Algunas miradas literarias de autores occidentales sobre Japón
Uno de los autores que en la segunda mitad del siglo XIX se acercó desde Occidente a Japón fue Pierre Loti con su Madame Crisantemo, obra que puede ser clasificada como diario de viaje, una visión muy personal del Japón con «un ingrediente lotiano y levemente morboso» (Villena 1986), rasgo, este último que define la literatura de Pierre Loti. Ya desde las primeras páginas de Madame Crisantemo nos vamos a encontrar con una mirada, focalizada a través de los ojos del marino protagonista, propia del exotismo japonés. Una observación que se centra en una naturaleza exuberante con sus montañas, sus árboles y sus rocas; una perspectiva un tanto idílica. Respecto a esto puede ser interesante comprobar cómo describen dos escritores sumamente distintos la visión de su primer día en Japón.
Pierre Loti en Madame Crisantemo
Toda esta naturaleza exuberante y fresca tenía en sí misma un exotismo japonés. Esto provenía de un no sé qué de extraño que tenían las cumbres de las montañas y, si así puede decirse, de la inverosimilitud de ciertas cosas, demasiado bonitas. Agrupábanse los árboles formando ramilletes con la misma gentileza preciosa que en las bandejas de laca. Grandes rocas surgían erguidas, en posturas exageradas, al lado de mamelones de formas suaves cubiertos de verdes céspedes: elementos dispares de paisaje se habían juntado como en los parajes de artificio.
Y Lafcadio Hearn en «Mi primer día en Oriente»
Hay en el aire matinal algún hechizo inefable, fresco con la frescura de la primavera japonesa y las ráfagas de viento del cono nevado del Fuji; un hechizo que quizás obedezca más a una suave luminosidad que a un tono definido; una limpidez atmosférica extraordinaria, con apenas una insinuación de tonos azules, a través de la cual los objetos más lejanos aparecen enfocados con una nitidez asombrosa. La calidez del sol es sólo agradable; la jinrikisha o kuruma es el vehículo más pequeño y acogedor que pueda imaginarse; y las imágenes callejeras, tal como se ven por encima del tambaleante sombrero blanco en forma de seta de mi conductor, poseen una fascinación de la que me parece que jamás podré cansarme.
Lafcadio Hearn llega a Yokohama el 4 de abril de 1890. En enero de 1891 contrae matrimonio con Koizumi Setsu la cual pertenecía a una familia samurai al borde de la miseria, aunque había tenido cierto prestigio cuando estaba al servicio del daimio de Matsue no supo adaptarse a las nuevas circunstancias políticas. Pronto, Hearn comienza a impartir clases de inglés en una escuela de Matsue (durante esa época se crearon muchas de ellas para formar a los japoneses en un momento en el que la relación con Occidente era considerada como sumamente importante). En 1896 le es concedida la ciudadanía japonesa; su nombre japonés será Koizumi Yakumo, así será conocido como un importante recopilador de cuentos tradicionales. Entre 1896 y 1903 será profesor de la universidad de Tokio, donde impartió clases de Literatura Inglesa. En 1904 murió en Tokio, sus cenizas fueron sepultadas siguiendo el ritual budista.
La obra de Lafcadio Hearn esta integrada por diversos títulos como: Stray Leaves from Strange Literature (1884), una colección de fábulas y leyendas, Gombo Zhêbes (1885), proverbios criollos de la América francesa, recopilados durante el tiempo que vivió en Nueva Orleáns, De 1887 es su recopilación de leyendas chinas con el título Some Chinese Ghosts; publicó también dos novelas cortas Chita (1888) y Youma (1890), un libro de experiencias Two Years in the French West Indies (1890) y numerosos artículos periodísticos, así como traducciones de Pierre Loti, Theòphile Gautier, Gustave Flaubert. Con todo su obra más reconocida es la que surgió de su contacto con Japón, sobre ella se ha escrito
Esta abarca ensayos generales sobre la cultura japonesa, impresiones de viaje, comentarios sobre poesía culta y popular, cuentos fantásticos que traducen antiguas leyendas, cuentos curiosamente realistas (especies de moeurs de province), apreciaciones sobre la crisis histórica vivida por el Japón de la era Meiji, sobre los peligros de la industrialización y sobre los eventuales conflictos con Occidente, vagas reflexiones filosóficas signadas por la presencia de Herbert Spencer, a quien admiró sin reservas y citó con abundancia (Gardini 1987).
