La historia es más justa que los hombres y, aunque se hayan conservado los rostros de Pompeyo y los otros caudillos victoriosos en cuyas manos Espartaco y los suyos encontraron la muerte, cada ser que añora la libertad, más utópica que recuerdo, dibuja en su mente la figura de este jefe de guerrilleros cuyo cuerpo quedó deshecho en el campo de batalla del valle del Alto Silarus en abril del año 71 a.C.
¿Quién fue Espartaco? Para mí tiene el rostro de Kirk Douglas en la magnífica película de Stanley Kubrick. Ya en este filme se sugería un detalle inquietante que acercaba la rebelión de los esclavos encabezados por gladiadores a un hecho religioso; de ahí esa muerte en la cruz, tal y como es presentada al final de esta película; casi como si el gladiador tracio fuese un protomártir de lo que cien años después sería el naciente cristianismo.
Lo religioso también tiene gran importancia en el libro de Barry Strauss, La guerra de Espartaco. Quizá habría que preguntarse si hay algo más elevado que la lucha por la libertad y la dignidad. En ello radica la pervivencia de esta figura que los romanos quisieron borrar de la historia. Es por eso por lo que Barry Strauss ha tenido que recorrer numerosas fuentes latinas con referencias desperdigadas a este personaje, Espartaco, el cual se atrevió a dirigir un levantamiento contra Roma. Nada más degradante para los ejércitos de la República que tener que dedicar sus esfuerzos a combatir a un grupo de esclavos tracios, germanos y celtas fundamentalmente.
Una rebelión relacionada con lo religioso porque la libertad lo es. Las referencias que aparecen a lo largo del libro a Dionisos como modelo en la actuación de Espartaco y la importancia de su compañera como sacerdotisa de ese culto que llevaría a la derrota a las legiones romanas.
“Dioniso representaba poder, prosperidad, patriotismo, libertad e incluso renacimiento, dependiendo de quién lo reivindicara como símbolo. Al asociar a Espartaco con la serpiente y con un poder concedido por un dios, la mujer tracia [que fue la compañera de Espartaco] le dotaba de una nueva autoridad. Combinó viejos acordes de religión, nacionalismo y clase en un nuevo canto de rebelión. La serpiente transformaba a Espartaco en un héroe tracio y lo vinculaba con Dioniso, que en su patria era conocido como Zagreo o Sabacio. La cultura tracia glorificaba la imagen de un gran ancestro heroico, y el arte tracio solía representar al héroe a caballo, a menudo con la serpiente cerca. En Tracia, el culto a Dioniso era una fe guerrera”.
¿Sería una osadía comparar a Espartaco con Aníbal? No lo creo. Contra los cartagineses, la República Romana combatía contra unos iguales; contra los esclavos, era solamente eso, el intento de sofocar a aquellos que pugnaban por su libertad, aunque no eran considerados más que meros instrumentos.