Iluminismo y revolución en el Caribe del siglo XVIII

El siglo de la luces (Alejo Carpentier)

El_siglo_de_las_luces_Alejo_CarpentierEl título de la novela de Alejo Carpentier El siglo de las luces (escrito entre 1956-1958 y publicado en 1962) se refiere a las tres luminarias que acotan el territorio de la oscuridad durante el siglo XVIII: la Libertad, la Razón y la Espiritualidad. Las tres van claramente unidas en el proceso de conocimiento que viven los tres personajes más importantes: Carlos, Sofía y Esteban, sin olvidar a los otros que aparecen en esta historia, algunos de ellos con un carácter bien definido, aunque en ellos también se produzcan algunos cambios significativos: el doctor Ogé, Caleb Dexter y, especialmente, el revolucionario jacobino Victor Hugues, el más claro representante de una revolución de luces y también de sombras como se hace evidente en la llegada al Caribe de la primera guillotina.

El cometido del presente artículo es hacer un recorrido, siquiera sea sucinto, por las menciones que, a lo largo de la novela, se hacen acerca de diversos movimientos espiritualistas, ocultistas, secretos e iluministas, como se prefiera; tomando, además, muy en cuenta la influencia que tales ideas pudieron tener en el desarrollo de los principios revolucionarios.

Desde un primer momento, la voluntad hermética del iluminismo dieciochesco en El siglo de las luces se hace evidente cuando Alejo Carpentier inicia su obra con un pórtico en el que se lee una frase del Zohar: “las palabras no caen en el vacío”.Masonería

El mito de la influencia de la Masonería en la revolución francesa es tan antiguo como la Revolución misma. La tesis fue planteada en 1791. La Masonería es un movimiento secreto (en el sentido de discreto), esotérico y filosófico cuyos fundamentos pueden contenerse en palabras como Tolerancia, Progreso, Igualdad, Libertad y Fraternidad, siendo estas tres últimas de la divisa de la Gran Logia de Francia. No puede confirmarse documentalmente un compromiso directo de la Masonería como institución con el desarrollo de los hechos que minaron los cimientos del Antiguo Régimen. Por otra parte, se hace difícil de entender el atroz baño de sangre y la crueldad que acompañaron a los acontecimientos revolucionarios, inexplicables desde los fundamentos en los que se asienta la Masonería. Sin embargo, esos mismos fundamentos son la semilla que plantada por distintos masones produciría esa nueva forma de contemplar el mundo. Y aquí es donde esas palabras que encabezan El siglo de las luces cobran un sentido especial. Ideas que nacen en las luces y penumbras de los Logias y siguiendo su eje se dispersan más allá de la puerta de los Templos.

La importancia de las sociedades secretas en el mundo de El siglo de las Luces se anuncia tempranamente, al poco de la aparición en La Habana de Victor Hugues, acompañado de palabras como Filántropo y acusado posteriormente de francmasón. También en ciertas menciones hechas a la profesión de Victor Hugues como contrabandista de telas; justifica este oficio como un modo de luchar contra la tiranía; telas llegadas desde Francia, compradas en las fábricas de sedas de Lyon de Jean Batiste Willermoz. Y este es uno de los nombres que debemos retener, pues fue mucho más que un comerciante.

La segunda mención importantísima que debemos retener es la de un tal Martínez Retrato_supuesto_Martínez_de_Pasqually_Isabel_González_Torrentsde Pasqually, “muerto en Saint Domingue algunos años antes, cuyas enseñanzas habían dejado huellas profundas en algunas mentes”, aunque para Victor Hugues este personaje era un farsante, descrito en los siguientes términos: “Quien pretendía establecer comunicaciones espirituales, por encima de las tierras y los mares, con sus discípulos, igualmente arrodillados, en ocasión de solsticios y equinoccios, sobre círculos mágicos trazados con tiza blanca, entre velas encendidas, signos de la kábala, humos aromáticos y otras escenografías asiáticas”. Aunque, inmediatamente, la respuesta a ello de Ogé explica que el cometido de todo ello era “desarrollar las fuerzas trascendentales dormidas en el hombre” ya que “Martínez de Pasqually explicaba que la evolución de la Humanidad era un acto colectivo y que, por lo tanto, la acción iniciada individual implicaba forzosamente la existencia de una acción social colectiva: quien más sabe más hará por sus semejantes”. Ante esta postura espiritualista de Ogé, la que implica un mayor compromiso con la acción de Víctor Hugues: “Empiecen por romper la cadenas”. Esta conversación tiene lugar en un ambiente en el que se está planteando la cuestión de la revolución.

