Un comentario de texto
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre
Presentación.
El soneto que se va a comentar pertenece a uno de los más importantes poetas que ha dado la literatura española, tanto por la belleza de sus composiciones (desde un orden formal y temático) como por la revolución que supuso para las letras castellanas.
Introducción.
Garcilaso de la Vega (1501-1536) es el ejemplo de poeta cortesano, plenamente renacentista –habría que recordar la presencia de la mitología clásica grecorromana en su poesía, o el neoplatonismo subyacente en muchas de sus imágenes- pero a la vez muy relacionado con una tradición de carácter caballeresco, en consonancia con otros poetas anteriores como Jorge Manrique, a modo de ejemplo. En definitiva, en Garcilaso de la Vega se unen todos los valores que caracterizan el ideal de El Cortesano, tal y como fue definido por Baltasar de Castiglione. Garcilaso de la Vega fue un poeta, un hombre de su tiempo, el tiempo de Carlos I.
Determinación del tema
El tema de esta composición, del cual se tratará más por extenso a continuación, es una invitación a vivir el tiempo de la juventud, pues esta, con todas las maravillas que conlleva tendrá un fin. Junto a este tema principal se desarrolla otro que casi se podría considerar tan importante como el primero: la descripción del canon de belleza femenina característica del Renacimiento.
Estructura.
Por lo que respecta a la estructura del poema, hay que decir que corresponde plenamente con lo que es un soneto clásico, es decir cuatro estrofas: las dos primeras son dos cuartetos –con una estructura métrica de ABBA ABBA- y dos tercetos –CDE DCE.
Desde un punto de vista temático también se puede hacer una bimembración del soneto en una primera parte, la que coincide con los dos cuartetos, en la cual se describe un ideal de belleza femenina. Esta primera parte se podría considerar perfectamente como una introducción al tema central del poema, la caducidad de la vida y por lo tanto la perentoriedad de disfrutar los bienes que nos procura. El hecho de considerar esta primera parte como una introducción al tema central se fundamenta en el comienzo de ambos cuartetos: “En tanto que…”. Respecto a la segunda parte del contenido, el punto central, considerando el clímax temático del soneto, serían ambos tercetos, en el primero de ellos hay una invitación al disfrute de la juventud. El segundo terceto podría considerarse subordinado al anterior, casi como una parte independiente en la cual hay una profecía, que en realidad no es tal, pues siempre se cumple, el destino insalvable, la destrucción de la belleza.
Comentario crítico
Se desarrollará a continuación el comentario más detallado de los aspectos destacables contenidos en el poema de Garcilaso de la Vega.
Resulta interesante comenzar esta parte del comentario partiendo de la forma del poema. Ya se ha dicho con anterioridad que nos encontramos ante un soneto compuesto por dos cuartetos y dos tercetos. Los versos son endecasílabos. La estructura métrica es, por lo tanto, la que sigue: 11A 11B 11B 11A 11A 11B 11B 11A 11C 11D 11E 11D 11C 11E
No deja de ser importante comentar que con la poesía de Garcilaso de la Vega nos encontramos con uno de los primeros casos de endecasílabos y sonetos triunfantes en la Península Ibérica; después de algunos primeros intentos, que no consiguieron la perfección de la poesía de Garcilaso de la Vega, en el siglo XV (el caso del Marqués de Santillana, por ejemplo). El endecasílabo resultaba una medida versual excesivamente larga en su tempo para un oído acostumbrado al ritmo octosilábico (característico de la poesía tradicional española).
Tanto el soneto como el endecasílabo son dos manifiestaciones de la más pura poesía culta. Formas llegadas directamente de Italia; imitadas desde los sonetos de Petrarca. Cabría ahora recordar la relación surgida entre el embajador veneciano Andrea Navaggiero, el poeta Juan Boscán y el propio Garcilaso de la Vega en 1526, durante las fiestas celebradas en Granada, después de la boda del rey Carlos I con Isabel de Portugal. De esa amistad nació la invitación o el reto a llevar hasta el español las formas métricas características de la poesía italiana, ejemplificadas principalmente en el Cancionero de Petrarca.
Entre los distintos aspectos de orden lingüístico que se podrían comentar, me interesa destacar dos especialmente. El primero de ellos: la abundancia de adjetivos calificativos a lo largo del texto. Son destacables de manera especial los localizados en los cuartetos, puesto que es en ellos en los que se ubica la descripción de ese receptor femenino al que aparentemente se destina este soneto. El segundo aspecto relacionado con lo dicho antes tiene que ver con la presencia de una segunda persona verbal, primero en dos adjetivos determinativos (vuestro y vuestra), después en el imperativo coged del verso 9, con el que se abre el primer terceto. Los dos elementos lingüísticos mencionados –el primero morfológico, el segundo gramatical- nos están situando en un ámbito de una descripción un tanto especial. Es una descripción de persona, pero dirigida hacia esa misma persona, para que sea consciente de su belleza, de su juventud y actúe en consecuencia, y aquí es donde cabe ese imperativo que abre el primer terceto y que, de alguna manera origina todo el poema, como originó la composición de Ausonio “Collige virgo rosas”, que junto a Horacio (Carpe diem, Odas) actúan como principales tópicos con los cuales se relaciona el soneto de Garcilaso.
La descripción de la mujer que se puede extraer del soneto de Garcilaso de la Vega está muy relacionada con ciertas plasmaciones pictóricas que podemos contemplar en el Renacimiento. Podríamos citar, a modo de ejemplo El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli; El retrato de Giovanna Tornabuoni de Doménico Ghirlandaio o La Venus de Urbino de Tiziano. En todas estas obras se observa un arquetipo femenino muy en consonancia con el expuesto por Garcilaso de la Vega, dado que tanto él como los pintores mencionados se nutrieron de unas fuentes muy semejantes, las que originaron el movimiento denominado Renacimiento.
