Una película de Akira Kurosawa
Dedicado a todos aquellos que, en silencio, transmiten su más profundo conocimiento
La película Barbarroja (Akahige, 1965) de Akira Kurosawa está basada en una colección de relatos de Shugoro Yamamoto (1903-1967). La historia se desarrolla en el Japón de finales del período Tokugawa, en el siglo XIX; su protagonista es un joven destinado a un hospital dirigido por el doctor Kyojo Niide, conocido como Barbarroja. Se relata aquí el proceso de aprendizaje de las verdades de la vida de Yasumoto, el cual regresa a Edo (Tokio) después de varios años de estudios en Nagasaki donde ha podido entrar en contacto con las técnicas médicas modernas occidentales.
La soberbia del joven que se sabe poseedor de unos conocimientos privilegiados, el desengaño amoroso que ha sufrido y la ambición que le lleva a querer una ocupación junto a los poderosos, todo ello, le lleva, en un principio, a despreciar el puesto que le ha sido designado. Sin embargo, el médico que dirige el hospital, cuyos principales pacientes viven en la más absoluta miseria, va a cambiar radicalmente el modo de ver la vida del joven Yasumoto. En este sentido, esta película de Akira Kurosawa se inscribe en una de las líneas argumentarles que caracterizan su filmografía: el aprendizaje para la vida, la búsqueda de la sinceridad y el progresivo acercamiento a la humanización de la persona en su faceta profesional; habría que recordar al respecto filmes como Sugata Sanshiro (1943), Perro rabioso (1949), Vivir (1952), Los siete samuráis (1954) y Sanjuro (1962).
Barbarroja marca una inflexión en la producción artística de Akira Kurosawa. En primer lugar, porque es la última película en la que el director recurre al actor Toshiro Mifune. En segundo, puesto que señala el final de su etapa estética de utilización del blanco y negro. Quizá habría que considerar que Barbarroja, desde lo visual y lo sentimental es uno de los puntos culminantes de la carrera del cineasta japonés, aunque esta discusión no tiene sentido a la hora de valorar uno más en una lista de filmes tan espectaculares como Los siete samuráis, Perro Rabioso, Yojimbo, Ran, Dersu Uzala, Los sueños, Trono de sangre, La fortaleza escondida, Rashomon…
Lo que sí que es cierto, es que Barbarroja alcanza lo más profundo del espectador, y buena parte de responsabilidad de esta sentimentalidad radica en una de las bases que caracterizan la estética de la cultura japonesa: el mono-no-aware; ¿En qué consiste?, la belleza que reside en la tristeza, pero no en un dolor vacío sino en la contemplación de la caducidad, la imperfección, la desgracia; no con una finalidad depresiva, pesimista, sádica o masoquista morbosa, sino como una provocación de nostalgia que lleva al compromiso hacia aquello efímero y profundamente humano que se contempla. Este es uno de los valores definidores de la cinematografía japonesa en general y de Akira Kurosawa en particular, baste recordar los títulos antes mencionados.
El principio de mono-no-aware se aleja de toda expresión controlada, del romanticismo más ñoño o de la crueldad más gratuita. De aquí esa tensión que se produce entre la tristeza de lo que sucede y el comportamiento del verdadero protagonista de Barbarroja, el doctor Niide, interpretado por un Toshiro Mifune que alcanza, en esta película, uno de sus puntos álgidos. Tensión que va a culminar en esa escena turbulenta que es el enfrentamiento de Niide con los proxenetas en el Barrio de prostitución, escena, por otra parte, coreografiada con el cuidado de un kata de Jiu-jitsu o de Aikido.