De Cuaderno de caligrafía y vida de Antonio Joaquín González
Homenaje a Álvaro Mutis
en el Centenario de su nacimiento
Uno
Pasada la mitad del camino,
nuestra vida (Dante)
Sabrás que has cruzado una frontera,
una más, el día que descubras que te da igual
alargar el camino cinco minutos
para escuchar el trinar de los pájaros
entre la madreselva.
Cinco minutos, una eternidad, Leopardi,
Mutis o el monje Virila
perdidos en una mirada, pozo
más allá de la inocencia.
Sabrás que has cruzado una frontera,
ya sin retorno, cuando en la soledad,
de la meditación, una luz veas
y volutas de humo blanco.
Vela en la ventana del caravasar,
esencial hospitalidad para un espíritu vagabundo.
Sabrás que has cruzado una frontera
al interpretar un panfleto caído,
con palabras que no dice y tú sabes,
pues callar no significa obedecer,
callar es guardar esa libertad
que estaba al sur de la frontera.
Dos
A Álvaro Mutis
Vuelvo a leer ese relato.
Panamá, Maqroll y Larissa.
Villa Rosa
y el sol de la tarde, silencio de insectos,
música en la lejanía, saciedad del amor
en la tormenta del trópico,
es la luz de un tiempo nuevamente vivido.
Te vas de nuevo, Ilona, con la lluvia
que se anuncia en el horizonte
envuelta en un fuego que no entiende
tiempo, épocas, Venecia del XVI,
la caballería ligera de la Guardia,
caricias que fueron aprendidas
en el paso de los siglos,
ceremonia de la carne,
hospitalario sexo para el cautivo,
manos de fantasma que recobran la vida
rodeando unos senos palpitantes.
Y no me queda el recurso
de apurar el vaso de ron que queme
la garganta para cauterizar el sollozo
por tu muerte, Ilona.
Y no me queda ahora el recurso
de pensar que un día podré,
de nuevo, sentir el cálido saludo
de aquel que me llamó su hermano,
no de sangre, de tristezas aprendidas en Un bel morir.
Y no me queda ahora el recurso
de contemplar lejos el horizonte,
de llegar a la cascada de los Infiernos,
o adentrarme en Amirbar
en la ignorancia del tiempo.
Tres
Brisa de mar
«Le chair est triste, hélas»
(Versión del poema de Stéphane Mallarmé)
Hoy, la tristeza es la carne, todos los libros
ya han sido leídos.
Necesidad de huir lejos.
huir lejos
Huir.
Lejos, hasta donde sienta a las aves
ebrias de espumas,
hasta donde los cielos sean desconocidos.
Nada.
Nada.
Ni esos antiguos jardines
reflejados en mis pupilas.
Nada
retendrá a este corazón añorante
de una forja que es el mar.
Que despierte el sentimiento, la vida,
la fuerza en la fragua,
fuego, espuma, sol.
Nada
ni sa albura del papel
defendida por la lámpara,
solitario cerco de luz.
Nada
ni esa joven madre, casi adolescente
que, con seno desnudo, amamanta a su hijo.
Nada…
¡Partiré!
Lo repito
¡Partiré!
Steamer de oscilante mástil
recoge anclas.
Navega rumbo a las islas
lejanas, más allá de la última Thule,
donde el mapa solo es selva
y océano de monstruos,
blanco desconocido,
incógnita tierra.
Hastío que es desolación,
cruel esperanza del adiós definitivo.
Definitivo adiós de ondeantes pañuelos,
lo último que los ojos vislumbraron
en la distancia.
Quizá esta gavia, desafío al rayo,
arrogante al trueno,
esté llamada a rendirse en el naufragio
encarando la tormenta.
Quizá la nave, desarbolada quede pecio
entre corales
de la anhelada orilla.
Tierra fértil que permanece virgen
a los ojos muertos del ahogado.
Mas
mi pecho escucha el canto del marino,
hay que partir.
J´ai lu tous les livres,
mais
mi corazón comprende
el canto del marino.



























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