Garcilaso de la Vega comienza su descripción con una referencia a “la color del gesto”, el color del rostro, que él cifra en dos flores: la rosa y la azucena. La rosa roja de la pasión amorosa, refrenada por el blanco de la azucena (aunque esta también puede ser roja o anaranjada). Los mismos colores que encontramos en La Venus de Urbino de Tiziano. Unas mejillas encendidas con un cuerpo sumamente blanco. Esa unión de opuestos como puede ser la pasión con la pureza llega al Renacimiento desde la poesía cancioneril medieval (en la que el amor bien puede expresarse mediante la confrontación entre el fuego y el hielo).
La misma contraposición se va a localizar en los versos 3 y 4 del primer cuarteto, pero ahora referidos a la mirada; un mirar calificado como “ardiente” “honesto” en el cual las metáforas de la rosa y de la azucena han encontrado su adjetivo calificativo correspondiente.
La mirada, la fuerza de los ojos, a la que hace referencia el verso cuatro está relacionada con la teoría del enamoramiento que podemos encontrar en el Renacimiento. El amor como un espíritu sutil que atraviesa la parte más desprotegida de nuestro cuerpo, los ojos. También es plasmación de la importancia que tiene para el Neoplatonismo la luz; pues en realidad, Garcilaso de la Vega nos está planteando la existencia de una luz, “clara luz” que calma (“serena”) la tempestad. ¿A qué tempestad se está refiriendo el poeta? Bien podría estar relacionado con el poder de la mirada que tanto predicamento ha tenido desde la antigüedad (podemos encontrar un ejemplo magnífico de ello en el Tratado de fascinología o aojamiento de Enrique de Villena en el siglo XV hispano). Pero en este soneto, Garcilaso de la Vega más bien se refiere a la tempestad en la que se ahoga el enamorado cuando está lejos de la amada (cabría ahora recordar esos versos de Gustavo Adolfo Bécquer “por una mirada un mundo”). Así pues, con esta interpretación, el soneto de Garcilaso de la Vega se desvía un tanto de la interpretación sugerida. Ya no es una llamada desinteresada para que una mujer en el cenit de su belleza la disfrute. Es la llamada de un enamorado, hacia la mujer amada, esperando ser reconocido.
Todavía no han concluido los elementos descriptivos de la mujer, objeto de la invitación del poeta. Siguiendo con una descripción centrada en el rostro y cuello; Garcilaso de la Vega va a ceñirse ahora en el cabello, un cabello rubio, tan rubio “que en la vena del oro se escogió”. ¿Se deberá esto a que en la época del Renacimiento el canon de belleza consideraba que era superior el cabello rubio? Podría ser, basta con observar las diversas representaciones pictóricas que hemos mencionado antes. Pero en realidad va más allá. Este canon de belleza femenina tiene mucho que ver con la filosofía de la luz, de la clariad, del brillo, que nace del Neoplatonismo.
La descripción terminará en una alusión al cuello: blanco, enhiesto, el mismo que tiene Giovanna Tornabuoni en el retrato pintado por Domenico Ghirladaio. Un cuello que, en realidad, no tiene la misma importancia individualizada que el gesto, el mirar o el cabello. El cuello es un punto secundario en torno al cual el viento “mueve, esparce y desordena” el cabello, como sucede en El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli.
Al terminar los elementos descriptivos contenidos en los dos cuartetos del soneto, todo cambiará, después de un primer verso de transición que ya hemos comentado por su relación con dos de los tópicos renacentistas fundamentales, el collige virgo rosas de Ausonio y el carpe diem de Horacio.
Desde el verso 10, los conceptos de sublimación de la belleza que han aparecido mencionados con anterioridad, la realidad estética a la que el poeta se va referir, cambia radicalmente: el tiempo airado cubrirá de nieve la hermosa cumbre. Es decir, ese cabello rubio se transformará en blanco con el paso del tiempo. ¿Por qué airado? Puede ser en el sentido de furioso, dado que algo que destruye la belleza no puede ser ejemplo de bondad; pero también como sinónimo de “ligero”, que posteriormente utilizará el poeta.
La amenaza del paso del tiempo no queda en la blancura del cabello, sino que el mismo rojo del gesto, la rosa, se marchitará con el viento helado; pues todo lo cambiará la edad ligera, donde ligera cobra el sentido de rápida; el tiempo que corre presuroso, que más allá de la realidad es un tópico que aparece en la literatura renacentista desde las Bucólicas de Virgilio. Ahora bien, entre tanto cambio que origina el paso del tiempo hay algo que no ha de transformarse, su propia costumbre de demoler aquello que alguna vez fue bello.
Conclusión.
Ya para concluir, habrá que recordar algunos de los aspectos anteriormente tratados; aspectos que me llevan a considerar la alta calidad estética de este poema (no podría ser de otro modo dado que es uno de los mejores sonetos escritos por uno de los mayores poetas que ha dado la lengua española). El soneto alcanza su primera culminación en la literatura hispánica con Garcilaso de la Vega. En este soneto hemos tenido oportunidad de encontrarnos con algunos de los temas característicos de la literatura (también del arte renacentista): la descripción del arquetipo físico femenino del siglo XVI caracterizado por imágenes luminosas, relacionadas, a su vez, con el pensamiento neoplatónico. No podemos olvidar, por supuesto, la presencia de uno de los tópicos de la literatura renacentista, heredados desde la grecolatina clásica: el carpe diem horaciano o el collige virgo rosas de Ausonio como una invitación a celebrar la vida en su plenitud, bajo la cual se sugiere un sentimiento amoroso por parte de un poeta que está solicitando el amor de aquella mujer que ha descrito en un comienzo.