Comentario para Enseñanza Secundaria, desde los conceptos básicos de técnica narrativa
Texto. (Versión de Antonio Joaquín González)
SOBRE LO QUE LE SUCEDIÓ A UN HOMBRE QUE CAZABA PERDICES
Hablaba un día el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo:
-Patronio, algunos hombres poderosos y otros que no lo son tanto, en ciertas ocasiones me ocasionan perjuicios en mis posesiones y a mis vasallos; sin embargo, cuando me encuentro con ellos, me quieren dar a entender que les causa gran pesar el daño que me han infligido, que lo tuvieron que hacer porque no les quedaba otra opción. Yo querría saber qué hacer en un caso como este, por eso recurro a tu consejo.
-Señor conde Lucanor -respondió Patronio-, esto que me dices y sobre lo que me demandas consejo, se parece mucho a lo que le sucedió a un hombre que cazaba perdices.
El conde le rogó que le contase cómo era eso.
-Señor conde -dijo Patronio-, un hombre preparó sus redes para cazar perdices. Cuando las aves cayeron atrapadas, el hombre se acercó; tal y como las cogía, las mataba y las sacaba de la malla. En ese momento, el viento le daba en los ojos tan recio que le hacía lagrimear. Entonces, una de las perdices que estaba viva todavía, aunque atrapada, comenzó a decir a las otras: “¡Ved, amigas, lo que hace este hombre! Aunque nos mata, siente gran duelo por nosotras, por eso está llorando”. Había allí otra perdiz que no había caído en la trampa, por su gran sabiduría, y le respondió así: “Amiga, mucho agradezco a Dios que me salvó; y le ruego que quiera guardar tanto a mis compañeras como a mí de aquellos que desean causarnos mal, aunque muestren pesar por nuestro daño”. Por eso, señor conde Lucanor, guárdate del que te cause mal y dé a entender que le produce dolor hacerlo. Pero si alguien te provoca malestar, no tanto que llegue a daño o deshonra, si la persona es alguien que en alguna ocasión te haya ayudado, y si su acción era inevitable, te aconsejo que cierres los ojos a tal asunto, siempre y cuando no se repita; si vuelve a suceder, apártalo de ti, para que tus posesiones y tu honra siempre estén protegidas.
El conde tuvo por bueno el consejo que le dio Patronio; lo hizo así y le resultó bien.
Como don Juan Manuel entendió que el cuento era bueno, lo mandó escribir en este libro y compuso estos versos que dicen:
QUIEN MAL TE HACE MOSTRANDO GRAN PESAR
HAZ LO QUE PUEDAS PARA DE ÉL TE GUARDAR
Comentario
El texto que vamos a comentar pertenece al libro del infante don Juan Manuel, El conde Lucanor. Su autor, sobrino de Alfonso X el Sabio, vivió entre 1282 y 1348. Su obra más conocida es esta, compuesta por cincuenta y un cuentos, algunos de ellos pertenecientes a la tradición oriental, todos con una intención didáctica relacionada con cuestiones cotidianas de la vida de un noble, el conde Lucanor. Entre su producción cabe destacar también el Libro del caballero y del escudero, perteneciente a la tradición didáctica medieval (con ejemplos tan interesantes como el Libro de la orden de caballería de Raimundo Lulio, 1232-1316, escrito en catalán).
A lo largo de la Edad Media castellana se traducen y recopilan distintas colecciones de cuentos que pueden ser definidos como exempla o apólogos, narraciones didácticas que pretenden transmitir una enseñanza moral. Recordemos que su equivalente en verso son las fábulas. Muchas de estas colecciones siguen el ejemplo de textos de la cuentística oriental; relatos, muchos de ellos originarios de la India, traducidos primero al persa, después versionados al árabe; llegados a Al-Ándalus, serán trasladados al castellano a partir del siglo XII. Entre estos se encuentran Calila e Dimna y Sendebar. En la literatura escrita en Aragón durante la Edad Media también encontramos un texto cercano a este género, el Disciplina clericalis del judío converso al cristianismo Pedro Alfonso de Huesca (siglo XII). Desde un punto de vista teórico es importante destacar que estas colecciones de cuentos siguen una línea argumental primaria a la que se irán engarzando los relatos. Uno de los ejemplos más conocidos de este género es el libro de Las mil y una noches.