La obra japonesa de Lafcadio Hearn está compuesta de los siguientes títulos: Glimpses of unfamiliar Japan (1894), Out of the East (1895), In Ghostly Japan (1899), Shadowings (1900), A Japanese Miscellany (1901), Kotto (1902), Japan: An Attempt at Interpretation (1904), de carácter póstumo son dos de sus más importantes recopilaciones de cuentos, también las más conocidas: Milky Way and Other Studies and Stories (1905) y Kokoro (1906).
Gardini (1987) resume el contenido de las tradiciones recopiladas por Lafcadio Hearn del siguiente modo:
Pájaros, insectos, plantas y árboles desempeñan un papel singular en las leyendas japonesas que Lafcadio Hearn reprodujo con lacónica exquisitez; son el centro de inspiración de esas fábulas pobladas por formas sujetas a perpetuas metamorfosis, ya impregnadas por la atmósfera siniestra que irradian criaturas reencarnadas en seres detestables, ya iluminadas por el etéreo resplandor que exhala Horai, el mágico país de las hadas.
En el prólogo a la edición inglesa del libro titulado Kwaidan (1901), Lafcadio Hearn escribió sobre cuál era el método de trabajo respecto a los cuentos que se contienen en la colección
Muchos de los siguiente kwaidan, o cuentos fantásticos, provienen de antiguos libros japoneses, tales como el Yaso-Kidan, el Bukkyo-Hay-Kwa-Zensho-Kokon-Chomoshu, el Tamá-Sudaré y el Hyaku-Monogatari; algunos de estos relatos son de origen chino, entre ellos el notable «Sueño de Akinosuké». Pero el narrador japonés, en cada caso, supo reformarlos y transmutarlos de tal manera que parecen locales. Uno muy curioso, «Yuki-Onna» fue referido por un labrador llamado Nishitamagori, de Chofu, provincia de Musashi, y decía que era una leyenda de su comarca natal. Ignoro si está escrito en japonés, pero las creencias extraordinarias reflejadas en dicho cuento por cierto existían en el Imperio de los Hijos del Sol, y en formas muy diversas. El incidente de «Riki-Baka» fue un hecho y una experiencia personal, y lo narro casi con fidelidad absoluta, cambiando apenas un nombre familiar mencionado por el narrador japonés (Hearn 1987).
Otras veces eran sus alumnos los que le contaban historias antiguas, o su misma esposa se las leía de libros antiguos. Partiendo de esos textos japoneses, de carácter básicamente oral, «Lafcadio Hearn supo verterlas [las leyendas] a una prosa inglesa cuyos rasgos distintos son la sonoridad y la transparencia, la claridad, la precisión y el dominio de la progresión narrativa, logradas gracias a una denodada búsqueda estilística que al fin desembocó en una afortunada sencillez» (Gardini 1987).
