TRATADO DE LA REINTEGRACIÓN
MARTINES DE PASQUALLY
Antes del Tiempo, Dios emanó seres espirituales, para su propia gloria, en su inmensidad divina. Tales seres tenían que ejercer un culto que la Divinidad les fijó mediante leyes, preceptos y mandamientos eternos. Eran, por lo tanto, libres y distintos al Creador, así que no se puede negar el libre arbitrio con el que fueron emanados sin destruir la facultad, la propiedad y la virtud tanto espiritual como individual que necesitaban para obrar con exactitud en los límites en que debían ejercitar su potencial. Era, desde luego, en esos límites, en los que tales primeros seres espirituales debían rendir el culto para el que fueron emanados. Esos primeros seres no podían negar ni ignorar sus convenciones con las que el Creador los hiciera, dándoles leyes, preceptos y mandamientos, puesto que era únicamente sobre tales convenciones sobre las que se fundamentaba su emanación.
Os preguntaréis acerca de qué eran esos primeros seres antes de su emanación desde la divinidad, si existían o no existían. Existían en el ser de la Divinidad, mas sin distinción de acción, de pensamiento y de entendimiento específico propio. Podían actuar o sentir únicamente por la Voluntad del Ser Superior que los contenía, en cuyo interior todo se movía; lo que, verdaderamente, no puede ser definido como existir. Mientras tanto, esa existencia en Dios era de necesidad absoluta, era lo que constituía la inmensidad de la potencia divina. Dios no podría ser el padre o señor de todas las cosas, si no tuviese innata, en sí mismo, una fuente inagotable de seres que emanaba por su voluntad y cuando Él así lo decidió. Y, por esa multitud infinita de emanaciones de seres espirituales hacia el exterior, Él recibía el nombre de Creador; y sus obras, el de Creación divina, espiritual y ánima espiritual temporal.
Tratado de la Reintegración. Martines de Pasqually. Traducción de Hugo de Roccanera. Edición de Antonio Joaquín González. Kindle-Amazon
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