En “Sobre lo que le sucedió a un hombre que cazaba perdices”, el conde Lucanor se encuentra ante un problema: hay personas que intentan justificar con buenas palabras el daño que le han causado. Se dirige a su ayo Patronio para que le aconseje y este le cuenta la historia de un cazador de perdices que lloraba porque el viento le daba en los ojos; una perdiz piensa que es por pena ante el acto que está realizando, sin embargo, otra la desengaña. Surge de aquí la enseñanza moral que el autor ordenará escribir como moraleja: es necesario alejar a quien nos causa mal, por mucho que intente justificarlo desde la pesadumbre.
Tal y como podemos comprobar, el cuento sigue la estructura de los relatos de El conde Lucanor, cuyo esquema es:
1.- El conde Lucanor plantea un problema que le preocupa a su ayo Patronio.
2.- El ayo Patronio, desde su sabiduría, le cuenta una historia a Lucanor.
3.- De esta narración puede extraerse una enseñanza aplicada al problema de Lucanor.
4.- El narrador-autor, don Juan Manuel, añade una moraleja.
Desde el punto de vista narrativo hay que distinguir varios elementos. Respecto a los hechos narrados, tengamos en cuenta que son ficticios, en lo que atañe a Patronio, Lucanor, el cazador y las perdices, aunque se basan en una intervención directa del narrador-autor, don Juan Manuel, que es el responsable del texto. Lo ficticio se transforma en fantástico en el diálogo que mantienen las perdices. La complejidad de este esquema narrativo se debe a la estructuración de la obra según la técnica del cuento enmarcado, aprendida en la tradición oriental, tal y como se ha dicho.
El narrador es externo. Utiliza la tercera persona; sin embargo, es necesario tomar en cuenta que en el texto hay diálogo (Patronio y Lucanor, las perdices) y en este, como es normal, predomina la segunda. Patronio y el narrador -asimilable al propio don Juan Manuel- son omniscientes en sus respectivos marcos, aunque no son del todo objetivos, pues narran exclusivamente aquello que les resulta de interés para transmitir una enseñanza moral. A la hora de transcribir el diálogo, vemos el estilo directo, que presenta a los personajes con sus propias interlocuciones.
Como el texto comentado es un cuento completo, presenta las tres partes correspondientes a la estructura de un relato: planteamiento, nudo y desenlace. El planteamiento corresponde a la presentación del diálogo de Patronio y Lucanor y al comienzo de la historia del cazador. En el nudo -también doble, dada la forma de relato enmarcado-, el momento en que Lucanor plantea su problema a Patronio y la acción de la caza con el diálogo de las perdices. El desenlace se hace evidente cuando, al final del relato se extrae la enseñanza moral. El orden que sigue lo contado corresponde a una linealidad cronológica con un cierto retroceso a la hora de contar la historia de las perdices, sucedida en un pasado no limitado a un momento concreto; al fin y al cabo, es una fábula que pretende transmitir una enseñanza desde la intemporalidad de los sucesos.
El espacio en el que se desarrollan los hechos es real, no hay ningún dato fantástico en el paisaje, todo corresponde perfectamente al mundo del siglo XIII, época en la que fue escrita la obra.
Por lo que se refiere a los personajes hay que decir que encontramos tres categorías de ellos; el real que es el narrador, imagen del autor don Juan Manuel; el ficticio realista, encarnado tanto en Lucanor como en Patronio o en el cazador; y el fantástico: las perdices, porque hablan; si no fuese por esa capacidad de comunicarse verbalmente, las perdices serían un elemento más del paisaje realista de la obra. Según la importancia en el relato, podría considerarse que el protagonista es el conde Lucanor, simplemente tendríamos que recordar el título de la obra, además es el destinatario de la fábula contada por Patronio. Lucanor no puede ser considerado como un héroe, sino más bien como un personaje real que vive en proceso de aprendizaje encaminado a que sea capaz de enfrentarse a los asuntos cotidianos. El conde Lucanor es una imagen tanto del autor -también pertenece a la nobleza-, como del lector, el cual en el relato recibe una enseñanza que, del mismo modo, podrá aplicar a sus asuntos -este es el cometido central de la literatura didáctica-. Ahí se explica a Patronio, como educador del conde Lucanor, en la categoría de personaje ayudante (tan ayudante como es don Juan Manuel respecto al lector de la obra).