Juan Valera en la traducción que hace desde el inglés de dos cuentos japoneses, dice que le había sido enviada desde Japón toda una colección de este estilo. Es muy posible que tal recopilación fuese similar a la que hoy en día podemos leer traducida al español con el título de Kwaidan. Por este motivo me resulta bastante interesante mencionar cuáles son los principales temas que podemos encontrar en estos cuentos. «La historia de Mimi-Nashi-Hoichi» trata de un monje ciego que interpretaba maravillosamente los cantos épicos del enfrentamiento entre los Taira (Heiké) y los Minamoto (Genji). Cerca del lugar en el que sucedió la última batalla de ambos clanes, en Dan no Ura, se levantó un templo para que sirviese como lugar de paz para las almas de los muertos. Un día, Hoichi es llamado para interpretar su canto ante un poderoso señor al cual no conoce. Por supuesto no voy a desentrañar el final de la historia, una narración apasionante, pero sí diré que el elemento fantástico está perfectamente desarrollado. En «Oshidori» se cuenta la historia de un ave que simboliza el afecto conyugal y que sufre una desgracia; «La historia de O-Tei» es una narración de amor más allá de la muerte y cómo el afecto perdura a través de las reencarnaciones. «Jikininki» refiere el enfrentamiento de un sacerdote a un espíritu en pena que vive devorando los cadáveres. «Mujina» es uno de los mejores relatos fantásticos que contiene esta colección, con un final que en nada desmerece a los mejores relatos de terror con sorpresa al final. En «Rokuro-Kubi», algunos fantasmas tienen la fea costumbre de alimentarse con los seres humanos que pasan por sus dominios. En «El secreto de la muerta» una mujer fallecida aparece como fantasma en la casa donde vivía hasta que un monje descubre la razón. «Yuki-Onna» es la mujer de nieve, una hermosa mujer cuya ferocidad cuando se incumplen las promesas que se le han hecho es terrible. «La historia de Aoyagi» es la historia de un samurái que se casa con el espíritu de un sauce. «Jiu-Roku-Zakura» en el cual un hombre tenía tan buenos recuerdos de un cerezo que había pertenecido a su familia que se suicida y lo riega con su sangre cuando ve que el árbol se está secando, así le da la vida de nuevo. En «El sueño de Akinosuke» un hombre se duerme sobre un hormiguero y sueña que va al país de la maravilla, aunque en realidad está en un hormiguero como el que descubre debajo de él al despertar. «Riki Baka» es la historia de Riki el Simple, un hombre que siempre se mantuvo en la edad infantil y tras la muerte, al reencarnarse nace con la señal que se le hiciera al ser enterrado al final de su vida anterior. En «Ante la corte suprema», un kami consigue que una muchacha muera en lugar de otra, pero la corte suprema de los dioses no puede consentir esto. «La monja del templo de Amida» es la historia de una mujer que pierde la razón a la muerte de su esposo y su hijo; sus padres le hacen un pequeño monasterio para que no quede desamparada cuando ellos mueran. La sinrazón de la monja consiste en que le gusta jugar y vivir rodeada de cosas muy pequeñas. Los niños encuentran en el jardín del monasterio un lugar donde jugar a salvo y felices, incluso después de la muerte de la monja. «La doncella del espejo» cuenta la historia de un manantial encantado en el cual han muerto varias personas. «La historia de Kogi el Sacerdote» refiere la historia de un monje pintor que representa tan bien a los peces en sus cuadros que un día le es dado vivir la existencia de un pez. «La historia de Kwashin Koji» trata de un bondadoso anciano que recorría los pueblos narrando cómo era el infierno mediante un maravilloso retablo antiguo.
Aunque todos los cuentos mencionados sean sumamente interesantes, hay dos a los que tenemos que dedicar ahora una atención especial. El primero de ellos es «Horai». Horai es el país de las hadas. Lafcadio Hearn se inspira para la redacción de este cuento en un Kakémono (pintura sobre seda) titulada Shinkiro (espejismo) que tiene en su despacho. El relato, que más bien es una descripción, arranca con las siguientes palabras:
Visión azul de una profundidad que se ahonda en lo alto… el cielo y el mar intercambian mutuos fulgores. Un día de primavera, por la mañana. Sólo el cielo y el mar… vasta extensión de azur. En primer plano, las ondas captan un destello de plata, se arremolinan las hebras de espuma. Pero un poco más allá, no se vislumbra movimiento alguno, nada salvo el color; el cálido y tenue azul del agua que se dilata hasta confundirse con el azul del aire. No hay horizonte: sólo la distancia que se eleva al espacio, una cóncava infinitud que se ahueca sobre mí, una enormidad que se enarca sobre mí, el color que con la altura se torna más profundo. Mas en la azul lejanía pende una lánguida visión de torres palaciegas, de altos tejados filosos y curvados como lunas… sombras de un antiguo y extraño esplendor iluminado por un sol brumoso como la memoria.