Martínez de Pasqually es una de las figuras más importantes de la filosofía iluminista del siglo XVIII. De orígenes poco claros, por falta de una documentación fidedigna –tendremos oportunidad de tratar sobre estas cuestiones en artículos posteriores-, su carrera de taumaturgo y teúrgo se hace evidente hacia 1754. Su obra más importante, la única conocida, más allá de algunas de sus cartas conservadas, es el Traité de la Réintégration des étres dans leurs premières propiétés, vertus et puissance spirituelle et divine (Tratado de la Reintegración de los Seres en sus primeras propiedades, virtudes y poderes espirituales y divinos), que no sería impresa hasta 1899.

A partir de 1754, Martínez de Pasqually desarrolla una orden hermética, la de los Elus Cohen que se mantendría viva hasta 1781 cuando el Gran Maestre, sucesor del fundador, Sebastián Las Casas, cerrase oficialmente los Templos Elus Cohen, lo cual no significó, por otra parte, que su teurgia no perviviese.

En 1772, Martínez de Pasqually parte hacia la Isla de Santo Domingo. La razón: la necesidad de hacerse cargo de una herencia en las posesiones ultramarinas de Francia; así, al menos, ha sido explicado. Lo cierto es que durante dos años –su muerte sucede en 1774-, Martínez de Pasqually, además de seguir en contacto, por una correspondencia conservada con sus seguidores en Francia, organiza la Sociedad de los Elus Cohen en lo que actualmente es Haití.

Un magnífico resumen de la teoría sobre la que se fundamenta el pensamiento de Martínez de Pasqually lo podemos leer en estas palabras que pertenecen al Tratado de la Reintegración: “El hombre tenía las mismas virtudes y poderes que los primeros espíritus y, aunque fue emanado después que ellos, se convirtió en su superior y mayor gracias a su estado de gloria y a la fuerza del mandato recibido del Creador. Conocía perfectamente la necesidad de la creación universal, conocía también la utilidad y santidad de su propia emanación espiritual, así como la forma gloriosa de la que había sido revestido para actuar según la voluntad sobre formas corporales activas y pasivas. En este estado debía manifestar todos sus poderes frente a la creación universal, general y particular para mayor gloria del Creador”.

Desde las enseñanzas transmitidas por Martínez de Pasqually surgen, por un lado, el movimiento esotérico del Martinismo, debido a Louis Claude de Saint Martin y, por otro, una revolución en la organización del sistema de la Masonería, debido a Willermoz, el mismo que proveía de sedas a Víctor Hugues.

Todo ello es explicado en el momento en que Esteban llega a dilucidar cómo Víctor Hugues, que llegaría a ser uno de los más fervientes partidarios de Robespierre, entró en contacto con la Masonería

Logia“Juan Bautista Willermoz, su proveedor en sederías, Gran Canciller del Covent de las Galias, muy estimado por los Príncipes de Hesse, era el dirigente de una orden que había ido derivando hacia la mística y el orfismo por influencia de Martínez de Pasqually, el iluminado muerto en Saint-Domingue. El misterioso judío portugués había fundado capítulos en Port-au-Prince y en Leogane, ganándose las mentes de hombres como Ogé, llevados a las especulaciones esotéricas, pero defraudado, en sus disciplinas herméticas, a los que, como el exnegociante, eran más solicitados por un ideal de subversión política. Victor, respetuoso del inmenso prestigio de Willermoz como filántropo y como industrial –millares de obreros trabajaban en sus fábricas de Lyon- había aceptado los fundamentos de la doctrina, hincándose según el rito del Gran Oriente, pero negando (de ahí venían sus discusiones con Ogé) a aceptar las prácticas espiritualistas preconizadas por Martínez de Pasqually, aquel que se jactaba de establecer comunicaciones mentales a distancia, con sus discípulos de Europa”.

El ambiente de sociedades esotéricas, secretas, herméticas o iluministas, como se prefiera, está claramente expresado en las palabras con las que Ogé resume todo un mundo que enmarca el surgimiento del pensamiento revolucionario durante la travesía en el barco del capitán Caleb Dexter: “los portentos del magnetismo, de la quiebra de la psicología tradicional, o bien de las órdenes secretas que florecían en todas partes, bajo los nombres de Hermanos del Asia, Caballeros del Águila Negra, Electos Cohen, Filaletas, Iluminados de Aviñón, Hermanos de la Luz Verdadera, Filadelfos, Caballeros Rosa-Cruces y Caballeros del Templo, persiguiendo un ideal de igualdad y armonía, a la par que laboraban por el perfeccionamiento del Individuo, destinado a ascender con el auxilio de la Razón y de las Luces, hacia las esferas donde el ser humano veríase por siempre librado de temores y de dudas”.

