El estudiante de Salamanca. José de Espronceda(Comentario de texto)

Y de pronto en horrendo estampido
desquiciarse la estancia sintió,
y al tremendo tartáreo ruido
cien espectros alzarse miró.

De sus ojos los huecos fijaron
y sus dedos enjutos en él;
y después entre sí se miraron,
y a mostrarle tornaron después;

y enlazadas las manos siniestras,
con dudoso, espantado ademán
contemplando, y tendidas sus diestras
con asombro al osado mortal,

se acercaron despacio, y la seca
calavera, mostrando temor,
con inmóvil, irónica mueca
inclinaron, formando enredor.

Y entonces la visión del blanco velo
al fiero Montemar tendió una mano,
y era su tacto de crispante hielo,
y resistirlo audaz intentó en vano;

galvánica, cruel, nerviosa y fría,
histérica y horrible sensación,
¡toda la sangre coagulada envía
agolpada y helada al corazón!

Y a su despecho y maldiciendo al cielo,
de ella apartó su mano Montemar,
y temerario alzándola su velo,
tirando de él la descubrió la faz.

“¡Es su esposo!”, los ecos retumbaron,
“¡La esposa al fin que su consorte halló!”.
Los espectros con júbilo gritaron:
“¡Es el esposo de su eterno amor!”.

El Romanticismo español tiene unas características peculiares que lo diferencian de este movimiento en su primera época tal y como se desarrolla en Inglaterra (Blake) o Alemania (Hölderlin). En España, el Romanticismo no alcanza lo metafísico que sí encontramos en los autores del norte de Europa; predomina lo narrativo y la sentimentalidad fácil (esto cambia de una manera radical con Bécquer, aunque este autor ya no es romántico sino simbolista). Esto por lo que se refiere al panorama general, José de Espronceda (1808-1842) se separa un tanto de este paradigma, no en todas sus obras, pero sí hay que recordar ese canto a la libertad que es “Canción del pirata” (influido por Byron), “Canto del cosaco” como expresión de un ansia de destrucción del mundo viejo, o El diablo mundo cuya experimentación estética y filosófica se aleja de lo narrativo que sí está muy presente en la obra a la que pertenece el fragmento que vamos a comentar.
El estudiante de Salamanca (1840), por su ambiente y su moralidad es un heredero del teatro barroco; sin embargo, la técnica y la sentimentalidad son producto de la estética romántica. De hecho, podemos considerar que esta obra es uno de los máximos ejemplos de la literatura española de este periodo. En ella, por otra parte, se produce esa fusión de géneros que ya estaba en la literatura desde sus inicios; así en la épica que es la narración contada desde el verso. La peculiaridad romántica de estos textos épicos es el mantenimiento de lo narrativo, pero como secundario respecto a lo lírico, mediante una expresividad que es característica de lo romántico. No niego con esto lo sentimental en la Ilíada, la Odisea o el Cantar de mío Cid, simplemente digo que aquí la emotividad es un elemento continuo que contribuye a mantener en vilo la emoción del lector.

El estudiante de Salamanca es un poema narrativo de carácter fantástico. Dos son los protagonistas de esta historia, Félix de Montemar y doña Elvira. Montemar es el estudiante de Salamanca, un seductor cínico que no respeta a las mujeres, ni a nadie, tal y como corresponde a un personaje de la literatura española, el donjuán, que tiene una de sus primeras apariciones en El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1616) de Tirso de Molina y que acabará representado en otro de esos protagonistas fundamentales del Romanticismo como es don Juan Tenorio de la obra del mismo título, escrita por José Zorrilla y publicada en 1844, en ella se muestra ese ambiente fantástico y romántico que define a El estudiante de Salamanca. Respecto a doña Elvira, es una joven que, a causa del desengaño sufrido en su amor hacia Félix de Montemar, muere. El hermano de doña Elvira quiere vengar la deshonra familiar sufrida, por la seducción de la joven, y se bate en duelo con el estudiante. Se produce un interesante juego literario con la temporalidad, y nos encontramos con un viaje fantástico hacia la ultratumba, cuando Félix de Montemar comienza a perseguir a una misteriosa mujer que se le ha aparecido caminando sola por las calles en la oscuridad de la noche. El fragmento que estamos comentando es el momento climático de tal paseo hacia los infiernos.

