ESCRITORES ANTE EL MEDITERRÁNEO. GEOGRAFÍA, HISTORIA Y PAISAJE (6)

(ÁLVARO MUTIS, LAWRENCE DURRELL Y D.H. LAWRENCE)

Desde un punto de vista de la Historia, y su presencia en inexcusable, uno de los elementos que interesan especialmente a su autor en Rodas, y no podría ser de otro modo, es el protagonismo en la isla de los Caballeros Hospitalarios retratados desde la idealización:
“Aquellos hombres de hierro recorrían el encantador paisaje dedicados al impulso, como extraños autómatas; imponían objetivos y dirección a lugares en los que sólo habían reinado hasta entonces los apetitos y el desorden, subsistían con las férreas raciones de una disciplina y una convicción moral que despertaban algo así como una tibia admiración, incluso en el pecho de sus enemigos. Ardían de abnegación gracias a la cual podían soportar todas las tentaciones… salvo los lánguidos aires del paisaje levantino que durante tanto tiempo dominaron” (Durrell 1998:167).

Aunque ese espíritu desaparecería cuando la Orden se asentó con fuerza en un poder económico que llegó a su punto álgido con la caída de los templarios, y al final, en Rodas, pasaría a ser un recuerdo más de la ferocidad del tiempo, un ejemplo del Tempus fugit que atrae a todo viajero a la contemplación de las ruinas: “Muy poco queda ya, salvo la cadena de fuertes en ruinas y los nombres de las famosas batallas que se petrifican lentamente en los libros de historia. La cultura de que eran herederos los caballeros arraigó muy débilmente y apenas sobrevivió a su partida. Jamás penetró en el corazón del modo de vida mediterráneo” (Durrell 1998:175).
Como sucederá en Limones amargos, el final de la estancia del narrador en Rodas coincide con una desgracia, un niño muere atropellado por un camión durante una romería; esa misma noche se recibe la noticia de que la isla va a ser devuelta a Grecia después del periodo de ocupación. El sentimiento de abandonar un lugar que ha hecho suyo, la habitación donde ha escrito, se torna en algo concreto frente a la Historia, que es abstracta aunque perdure, tal y como ha dejado bien claro la observación de los restos que se alzan por toda Rodas. Pero es del suceso del niño de donde surge la reflexión final –y en este sentido cabría recordar el final de “Jamil” de Mutis: “Veo al niño moribundo, no menos simbólico… ¿pero de qué? Quizá de nuestro mundo. Porque el niño que hay en el hombre es el que siempre se ve obligado a vivir estas repetidas tragedias de la conciencia europea. El niño es el precio que pagamos por toda la suma de nuestros errores mundanos. Sólo por él podremos llegar alguna vez a salvar estas culturas perdidas en la pasión y la creencia” (Durrell 1998:229). Desde ese sentimiento, el último amanecer descrito en la obra no puede ser de plenitud como lo han sido otros.
Martín Triana en su edición de Poemas escogidos (Durrell 1972) señala uno de los elementos importantes del mundo poético de Durrell en lo griego, y lo enlaza con el interés que los pueblos del Norte de Europa tienen por el Mediterráneo, evidente desde los primeros poetas románticos, Goethe, Hölderlin, Byron y especialmente Keats con su “Oda a una urna griega” Esta obra viene a ser todo un manifiesto de la concepción romántica de la Belleza y lo Absoluto. En 1956, Lawrence Durrell reunió una primera antología de sus versos que, en 1964, sería editada con el título Select poems 1935-1963; en ella se hace evidente el interés del autor por el Mediterráneo, cuestión que ahora nos interesa especialmente. Martín Triana (1972:13) define esta poesía como “un ejercicio mental cultísimo, frío y calculado, y en esto recuerda a Valéry que sin embargo, es capaz de conmovernos íntimamente, sin mayores signos externos”. El mundo mediterráneo es una constante en estos Poemas escogidos: Corfú, Rodas, Próspero, Teodora, Cavafis, Alejandría, Mikonos, Nemea, Arcadia, Ítaca, Corinto, Sarajevo, El Partenón, El Cairo. Todo ello ubicado en unos versos que expresan la poesía de la luz meridional tamizada por la historia que completa el paisaje. Casi podríamos decir que, al igual que Cavafis, también Durrell tiene su “Ítaca”, ahora bajo el título de “Frente a Ítaca”, en ella se condensa esa esencia metafórica con la que los poetas se acercan a las aguas del Gran Mar (Durrell 1972:90)
“Pisa suavemente porque estás en un sitio
donde todo puede suceder, muchacho.
El aliento empañaría esta agua de cristal,
miel, arbusto, baya y golondrina.
Esta roca luego es más idílica
que Arcadia o lo fuera Iliria.
Aquí el frío manantial canta en la arena.
Sorbiendo bajo una piedra el calor
el sapo murmura: <diamantes, muchacho,
diamantes y zumo de minerales>.
Se un santo en este sitio, cava buscando
los zorros y el agua, la mera agua
que brota entre los huesos de la mano.
Retorna del hogar del héroe.
Piensa que otros hombres tienen otros símbolos.
El mío es este: el crucifijo
y el yunque del oscuro corazón son uno,
y me han martillado y martillarán
con un clavo de carne a una cruz de la isla,
donde solo desciende la flecha
del cernícalo y lame el verde mar”.Hermosa confluencia de mito y religión, si es que ambos son diferentes.
Sigamos con Limones amargos. Comienza con un narrador, el propio Lawrence Durrell, buscando una casa en Chipre, intentando encontrar un refugio temporal para la continua errancia que caracterizó su vida. Desde el primer momento, uno de los rasgos que sirven para definir a los tipos humanos chipriotas es su hospitalidad, expresada perfectamente en ese saludo “Kopiaste” que bien puede traducirse, desde el valor cultural del lenguaje, según el autor como “siéntate con nosotros y comparte”. Así, una de las experiencias que mejor caracterizan la estancia del escritor en la isla es la conversación nocturna acompañada por el vino:
“Todas las noches bebíamos un vaso de dulce y denso commandería en su pequeña terraza [la del griego Panos], antes de recorrer las minúsculas callejas serpenteantes, hasta el puerto, para ver cómo se fundía el sol del ocaso. Allí, junto al agua que lamía el muelle, me presentaba formal y urbanamente a sus amigos, el capitán del puerto, el librero, el dueño del almacén de comestibles, que se sentaban junto al agua a sorber ouzo y a contemplar la gradual desaparición de la luz sobre los robustos bastiones del castillo de Kireina y las esbeltas agujas de la mezquita” (Durrell 1987:25).