Y así, después de todo un adoctrinamiento en el Caribe, Esteban llega a Francia, en el momento álgido de la revolución y allí es iniciado en la Logia de los Extranjeros. Ceremonia que es descrita por Alejo Carpentier en este fragmento

“Para él habían encendido el Templo, resplandeciente y arcano, donde, al fulgor de las espadas, le tocara andar, trémulo y deslumbrado, hacia las Columnas Jachim y Boaz, el Delta y el Tetragrama, el Sello de Salomón y la Estrella del Número de Oro. Allí estaban, envueltos en sus aureolas y emblemas, los Caballeros Kadosh y los Caballeros de la Rosacruz y los Caballeros de la Serpiente de Bronce y los Caballeros del Arca Real y los Príncipes del Tabernáculo y los Príncipes del Líbano y los Príncipes de Jerusalén, y el Gran Maestre Arquitecto y el Sublime príncipe del Real Secreto, hacia cuyos grados comenzaría la ascensión de quien, demudado por la emoción, sintiéndose indigno de tanto honor, avanzaba hacia los misterios del Grial, de la transformación de la Piedra Bruta en Piedra Cúbica, de la Resurrección del sol en la Acacia, en el seno de una Mapa_del_CaribeTradición conservada, recobrada que, retrocediendo vertiginosamente en el tiempo, alcanzaba las grandes ceremonias iniciáticas del Egipto, a través de Jacobo Boehme, las Bodas Químicas de Christian Rosencreutz y el Secreto de los Templarios. Esteban se había sentido Uno con el Todo, alumbrado, iluminado, ante el Arca que ahora había de edificar en su propio ser, a semejanza del Templo construido por el maestro Hiram-Abi. Estaba en el Centro del Cosmos; sobre su cabeza se abría el Firmamento, sus pies hollaban el camino que conduce del Occidente al Oriente. Salido de las sombras del Gabinete de Reflexión, desnudo el pecho en el lugar del corazón, desnuda la pierna derecha, descalzo el pie izquierdo, el Aprendiz había respondido a las tres preguntas rituales sobre lo que el Hombre debía a Dios, a Sí mismo y a los Demás, al cabo de las cuales se habían agrandado las luces, las altas luces de un Siglo hacia cuyo prodigioso acontecer había ido ciegamente, vendado, como arrastrado por una voluntad superior desde la tarde de los Grandes Incendios de Port-au-Prince”.

“Entendía ahora, el exacto sentido de la alucinada navegación –semejante a la de Perceval en busca de sí mismo- hacia la Ciudad Futura que, por una vez, no se había situado en América, como la de Tomás Moro o la de Campanella, sino en la propia cuna de la Filosofía”.

BarcosSin embargo, Esteban irá encontrándose en su camino con algunos hechos que le alejan poco a poco de aquellas ideas en las que, en un primer momento encontró la libertad y la explicación de la existencia. Ahí están los ejemplares de la Constitución encuadernados en piel humana o la sistemática utilización de la guillotina, primer símbolo de la libertad revolucionaria que llega a las posesiones ultramarinas de Francia, junto a la corrección del decreto por el cual se liberaba a todos los esclavos para poner nuevamente en cadenas a aquellos que había saboreado la libertad. Este desencanto no aleja a Esteban de la indagaciones espirituales, cada vez más simbólicas como muestra este pensamiento sobre Cristo que le alcanza en su regreso al Caribe: “era posible, sin embargo, que la crucifixión no hubiese sido el peor de los suplicios inventado por el hombre. Pero la Cruz era un Áncora y era un Árbol, y era necesario que el Hijo de Dios padeciera en su agonía sobre la forma que simbolizaba a la vez la Tierra y el Agua –la madera y el mar”.

Cuando Esteban ya ha renunciado interiormente a los principios de la revolución tal y como estos se están llevando a cabo, recuerda unas palabras que el doctor Ogé citaba de su maestro Martínez de Pasqually, “el ser humano sólo podría ser iluminado mediante el desarrollo de las facultades divinas dormidas en él por el predominio de la materia”. Para llegar a esta conclusión en cuyas palabras no puede definirse con más claridad esa relación que hay entre Revolución y Espíritu: “Esta vez la revolución ha fracasado. Acaso la próxima sea la buena. Pero, para agarrarme cuando estalle, tendrá que buscarme con linternas a mediodía. Cuidémonos de las palabras hermosas; de los Mundos Mejores creados por las palabras. Nuestra época sucumbe por un exceso de palabras. No hay más Tierra Prometida que la que el hombre puede encontrar en sí mismo”.El_Ermitaño_Tarot_Wirth

Acerca de lamansiondelgaviero

Escritor y amante de la literatura. Obras publicadas en kindle: "Realismo mágico y soledad, la narrativa de Haruki Murakami", "Castillos entre niebla", "Amadís de Gaula, adaptación", "El tiempo en el rostro, un libro de poesía", Álvaro Mutis, poesía y aventura", "Edición y estudio de Visto y Soñado de Luis Valera" y mis últimas publicaciones "Tratado de la Reintegración. Martines de Pasqually. Traducción de Hugo de Roccanera", "El Tarot de los Iluminadores de la Edad Media. Traducción de Hugo de Roccanera", La gran conquista de ultramar, versión modernizada en cuatro volúmenes.
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