TONY TAKITANI

Japón, 2004
Dirección: Jun Ichikawa
Intérpretes: Issey Ogata, Rie Miyazawa, Hidetoshi Nishijima, Takafumi Shinohara, Wataru Shihodo, Hana Kino.
Productor ejecutivo: Naoki Hashimoto y Keiko Yonezawa.
Productor: Motoki Ishida.
Basado en el relato “Tony Takitani” de Haruki Murakami.
Música: Ryuichi Sakamoto.
Guión: Jun Ichikawa.
Fotografía: Taishi Hirokawa.
Estilismo: Shun Hirao

Sinopsis

El padre de Tony Takitani era un músico de jazz que poco antes de la Segunda Guerra Mundial se fue a China. Cuando terminó la guerra fue encarcelado por las relaciones que había mantenido con ciertos grupos durante la ocupación japonesa de China. Todos los días eran ajusticiados algunos prisioneros, de una manera sumarísima, sin embargo él consiguió regresar a Japón en 1946. Allí descubrió que su casa había resultado incendiada durante los bombardeos, en los cuales también murió toda su familia. Se casó. Al año tuvo un hijo, pero la esposa murió tres días después del parto. El niño se llamó Tony por un oficial norteamericano amigo del padre.

Desde niño, Tony Takitani vive en una soledad absoluta, pero ésta no le pesa para nada, en realidad no se da cuenta de que está solo. Es un niño para el cual el mundo exterior prácticamente no existe. Se dedica a dibujar y así, después de concluir sus estudios comienza a realizar trabajos de ilustración para diversas publicaciones.

Un día, una de las revistas para la cual trabaja envía a su oficina a Eiko, una hermosa joven de la cual Tony Takitani se enamora. Ambos acabarán casándose. Eiko tiene una obsesión: la ropa y los zapatos, tanto es así que una habitación de la casa tiene que convertirse en vestidor.

Al lado de Eiko, Tony Takitani se da cuenta de la soledad en la que ha vivido hasta aquel momento y siente miedo de perder a su mujer.

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LA SOLEDAD ES COMO UNA CÁRCEL

Aparentemente, la historia del padre de Tony Takitani no tiene mucha importancia, más allá de justificar los motivos por los cuales su hijo se cría solo desde la niñez; sin embargo, dos biografías que parecen tan divergentes van a coincidir de pleno cuando la habitación que había alojado los vestidos de Eiko y los discos del padre de Tony, se convierte en una especie de calabozo mucho peor que la prisión que el padre sufrió en Shanghai, pues ésta no tiene llave sino que es una celda interior que nace desde la soledad que siente el personaje.

Todos los elementos de este filme confluyen hacia una sensación: la soledad. La música de Riuychi Sakamoto, caracterizada por unos solos de piano que transmiten la congoja del desamparo; el niño que moldea con arena una perfecta representación de un barco, para el cual no existe una realidad más allá de lo que hace; el desamparo de los vestidos y zapatos de Eiko, los discos de jazz amontonados en una habitación desnuda.

Tony Takitani no sentía la soledad, afirma la omnipotente voz del narrador que esporádicamente coincide con la de los personajes; sin embargo hay un momento especialmente triste en el filme. Una vez cada dos años, Tony se encuentra con su padre. La voz del narrador dirá “Tony Takitani no había nacido para ser un hijo”, pero cuando llega el momento de la despedida, Tony mira hacia su padre y la cámara no muestra el contrapunto de los ojos que deberían estar mirándole a él. Ese no sentir el aislamiento es simplemente la defensa que Tony Takitani forja a su alrededor para no experimentar un mundo que se derrumbaba sobre su desabrigo de niño que cena solitario.

Cuando Tony Takitani regresa a su casa llevando la urna cineraria de su esposa Eiko y su fotografía, en el exterior llueve torrencialmente, y esa lluvia es un anuncio de las lágrimas que pronto brotarán en la frialdad de un hogar vacío, porque Eiko “era como un pájaro que había llegado de un mundo lejano”.

