y padecer el mismo riesgo de disparos de los tiradores en nuestro flanco que a la ida. Muchos de nuestros hombres fueron alcanzados, hombres y cabalgaduras resultaron muertos, y muchos de los hombres cuyas monturas murieron fueron masacrados cuando intentaban escapar.
Pero, mylord, ¿cuál fue el sentimiento de estos valientes que regresaron a su posición, de cada regimiento no retornó sino un pequeño destacamento, dos tercios de los efectivos implicados en la acción se habían perdido?
Creo que cada hombre que participó en este desastroso asunto de Balaklava, y que tuvo la bastante suerte como para seguir con vida, debe notar que fue solamente por un decreto de la Divina Providencia que escapó a la muerte más cierta que era posible concebir».
Marcado por el espíritu heroico tanto de este poema como de la narrativa de Rudyard Kipling, Michael Curtiz realizó una película, protagonizada por Errol Flynn y Olivia de Havilland, según los cánones del Star System, en 1936. El tema inspiró otro filme en 1968, este con una mayor fidelidad a los hechos para dar una visión más realista y menos épica, se trata de La última carga, dirigida por Tony Richardson.
La carga de la Brigada Ligera
Media legua, media legua media legua por delante; todos, por el Valle de la Muerte, cabalgaron los seiscientos. “Adelante, Brigada Ligera”. “Cargad contra los cañones”, decía. En el Valle de la Muerte, cabalgaron los seiscientos. “¡A la carga, Brigada Ligera!” ¿Han abandonado a alguien sus fuerzas? No, por más que el soldado supiera del desatino de alguno, ninguno replica, ninguno manifiesta sus razones; no están allí sino para morir. En el Valle de la Muerte, cabalgan los seiscientos. Cañones a su derecha a su izquierda, al frente. Truenos y descargas. Una tormenta de disparos y hierro; audaces cabalgaron hacia las fauces de la muerte; hacia la boca del infierno, cabalgaban los seiscientos. Brillaron desnudos todos los sables. Destellaron al ser blandidos en el aire para hendirse en los artilleros. Cargaron como un ejército, para asombro del mundo. Se perdieron en el humo de la batería, hacia una línea que rompieron. Cosacos y rusos tambaleándose por los golpes de sable retrocedieron dispersándose. Entonces cabalgaron de regreso, pero no, no iban los seiscientos. Cañones a su derecha, cañones a su izquierda, cañones a su espalda. Truenos y fuego; una tormenta de estallidos y hierro. Mientras, caballos y héroes se desplomaban, después de haber luchado con encono. Regresaron de las fauces de la muerte. Llegaron de las bocas del infierno. Lo que quedó de ellos, algunos de los seiscientos. ¿Cuándo podrá marchitarse tal gloria? ¡Qué carga tan salvaje realizaron! Se maravilló el mundo entero. Honor para la Brigada Ligera. Fama para la carga de los nobles seiscientos.