Son frecuentes los ágapes; como el de la casa de unos amigos ingleses: “la primera y memorable cena a la luz de las velas, con el sabor y las formas de buenos platos y una mejor conversación. La cena se extendió hasta muy entrada la noche, en un huerto henchido del aroma de las limas” (Durrell 1987:98).
En ese ambiente es posible tratar sin la crispación que supone enfrentarse en el foro político, desde la libertad de la asamblea en el ágora, cuestiones como el necesario recuerdo del pasado bizantino del Mediterráneo, olvidado normalmente y fundamental para comprender buena parte de la interpretación del mundo en esta zona del planeta, pues “la cultura bizantina era algo más que la suma de los elementos que extraía del languideciente helenismo y de las influencias del Cercano Oriente. Era una entidad per se, y no solo un compuesto colorido formado por distintos fragmentos de diferentes culturas” (Durrell 1987:121), una entidad cultural que hizo sobrevivir la civilización antigua a la vez que la enriquecía con el tiempo de lo turco. Estas palabras nacen desde esa atmósfera de luminosidad lunar “con el aroma de las rosas y el vino y los cigarros mezclándose a la fragancia más humilde de las limas o las bocanadas de salvia pisoteada que nos llegaba desde la montaña” (Durrell 1987:137).

Acerca de lamansiondelgaviero

Escritor y amante de la literatura. Obras publicadas en kindle: "Realismo mágico y soledad, la narrativa de Haruki Murakami", "Castillos entre niebla", "Amadís de Gaula, adaptación", "El tiempo en el rostro, un libro de poesía", Álvaro Mutis, poesía y aventura", "Edición y estudio de Visto y Soñado de Luis Valera" y mis últimas publicaciones "Tratado de la Reintegración. Martines de Pasqually. Traducción de Hugo de Roccanera", "El Tarot de los Iluminadores de la Edad Media. Traducción de Hugo de Roccanera", La gran conquista de ultramar, versión modernizada en cuatro volúmenes.
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