Lamento de Liselda

Sofia-Loren-El-CidCruel y duro caballero,
como la armadura que tu cuerpo cubre,
ante ti abro mi corazón
y tú te niegas tal regalo,
niegas recorrer mis níveos pechos
que mano alguna ha hollado;
niegas tomar mi boca
que traiciona mis ocultos pensamientos,
mis sentidos y deseos;
niegas soltar mi brial
para descubrir mi cuerpo desnudo
sólo visto por la fuente en que me baño.

Cruel y duro caballero
sin sentimientos más allá del cabalgar.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)Sophia-Loren-Jimena-El Cid

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Pinceladas de «ALVARO MUTIS, aventura y poesía.

Álvaro Mutis, aventura y poesía.

Retrato de la infanta Catalina Micaela. Sánchez Coello.Reales como la tierra en la que marcan sus pasos, con el poderío del paisaje que las rodea; mujeres de sueño y arte, pero también mujeres en las cuales confluye la literatura y la pintura, es el caso de Arlette, la francesa arquetipo de la literatura galante, o la infanta Catalina Micaela, hija del rey Felipe II, vislumbrada en un cuadro de Sánchez Coello, en el Museo del Prado. Mujeres que nacen más que de la realidad, de una manifestación artística ajena a la literatura; pero que cobran su misma existencia.

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Tú volverás. (Poema sobre la experiencia uliseica)

 

 

Ahora recuerdas aquel inmenso campo de viñas,
el hogar, tranquilidad
y el llanto de un niño, honda ternura.

La brisa que llega del cercano río,
ahora tan lejos.

Ahora que estás inmerso en la tormenta,
tu nave juguete de los vientos
y tus brazos amarrados.

Algo te llamó y tú te fuiste.

Pero volverás a encontrar tu destino
con la experiencia colmada
por otras tierras.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)tu-volveras-el-tiempo-en-el-rostro

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Del libro: Álvaro Mutis, aventura y poesía.

TIERRA ESPAÑOLA

Vela de Armas de don Quijote

Sin duda, el cuarto pilar (Norte de Europa francés, Colombia y México serán los otros tres) sobre el que se asienta la biografía poética de Álvaro Mutis se sitúa en la tierra española. Será un tema recurrente en su poesía, fundamentalmente desde su libro Los emisarios, en el cual la experiencia de recorrer España supone la asimilación de un pasado muy lejano, anterior a que el primer Mutis, aquel que acompañó a José Celestino Mutis, el botánico, en Nueva Granada, se asentase en aquellas tierras de América que llegarían, a no tardar, a ser Colombia. Viajar por España y estar en algunos lugares especialmente marcados desde lo sentimental; El Escorial, el Museo del Prado con esa presencia subyugadora de la infanta Catalina Micaela en el retrato pintado por Sánchez Coello; Santiago de Compostela, las numerosas estancias de la Alhambra, con un mensaje de reconocimiento de la propia personalidad, integrando un pasado leído en los ojos del gorrión del Mexuar; la iluminación cotidiana que lleva a la asimilación de un lugar propio en el mundo, en una pequeña calle cercana a la Mezquita de Córdoba; o el espaldarazo recibido ante la visión de ese arquetipo de lo hispánico que es don Quijote, vislumbrado durante su vela de armas en una venta de La Mancha; o el Cádiz que guarda viva la memoria de los Mutis. Así es desde lo poético; otros paisajes españoles aparecen descritos en la narrativa del ciclo de Maqroll el Gaviero. En una librería de viejo en el barrio gótico de Barcelona encuentra el narrador, alter ego del propio Mutis, la Enquête du Prévôt de Paris sur l’assassinat de Louis Duc d’Orleans (1865), en cuyo interior están, manuscritas, las hojas que contienen La Nieve del Almirante; en Barcelona, también ese mismo narrador será el salvador, en una de sus muchas caídas al infierno, de Maqroll, gracias a que en el Bar de Boadas, “en donde mi amigo Luis Palomares me había introducido con recomendación de que me atendieran especialmente” (1993:189), conoce a un funcionario del Consulado Británico, el cual será el factor fundamental para sacar de la cárcel al Gaviero, en Abdul Bashur, soñador de navíos. También Mallorca, y ahí están los territorios que pertenecieron en su tiempo a la Corona de Aragón, en “Jamil”, el último de los relatos que forman Tríptico de mar y tierra; en Pollensa se recluye el Gaviero para cuidar de unos astilleros prácticamente abandonados en un paisaje mediterráneo que está presente de continuo en su obra, en especial en la construcción del personaje de Abdul Bashur.El león de la Alhambra

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Cayo Aelio Galo en la Arabia Feliz (Año 25 a.C.)

Este calor sofocante.

Mis soldados han muerto. Dos legiones
perdidas en la inmensidad del desierto;
sus bruñidas armaduras,
las que lucían al salir de Egipto,
marcaron, como mojones, un camino.

La misma vía que lleva a la destrucción.

Yo quedo, solo.

Un oasis parece mi salvación,
pero simplemente prolonga mi agonía.

