TRÍPTICO DE LA ALHAMBRA.
El “Tríptico de la Alhambra” nace desde una experiencia visitando el monumento Nazarí de Granada. Está compuesto por “En el Partal”, “Un gorrión entra en el Mexuar” y “En la Alcazaba”. Al igual que sucede en “Una calle de Córdoba” contiene la expresión de una experiencia de alumbramiento.
Comienza el viaje interior del poeta en el Partal, uno de los palacios que integran el conjunto Nazarí; de su estructura original se conserva sólo uno de los cuatro lados que lo formaban; de hecho “nunca pudo haber aquí un jardín en época árabe porque el lugar estaba ocupado por un palacio. Los arriates de boj de estilo renacentista no podían ser más incongruentes aunque convierten toda la exuberancia de un verano andaluz en algo tolerable, suavizando su duro perfil con un torrente de flores” (Zaki 1992:148). Este es el lugar que está visitando el poeta cuando surge la experiencia que hace nacer el poema. Más allá de una fiesta para los sentidos, aparentemente, no hay nada más en él, sin embargo, poco a poco se va desvelando un sentido que nos sitúa muy cerca de una emergencia de lo absoluto. Exteriormente, desde un punto de vista de la narración, nada extraordinario sucede en el poema: embriaguez de los sentidos en un lugar en el que no faltan ocasiones para ello y la mirada que Álvaro Mutis dirige a su esposa Carmen, la cual acaba de echar unas migas a los peces del estanque. Anécdota mínima, y, sin embargo, hay mucho más.
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