Horai, que como se ha dicho es el País de las Hadas, tiene su origen en la cultura china del siglo II a.C., durante la dinastía Shin. Este país maravilloso es descrito de la siguiente manera
En Horai no existen la muerte o el dolor, y no existe el invierno. Allí jamás se marchitan las flores, jamás se pudren los frutos; y basta que un hombre pruebe una vez dichos frutos para que jamás vuelva a padecer el hambre o la sed. En Horai crecen las mágicas plantas So-rin-shi y Riku-go-aoi, y Ban-kon-to, que curan todas las enfermedades y también la hierba mágica Yo-shin-shi, que resucita a los muertos; y esa mágica hierba se alimenta de aguas encantadas, de las que basta beber un sorbo para obtener perpetua juventud. La gente de Horai come su arroz en unas escudillas muy pequeñas; pero el arroz jamás mengua, por mucho que uno coma, hasta que se haya satisfecho el apetito. Y toman el vino en copas muy, muy pequeñas, pero no hay hombre capaz de vaciarlas, por muy excesivamente que beba, antes de ser vencido por el plácido sueño de la ebriedad.
Además Horai también se caracteriza por su atmósfera muy peculiar
Gracias a ella el sol resplandece en Horai con una blancura ignorada en otros lugares, una luz láctea que jamás enceguece, muy tenue, aunque asombrosamente diáfana. Esa atmósfera no es de nuestro período humano; es muy antigua (a tal punto que sólo mencionar su antigüedad me aterra) y no es una combinación de nitrógeno y oxígeno. No está hecha de aire, sino de espíritu, la sustancia de miríadas y miríadas de generaciones de almas fundidas en una única y traslúcida extensión, las almas de gente que pensó de modos harto diversos de los nuestros. El mortal que inhale esa atmósfera comunica a su sangre la vibración de esos espíritus, y estos transmutan su percepción, remodelando sus nociones del Espacio y del Tiempo, de modo que dicho mortal sólo podrá ver como ellos veían y sentir como ellos sentían y pensar como ellos pensaban. Tales cambios de la percepción son suaves como el sueño
Y por último, el motivo por el cual nadie envejece en Horai.
Como en Horai nadie tiene conocimiento del mal, los corazones jamás envejecen. Y, siendo siempre jóvenes de corazón, los habitantes de Horai sonríen desde que nacen hasta que mueren, salvo cuando los Dioses les infligen algún dolor, y los rostros permanecen velados hasta que ese dolor se disipa. Toda la gente de Horai ama al prójimo y confía en él, tal como si todos integraran una sola familia; y la voz de las mujeres semeja el canto de un pájaro, porque sus corazones son ligeros como los de los pájaros, y el susurro de las mangas de las doncellas, cuando juegan, evoca fugaces y pesados aleteos
El otro cuento que aparece en el libro Kwaidan que nos interesa de una manera muy especial es el titulado «Urashima». Este cuento es parte de un artículo publicado en el Japan Weekly Mail, el 28 de julio de 1894, artículo titulado «The Dream of a Summer Day». Al principio de la narración, Lafcadio Hearn promete una historia inolvidable: «una vez que ustedes conozcan la historia, no la olvidarán jamás». La acción de narrar por parte del autor se sitúa en unos días en los que él permanece en la costa, cuya luz le sugiere el mundo fantástico, como en «Horai».
El propio Lafcadio Hearn señala que existen numerosas versiones del cuento «Urashima» pues es una historia de carácter popular que ha originado numerosas obras. Una muestra se encuentra en la colección de poemas de entre los siglos V a IX titulada Manyefushifu. El cuento también fue traducido al inglés; y Hearn menciona a Aston y a Chamberlain (The Classsical Poetry of the Japanese), el primero realizó una versión en prosa y el segundo tanto en prosa como en verso y otra para niños contenida en Japanese Fairy Tales series, con «dibujos deliciosamente coloreadas por artistas nativos». Este último libro es el que menciona Hearn como origen de su inspiración: «teniendo a la vista este libro, intentaré contar la leyenda una vez más, con mis propias palabras». Actuación que será coincidente con la seguida por Juan Valera en sus traducciones a las que nos referiremos en próximos artículos.
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