En la narrativa de Haruki Murakami, la soledad es uno de los elementos determinantes de sus personajes. Toru Okada, el protagonista de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo se siente solo tras la desaparición de su esposa y su gato, y esa soledad le llevará a sumergirse en un pozo, que es tan real como metafórico, desde cuyo interior habrá de producirse un gran cambio vital. En otros momentos en las novelas de Haruki Murakami, la soledad no es un paso previo a un cambio radical en la existencia del personaje. Sólo es la expresión de sí misma. La soledad no se convierte en un elemento narrativo más, es la expresión de una sensación que se transmite perfectamente al lector de sus ficciones. Ahí está ese investigador de lo maravilloso de “En cualquier lugar donde parezca que esto pueda hallarse” que busca encontrar el paso que permite trascender el mundo de la realidad para alcanzar algo que se encuentra al otro lado del espejo y que puede ser la salvación para la angustia de estar solo.

Es una soledad similar a la que encontramos en otro de los cuentos de Sauce ciego, mujer dormida (colección a la que pertenecen tanto “Tony Takitani” como “En cualquier lugar donde parezca que esto pueda hallarse”), se trata de “El año de los espaguetis”, un relato que concluye en las siguientes palabras: “Durum semolina. Un trigo dorado que crece en los campos de Italia. Los italianos se habrían quedado estupefactos si hubieran sabido que lo que exportaban en 1971 no era más que soledad”.

“Sin embargo, un día, de repente, sin previo aviso, Tony Takitani se enamoró. Sucedió de forma tan inesperada que parecía increíble. Ella era una empleada a tiempo parcial de una editorial, que había ido a su estudio a recoger unas ilustraciones. Tenía veintidós años. Mientras estuvo allí, lució siempre una serena sonrisa en los labios. Tenía un rostro agradable y simpático, pero, mirándola con objetividad, no se la podía considerar una belleza. Sin embargo había algo en ella que golpeó con violencia el corazón de Tony Takitani. Desde que la vio por primera vez sintió una opresión en el pecho que casi le impedía respirar. No sabía qué tenía aquella chica que le había asestado un golpe tan fuerte. Pero, aunque lo hubiera sabido, no podía explicarse con palabras.

Además, también se sintió atraído por su modo de vestir. A él no le interesaba demasiado la ropa y apenas se fijaba en cómo iban vestidas las mujeres, pero, sin embargo, se quedó profundamente admirado al ver cómo aquella chica sabía llevar la ropa. Incluso puede decirse que lo conmovió. Había muchas mujeres que vestían con buen gusto. Muchas que iban más elegantes que ella. Pero el caso de aquella chica era diferente. Ella vestía con tanta naturalidad, con tanta gracia, que parecía un pájaro envuelto en un aire especial que se dispusiera a alzar el vuelo hacia otro mundo. Nunca había visto a alguien que llevara la ropa con tanta alegría. Incluso la ropa, al envolverla, adquiría una vida nueva”.

“Tony Takitani”, en Sauce ciego, mujer dormida, Haruki Murakami, Tusquets, Barcelona, 2008. p. 212.

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Acerca de lamansiondelgaviero

Escritor y amante de la literatura. Obras publicadas en kindle: "Realismo mágico y soledad, la narrativa de Haruki Murakami", "Castillos entre niebla", "Amadís de Gaula, adaptación", "El tiempo en el rostro, un libro de poesía", Álvaro Mutis, poesía y aventura", "Edición y estudio de Visto y Soñado de Luis Valera" y mis últimas publicaciones "Tratado de la Reintegración. Martines de Pasqually. Traducción de Hugo de Roccanera", "El Tarot de los Iluminadores de la Edad Media. Traducción de Hugo de Roccanera", La gran conquista de ultramar, versión modernizada en cuatro volúmenes.
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