Dicen que al volver a acercarse a los clásicos es cuando el lector se percata de cómo ha pasado el tiempo y es capaz de encontrar sentidos nuevos tanto en la letra como en los espacios en blanco. No sólo sucede con la literatura reconocida en el canon de los especialistas. Todo lector tiene su propia lista y ésta no tiene que coincidir con las facilitadas ni por los gurús de la cultura, ni con la de los críticos especializados. También existe esa literatura, especialmente narrativa, que nace para ser consumida por el mismo placer de la lectura, sin mayores objetivos que el entregar al lector unas horas de apartamiento de las ocupaciones cotidianas.
El motivo de esta reflexión está en la relectura de El Vals Mefisto de Fred Mustad Stewart (The Mephisto Waltz, 1969) publicada en España en 1973.
¿Cuántos años han pasado desde que leí por primera vez esta novela? Más de treinta, seguro. Y, aunque ahora no ha quedado esa sensación ominosa que impregnaba la realidad, más allá del tiempo pasado ante las páginas abiertas, he de reconocer que la historia sigue atrapando y el tiempo pasa con rapidez ante el papel.
Se trata de una novela de satanismo, con todos los ingredientes que encontramos en otras ficciones de esos años, especialmente cinematográficas: La semilla del diablo de Roman Polansky (Rosemary’s Baby, 1968), en la cual el ambiente oscuro invade poco a poco desde lo social el espacio cotidiano de una pareja que ha vivido feliz hasta el momento. O La profecía de Richard Donner (The Omen, 1976) con esos perros negros como cancerberos de la maldad.
Más rasgos que definen este tipo de relato: la descripción de la ceremonia de magia negra aunque no sea detallada pretende fundamentarse en una serie de tratados, grimorios y ensayos históricos que son mencionados en una pincelada erudita con la cual esta literatura popular pretende poner el pie en la frontera que divide los géneros: aquí están Sadducismus Triunphatus de Joseph Clanvil; De la Démonomie des Sorciers de Jean Bodin; Discourse of the subtill practices of devilles de George Giffard; Satanism. Witchcratf de Jules Michelet, Lady Alice Kyteler; Illustria Miracula de Caesar von Heisterbach, Disquisiciones Magicae de Del Río; de Sprenger el Malleus Maleficarum. The Mannuals of the Monks Inquisitors of the Fifteenth and sixteenth Centuries; The books of Calls del inquisidor Matthew Hopkins, impreso en 1647.
El elemento sexual desde lo distorsionado y lo morboso tampoco es ajeno a ese tipo de relatos; en este caso el incesto. Los instrumentos dotados de virtudes mágicas. Los sueños que mezclan desde el onirismo la realidad con la ceremonia nefasta. El erotismo busca un expresión desde la sensorialidad que pretende ser exquisita en la enumeración de marcas de prendas de vestir o en los perfumes, cuya mención, por otra parte, tiene un significado argumental muy especial. Esta es la descripción de Roxana, la hija del afamado pianista Duncan Ely: “Roxanne llevaba un traje negro de raso al estilo de los primeros años treinta, que realzaba su espectacular figura. El blanco cutis de sus desnudos hombros, brazos y seno parecía casi marmóreo bajo el raso de color ébano y el rojo de sangre del brazalete de rubíes que le tintineaba en la muñeca. Daba la impresión de una madurez superior a su edad, de un atractivo espontáneo y de una sensualidad subyugadora. Aun cuando sus labios se fruncían en una sonrisa cordial, los ojos violetas tenían una mirada fría, y Paula, pensó que la observación de Myles estaba plenamente justificada… Roxanne te hacía sentir escalofríos”.
No podría ser de otro modo, en una novela como ésta, ha de aparecer el diablo encarnado, en este caso en un hombre que viste de negro, y descrito fundamentalmente desde el uso de un sombrero, un Derby del mismo color.
A lo largo de toda la obra, la música adquiere un protagonismo especial, desde el mismo título: el vals Mefisto (Franz Listz 1858-1862). El protagonista, además del famoso concertista Duncan Ely es Myles Clarkson, fracasado pianista en su juventud, pues abandonó su carrera ante las primeras críticas negativas, sin embargo posee unas manos descritas físicamente como privilegiadas. Esa fijación en una parte muy concreta del cuerpo es un elemento que caracteriza este tipo de relatos macabros. El interés por el cuerpo humano troceado marca las narraciones góticas en mayor o menor medida como instrumento muy apropiado para crear inquietud. Myles Clarkson sobrevive como periodista libre y espera poder escribir un día una novela que cambie su fortuna, en ello le apoya su esposa, Paula, la típica antiheroina de la narrativa popular que tendrá que enfrentarse a unas fuerzas malignas que la sobrepasan.
La música marca el desarrollo argumental desde la creación de un ambiente inquietante evidente en este fragmento en el que Paula contempla el piano de Duncan Ely: “Echó una mirada a las teclas de marfil, blancas y negras. En su mente danzaban las notas de apertura, los tresillos mordentes del Vals Mefisto. Dam dii dii, dam dii dii, dam dii dii. Recordaba la primera noche que oyó a Duncan tocarlo. En aquel piano, que entonces estaba en su casa. Con Roxanne sentada en su silla, y Robin a su lado, contemplando a su padre, mientras él extraía, hechizado, la música de cuerdas y macillos. Dam dii dii, dam dii dii, dam dii dii… Las brujas y los sátiros giraban en su demoníaca danza, mientras en alguna parte, Satanás, el príncipe de los ángeles rebeldes, mataba a Dios y se apoderaba del universo… Dam dii dii, dam dii dii, dam dii dii”.
No pretendo afirmar que Haruki Murakami leyese esta novela, pero es evidente que en El vals Mefisto nos encontramos con algunos elementos que aparecen en su narrativa; desde el personaje que ha fracasado en su carrera musical (Los años de peregrinación del chico sin color, Tokio Blues o Sputnik, mi amor) hasta esa presencia continua de una música dotada de una capacidad argumental anunciadora de lo terrible. No está de más, de todos modos, recordar la influencia, reconocida por el autor, de la literatura popular en la obra de Murakami, quizá en ello está la explicación de ciertos ambientes tan presente en su narrativa.