Por lo que se refiere a la métrica del fragmento, hay que señalar que nos encontramos ante la forma estrófica del serventesio, cuya rima es ABAB, con versos decasílabos y endecasílabos. Es, por lo tanto, una versificación de arte mayor que adquiere un ritmo rápido en una rima cuyo efecto es similar al del romance.
Destaca, desde un punto de vista formal, la presencia de efectos aliterativos en los primeros versos por la repetición de sonidos vibrantes y oclusivos (pronto, horrendo, desquiciarse, tremendo, tártaro, ruido, espectros, alzarse), muy apropiados, en este caso para describir un ambiente desde lo acústico, desde el estrépito.
Uno de los factores que caracterizan algunas obras del Romanticismo es lo macabro, todo aquello relacionado con el mundo de los cementerios. Tal paisaje ya estaba presente en el caso de la literatura española en una obra como Noches lúgubres (1789) de José Cadalso, en la cual, dado que pertenece a la estética neoclásica o prerromántica, el elemento fantástico no se hace tan evidente; también en la escena final de Don Juan Tenorio de José Zorrilla, el lugar macabro adquiere una importancia central.
Para conseguir una mayor efectividad en lo expresivo que ha de marcar la emotividad sentida por el lector, Espronceda recurre al uso abundante de adjetivos calificativos y a la variación del ritmo narrativo que se vuelve muy rápido en el momento del desenlace.
El campo semántico de lo macabro marca el desarrollo verbal de estos versos en los cuales leemos palabras como: horrendo, tremendo, tartáreo (en el sentido de infernal), espectros.
Los espectros están descritos desde lo físico (ojos huecos, dedos enjutos, manos siniestras, diestras, seca calavera), pues realmente no lo son, sino que más bien nos encontramos ante cadáveres que se mueven y por ello producen esas sensaciones que también están presentes en espantado o asombro. Evidentemente se busca un efecto físico que acreciente el terror más allá de la mera presencia de un fantasma incorpóreo. Casi podríamos hablar del interés por transformar lo fantástico en real por la corporeización de la imagen; esta es una técnica que utiliza Mary Shelley en su Frankenstein o el moderno Prometeo (1818).

Lo macabro

No está entre mis intereses nada más allá de presentar una curiosidad que para los especialistas en historia del léxico español no lo será. Una curiosidad que se genera en la aparición de una palabra que etimológicamente sigue manteniendo un cierto misterio y que, como tantas otras, es un ejemplo de la historia cultural española.
La palabra a la que quiero referirme es MACABRO. Quizá porque la aprendí en los tiempos en los que el mundo todavía era joven y la literatura romántica estallaba como una bomba en los estudiantes de BUP de Literatura Española; y me siguió durante los años universitarios, en la Facultad de Filología, cursando Árabe. Ahí apareció esa raíz que es QBR, que tiene que ver con el morir y la muerte; raíz a la que antecede el prefijo MA, ‘lugar’. De la unión de ambos Maqâbir, ‘cementerio’. Genial, conseguía entender de dónde procede uno de los vocablos que explicaba una de las características centrales del tardío romanticismo hispano. De hecho, uno de los primeros documentos en los que se lee es en Gustavo Adolfo Bécquer, que en 1870 publicó “Los ojos verdes”, una de sus más hermosas Leyendas.
García de Diego en su Diccionario etimológico español e hispánico sitúa el origen de Macabro en el árabe macbora. Sin embargo, Federico Corriente en el Diccionario de arabismos descarta tal procedencia.

¿De dónde, pues?
Corominas lo explica en detalle. Procede del francés Macabre, que se data en torno a 1376 en Danse macabre, texto que corresponde al género que también encuentra su manifestación hacia 1400 en Castilla, en la Danza de la Muerte. En Francia, este texto recibió previamente el nombre de Dance Macabré (hay un moro que así se llama en un cantar de gesta del siglo XII) o Danse Macabé. Macabré era un antropónimo usado en el norte de Francia. Pero no se conoce con certeza el motivo por el cual se aplicó este término a tal tipo literario. Corominas sigue explicando que tanto Macabré como Macabé pueden estar relacionados con los siete hermanos hebreos, los Macabeos que murieron hacia el 168 a.C. en rebeldía contra los helenos de la dinastía Seléucida. Desde tal recuerdo, en francés, se origina âbre macabre o âbre de Macabê, que hace referencia a un fenómeno meteorológico en el que unas pequeñas nubes se desprenden de otra mayor, como si danzasen.
El caso es que la palabra Macabre, en francés, queda restringida a estos contextos hasta el siglo XIX, cuando comienza a utilizarse de una manera más usual. Es bien conocida la influencia léxica que el francés tiene en la configuración del vocabulario hispánico. Aquí está otro de esos ejemplos. Pero ahí queda ese misterio del origen etimológico árabe, que el propio Corominas recuerda, en Cervantes como almacabra, cementerio moro (en Rinconete y Cortadillo). Quizá pudo pasar esta palabra árabe al francés y que en tierras galas se transformase por etimología popular y fusión con Macabeo; posible, pero difícil de defender, puesto que Macabre tiene un origen francés del norte, y allí la influencia árabe, en teoría, no es tan evidente (quizá tendríamos que recordar que muchos nobles caballeros de esta procedencia se mantuvieron durante meses en Ultramar durante la gesta de las cruzadas.
Sea así, se asá; ahí está el misterio que adorna, un poco más, nuestra lengua.

Acerca de lamansiondelgaviero

Escritor y amante de la literatura. Obras publicadas en kindle: "Realismo mágico y soledad, la narrativa de Haruki Murakami", "Castillos entre niebla", "Amadís de Gaula, adaptación", "El tiempo en el rostro, un libro de poesía", Álvaro Mutis, poesía y aventura", "Edición y estudio de Visto y Soñado de Luis Valera" y mis últimas publicaciones "Tratado de la Reintegración. Martines de Pasqually. Traducción de Hugo de Roccanera", "El Tarot de los Iluminadores de la Edad Media. Traducción de Hugo de Roccanera", La gran conquista de ultramar, versión modernizada en cuatro volúmenes.
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