(ÁLVARO MUTIS, LAWRENCE DURRELL Y D.H. LAWRENCE)
Álvaro Mutis
David Abulafia, en su recorrido por la Historia del Mediterráneo, cuando ya se encuentra en la época contemporánea –los últimos acontecimientos relatados corresponden a 2010 destaca la importancia de lo femenino en la configuración de este topos. Aunque la historia la hayan escrito los hombres, en el caso de las orillas del Mediterráneo, es primordial el papel de lo femenino. Es Abulafia quien, al comenzar la andadura por los grandes hitos de la cronología, trata del culto a la Gran Diosa, que caracteriza los inicios religiosos de Occidente. En torno al 3000 a.C., pueden ser fechadas las imágenes femeninas abstractas y simbólicamente tan puras, asociadas a la fertilidad, halladas en las islas Cícladas. También han sido interpretadas como psychopompos, o guías del alma de los muertos en su tránsito hacia el más allá, aunque bien podrían ser (Abulafia 2013:49) simuladas compañeras mágicas que amenizasen el descanso eterno del muerto mediante la gratificación sexual. Un claro ejemplo de psychopompo, como guía, no tanto hacia el territorio de la muerte sino hacia el de la trascendencia que es la emergencia del ser más profundo, está tanto en el gorrión como en el niño que coprotagonizan “Un gorrión entra en el Mexuar” y “Jamil” de Álvaro Mutis. No perdamos de vista esta pareja, que va a ser recurrente a lo largo de la historia cultural grecolatina, indoeuropea, si se prefiere, y hasta mundial, si seguimos con ello. En Cnosos, filtrada desde la reconstrucción de estética simbolista de Arthur Evans (1851-1941), en los frescos que reproducen a idealizadas muchachas minoicas, guías trascendentes, en contacto con la serpiente y el toro, que no dejan de ser imagen de la muerte. Desde ahí va a desarrollarse la ficción mítica sobre la que se sustenta el grand récit que es el inconsciente mediterráneo. En él, la presencia protagonista de lo femenino es innegable: Afrodita, nacida entre las espumas del mar en la isla de Chipre; Helena, responsable involuntaria de la primera gran contienda que conoce la literatura; y la Odisea, en la que Homero sabe retratar tan magistralmente a mujeres como Calipso –la que ofrece la inmortalidad-, Nausicaa, Penélope –el hogar que aguarda en Ítaca- y Circe. En el mito del nacimiento de Cartago –la rival de Roma- hay también una mujer: Elisa, llamada Dido ‘la viajera’ por los libios; su imagen permanece en el historiador judío Josefo, en la Eneida, o en los versos de Ovidio, desde las Heroídas hasta las Metamorfosis o los Fastos.
Elisa huyó de Tiro, para alejarse de su hermano Pu May Yatom (en fenicio, Pygmalion para los griegos), rey de la metrópoli, madre de Cartago. La tradición clásica, confirmada en los Anales de Tiro, relata que
“Elisa se fugó por el asesinato ordenado por Pigmalión de su tío Azarbas, sacerdote de Astarté y propietario de grandes riquezas. Tras haber rendido homenaje al dios Melkarte (Hércules en la versión clásica), Elisa se habría escapado inicialmente a Chipre, donde el sacerdote de Astarté (Juno en la versión romana), se habría unido a ella a condición de que el sacerdocio fuera hereditario en su familia. Ochenta doncellas destinadas a la prostitución sagrada habrían sido elegidas por Elisa para compañeras de los prófugos” (Moscati 1983:45).
Así comienza el proceso fundacional de Cartago, tratado por Timeo (Historiador siciliano del siglo III a.C, citado por Dionisio de Halicarnaso) en torno al 814 a.C. Será, sin embargo, Marco Juniano Justino (Siglos I-II d.C.), en su resumen de la obra de Pompeyo Trogo (siglo I a.C.), quien relate con mayor detalle lo acaecido:
“El rey Mattan de Tiro dejó, al morir, el trono a sus hijos, Pigmalión y Elisa (o Dido). Elisa intentó desplazar a su hermano casándose con el sacerdote de Hércules (es decir, Melkart), muy rico y el segundo hombre en importancia del reino, pero Pigmalión lo asesinó, de modo que Elisa abandonó en secreto Tiro con un grupo de aristócratas. Recaló primero en Chipre, donde recogió a ochenta vírgenes para sus colonos” (López Barja 2004:77).
Cartago, Melkart, Astarté, doncellas y prostitutas sagradas representadas en las hieródulas de la isla de Chipre, simbólicamente relacionadas con ritos de prosperidad y fertilidad (Martos 2002). Es fácil dar el salto de Cartago a la costa sur de Iberia, a Cádiz, la Gades de los fenicios.
Como pórtico a su novela Ilona llega con la lluvia, Álvaro Mutis reproduce los últimos versos del poema de Gonzalo Rojas (1917-2011) “Qedeshím Qedeshóth”, palabras que podrían ser traducidas como “Cortesana del Templo”. Tanta importancia dio el autor chileno a este que la antología de su obra, publicada en 2009 por el Fondo de Cultura Económica, llevará por título el mismo.