La leyenda del samurái

Los cuarenta y siete ronin

Carl Erik Rinsch (2013)

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Un muchacho desconocido, con rasgos mestizos, llega huyendo a las tierras de Ako; allí, el señor Asano lo acepta en el clan, aunque Kai siempre va a ser un extraño, como los demás, salvo el mismo señor y su hija, le hacen sentir. Un noble de las tierras cercanas quiere apoderarse del feudo de Ako, así que urde una traición en la que la brujería tendrá un protagonismo especial. La muerte por seppuku del señor Asano convierte a sus samuráis en ronin, guerreros sin señor. Durante un año van a organizar una venganza en la que el mestizo llegado de las tierras de los tengu va a ser una pieza clave.

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            Los sucesos en los que, desde muy lejos, se desarrolla La leyenda del samurái, ocurrieron entre 1698 y 1702. Cerca de aquellas fechas, Chikamatsu Monzaemon (1653-1724) se inspira en los hechos para escribir una obra de teatro kabuki; este tema llegaría a ser uno de los más reconocidos de la cultura japonesa. Posteriormente, Tamenaga Sunshui (1790-1843) escribiría un texto en prosa entre narrativa y crónica titulado Los cuarenta y siete ronin. La historia de los leales samuráis de Ako. Al final de esta novela podemos leer: “El recuerdo de sus sufrimientos, de su heroísmo y de su lealtad permanece grabado sobre una tablilla de oro y el tiempo, que casi todo lo borra, no hará sino aumentar la aureola de sus gloriosos nombres” (Ediciones Miraguano, 1999).

            Tal importancia alcanza este tema que muy pronto será conocido gracias a los escritos de los primeros viajeros occidentales por Japón, cuando el país acabe cediendo a la presión de Estados Unidos y abra sus fronteras cerradas desde el siglo XVII. Ahí está, al respecto, esa mención en la película al puerto de los holandeses, retratados como si fuesen unos monstruos llegados de la literatura fantástica. Casi podríamos decir que aquí el autor ha tomado la decisión de describir a los occidentales según unos paradigmas de ficcionalización del otro desde la mirada de unos japoneses que no conocían sino su propia realidad.

            En 1871, Algernon Bertran Freeman-Mitford publica su Tales of Old Japan, en la cual ya se hace referencia a la leyenda de los cuarenta y siete samuráis; Pierre Loti, en las crónicas de su estancia en Japón también escribe acerca de este ejemplo de moralidad y fidelidad llevadas hasta unos extremos desconocidos en Occidente, en torno a 1887. Entre los viajeros del mundo hispánico por Japón hay que mencionar al español Francisco de Reynoso con En la corte del Mikado (1904), obra en la que la exaltación de lo japonés le va a conducir a recordar la figura de los cuarenta y siete ronin, como sucedería con el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, el cual escribiría en sus crónicas periodísticas de 1905, recogidas en El Japón heroico y galante, las siguientes palabras:

“Desde las más oscuras teogonías de épocas fabulosas hasta los ejemplos actuales, todo es una lección de heroísmo. Todo habla del sacrificio de la existencia como de un acto natural […]. El tribunal del mikado los condenó a muerte. Ellos esperaban tal sentencia. La recibieron sonriendo, y sin esperar siquiera el fin del plazo que se les señalaba, se reunieron en la colina en que yacía enterrado su señor, y se abrieron el vientre a la manera clásica. Hoy los japoneses adoran a estos héroes como a sus más milagrosos santos, y los cuarenta y siete sepulcros que se alzan alrededor de la tumba principesca, forman un grupo de altares, ante los cuales todo buen súbdito del mikado jura imitar la sublime conducta de los ronin si un día las circunstancias lo obligan a ello”.

 9w3B4u6Ubwd3FonVMVyzgaiZwuZ           En Japón, la cuestión de los fieles guerreros de Ako ha permanecido viva en el cine. El año 1941, Kenji Mizoguchi filmó Los cuarenta y siete samuráis, y en 1962, Hiroshi Inagaki –uno de los directores cuya filmografía más se ha acercado al mundo de la ficción samurái- estrenó Cuarenta y siete ronin para la Compañía Tôhô. A esto hay que sumar la pervivencia del concepto del seppuku que ha dado lugar a películas como las de Masaki Kobayashi –con una magistral interpretación de Tatsuya Nakadai-, también del año 1962 (¿una coincidencia?); de este filme se realizó un remake en 2011 por Takashi Miike que no alcanzó las cotas artísticas de la primera.

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            En La leyenda del samurái, Carl Erik Rinsch se aproxima a la historia de los cuarenta y siete ronin desde unos paradigmas cinematográficos occidentales (si es que todavía puede hablarse de algo así) aunque intenta apoyarse, en algunos momentos de un modo muy evidente, en la estética japonesa. Así, la caza de la criatura del bosque recuerda a la que abre la magnífica obra de Akira Kurosawa Ran. La continua presencia de las flores de cerezo –que también nos acerca a otros momentos de la leyenda en el cine, especialmente en la versión de Hiroshi Inagaki- nos aproxima más al cine occidental cuando quiere retratar Japón en alguno de sus símbolos (recordemos la importancia que estas tienen en una película como El último samurái, Edward Zwick, 2003).

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            El paisaje (bosques, las tierras de la brujería de Kiru, el puerto holandés) responde a esquemas tanto de japonismo como del género fantástico occidental. El retrato del coliseo decadente del puerto holandés se aproxima a la estética de Mad Max. Y los seres fantásticos representan las creencias folclóricas japonesas. La bruja que puede adquirir la forma de una zorra, animal de los más misteriosos que encontramos en la mitología japonesa (recuérdese el primer episodio de los Sueños de Akira Kurosawa); y, por supuesto, los Tengu, seres fantásticos que corresponden a una espiritualidad ocultista muy cercana al misticismo de la espada, con el cual toda película de samuráis acaba encontrándose.

            En definitiva, una nueva versión de un tema antiguo en el cual se mezcla lo japonés y lo occidental.

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Acerca de lamansiondelgaviero

Escritor y amante de la literatura. Obras publicadas en kindle: "Realismo mágico y soledad, la narrativa de Haruki Murakami", "Castillos entre niebla", "Amadís de Gaula, adaptación", "El tiempo en el rostro, un libro de poesía", Álvaro Mutis, poesía y aventura", "Edición y estudio de Visto y Soñado de Luis Valera" y mis últimas publicaciones "Tratado de la Reintegración. Martines de Pasqually. Traducción de Hugo de Roccanera", "El Tarot de los Iluminadores de la Edad Media. Traducción de Hugo de Roccanera", La gran conquista de ultramar, versión modernizada en cuatro volúmenes.
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2 respuestas a La leyenda del samurái

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