IMÁGENES DEL JAPÓN CONTEMPORÁNEO
DE TAL PADRE, TAL HIJO
Ryota, un ejecutivo de alto nivel, es consciente de la necesidad de trabajar duro para poder conseguir una cierta posición social; por ello intenta grabar este mensaje en su hijo Keita. Trabajo y esfuerzo que obligan a que los sentimientos permanezcan ocultos. Una llamada de la maternidad donde fue atendida Midori, la esposa, va a cambiar radicalmente la visión del mundo de dos familias, pues se descubre que dos bebés fueron con cambiados y Keita no es el hijo biológico de Ryota y Midori.
Ryota va a tener que enfrentarse a sí mismo, tendrá que descubrir que la sangre y el trabajo son valores que, en su caducidad, es necesario analizar, de otra forma se puede perder una parte muy importante de la persona: los sentimientos, los cuales permanecen escondidos hasta que unas fotografías desconocidas desvelan la verdad callada del amor.
Todo ello, que podría haber dado paso a una interpretación patética de la existencia, se describe desde el equilibrio que caracteriza el tratamiento de estas cuestiones en la cinematografía de Kore-Eda, y casi podríamos decir en buena parte de la japonesa. Y, curiosamente, en esa lucha de lo cotidiano, van a ser los niños la pieza fundamental para el auto descubrimiento de los adultos, dominados por la entrega a la frialdad del mundo de la empresa o por la sumisión y el dolor de una madre, Midori. Ante ellos, la familia de Yudai es la alegría de vivir con la naturalidad que lleva a aceptar la existencia tal y como es.
Las relaciones familiares y la necesaria sinceridad para aceptar la vida y los sentimientos son algunos de los temas que orientan la producción cinematográfica de Hirokazu Kore-Eda (Tokio, 1962): Nadie sabe (Dare mo shiranai, 2004), Hana (Hana Yori mo naho, 2006), Caminando todavía (Aruitemo Aruitemo, 2008), Milagro (Kiseki, 2011), De tal padre, tal hijo (Soshite Chichi ni Naru, 2013) o Nuestra hermana pequeña (Umimachi Diary, 2015).
Hana relata, en el marco del siglo XVIII, una falsa historia de una venganza familiar que se convierte en una magnífica excusa para retratar la vida en un barrio pobre de Edo. Más allá de este argumento, en buena parte de sus películas, Kore-Eda, hace que el mundo de la infancia cobre una importancia central, así es De tal padre, tal hijo, aunque en ella no se llega al punto de mirar la realidad desde los ojos de un niño, como sí sucede en Kiseki. Sea desde la focalización de un niño, o no, en los filmes de Kore-Eda, reconocida por él mismo, está la influencia de una de las cinematografías más clásicas japonesas, la de Yasujiro Ozu, como representación de la cotidianidad, aunque desde Occidente no podamos obviar esas lentes orientalistas que miran para encontrar lo exótico: El sabor del té verde con arroz (1952), Tokyo Monogatari (1953) Ohayo (1959).
De tal padre, tal hijo recibió dos importantes premios europeos cuando fue estrenada en 2013: el del Jurado en el Festival de Cannes y el del Público en el de San Sebastián. En ella nos encontramos con algunos de los aspectos sobre los que merece reflexionar. Ahí está el enfrentamiento entre un Japón antiguo y moderno; para el primero, el valor de la sangre, la entrega total a la empresa como si de una familia feudal se tratase, la negación del sentimiento que se esconde ante una aparente armonía, todo ello, además de en el personaje de Ryota, se encuentra representado en la figura del Director de la empresa en la que éste trabaja, desde su ambigüedad, que bien puede llamar al equívoco, pues no se puede llegar a afirmar que sea una duda, sino más bien un engaño, el Director llega a plantearle a Ryota que los tiempos en los que el asalariado se entregaba a la empresa como si de un vasallo se tratase, han acabado; aunque, a la vez, recurre a sugerir la posibilidad de una adopción del hijo biológico que no lo es según el Registro Civil; en ello hay un eco de una práctica muy común en lo que bien podríamos denominar el Japón del Antiguo Régimen. Es evidente que aquí también está lo contemporáneo: la problemática del hijo único –un tema tan frecuente en la narrativa de Haruki Murakami-, o la presión a la que son sometidos los niños en pro de alcanzar unos objetivos educativos que se plantean desde muy temprana edad.