Augusto deseaba desde Roma
el incienso, el oro y la belleza
de Balkis, la reina de Saba,
cantada por Salomón, rey de judíos.

Tomamos al asalto Asca, Athrula;
fuimos derrotados por el sol
ante las murallas de Ma’rib.

Nómada, si encuentras mis palabras de sangre,
llévalas junto con mi espada,
ante Roma, ella te dará recompensa.

Era imposible.

Ciudadano romano soy,
muero en la arena.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)cesar-augusto-museo-del-teatro-romano-zaragoza

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Un poema (El tiempo en el rostro)

Siempre Córdoba me regala algo.

Hoy aroma de naranjas
que caen y cubren empedrado suelo.

Y un sol, medio oculto por las nubes,
el perfil del alminar dibuja.

Sentado
a los pies de este pilar,
me transformo en aire y sol.

Tres puertas quedan abiertas.

Fuera, una mujer aguarda
con la lluvia.

Desaparece el pensamiento.

Todo es silencio o cantar del pájaro solitario.

Siempre Córdoba me regala algo.

Hoy el aroma de naranjas.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)Naranja-abierta-y-flor-de-azahar-Rafael-Romero-Barros

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ÁLVARO MUTIS, POESÍA Y AVENTURA

UNA NUEVA PUBLICACIÓN (Amazon Kindle, Enero 2016)

MUTIS, POESÍA Y AVENTURA

Portada del libro Álvaro Mutis, poesía y aventura

Sin llegar a serlo, más allá de las figuras que conforman su literatura, y aunque su vida fuese un moverse continuo por los más diversos paisajes, sobre todo a consecuencia de lo que fueron sus trabajos; aunque su filosofía vital sí lo sea, tanto como su espíritu, en lo que hay de rebelde en ello; pese a todo lo dicho, no cabe considerar a Álvaro Mutis como un nómada, simplemente es que tardó en hallar cuál era realmente su anhelo: un lugar sobre la tierra que, en realidad, más bien es un estado interior de encuentro con el ser.

Caminante, en el sentido que a esta palabra da Antonio Machado, eso sí; porque manifiesta en sus escritos un recorrido por el mundo con los ojos bien abiertos ante las experiencias que le regalaban tanto la vida como las lecturas; un empaparse en cada sensación que más tarde será rememorada, trabajada en la soledad del estudio. Así corresponde al autor que ha de indagar en lo sublime, transformando un episodio contemplado en un símbolo, bien lo supo ver en su poesía Gustavo Adolfo Bécquer.

No se trató de vagabundear sin ton ni son; sino, mejor, de buscar la verdad en las distintas experiencias que brinda el recorrido de cada ser humano, de encontrarse con el significado que dote a la vida de un sentido pleno.

Álvaro MutisNo trotamundos, quizá sí nómada, si consideramos a éste como símbolo de esa búsqueda del caminante, aquél que recorre sendas y encuentra su sentido en el mismo transitar; amando todo aquello que merece ser amado, sin renunciar a ello porque llegue de nuevas –pocas veces repetirá sus amores sino es en la melancolía del recuerdo-; compartiendo mesa con igual dignidad en presencia de un vagabundo o de un rey.

Ese caminar está presente en su producción literaria y como tal hay que entender su obra. A ello dedicaremos este libro.

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El tiempo en el rostro, un poema.

Primavera

Cae la flor primera.
Vuelve a ser frío
en primavera, el sol.

 

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)

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Haiku del silencio

Alejado del camino.
Imperceptible, una gota
se desliza en la rama.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)

otoño-en-Zaragoza

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In Memoriam Álvaro Mutis

CÓRDOBA, UNA ILUMINACIÓN. SOBRE UN POEMA DE ÁLVARO MUTIS

Álvaro Mutis paseando por Turín. Bernardo Pérez

Álvaro Mutis paseando por Turín. Bernardo Pérez

Uno de los elementos caracterizadores de la poesía del escritor colombiano Álvaro Mutis es la llaneza en su lenguaje, la claridad en las palabras, la expresión que brota como un manantial y que cala tan hondo como la experiencia que relata. Lo descrito, lo narrado, lo vivido en cada uno de sus poemas transforma el mundo cotidiano en una iluminación. Nadie confunda esta palabra con el sentido exclusivamente religioso, salvo que considere la religión en su sentido etimológico de religare (volver a unir) porque en Álvaro Mutis la expresión trascendental no tiene que ir unida a un culto, a una visión del mundo mediatizada por un dios cuyas palabras son las de sacerdotes que nada saben salvo lo aprendido en libros. Álvaro Mutis va mucho más allá. Su mirada es trascendente de la vida cotidiana en la cual se hunde como raíz que busca los veneros más puros. Tales fuentes brotan a lo largo de la vida, y la de Álvaro Mutis ha recorrido caminos tan diversos que le ha permitido encontrarlas en los torrentes bulliciosos de las montañas ecuatorianas, en el aroma del café recién tostado de las haciendas en Colombia, en anocheceres mediterráneos en amena conversación, e incluso en el movimiento lánguido, hipnotizante y circular de las bellydancers que encarnan el eterno femenino en una percusión que adormece el sentido perpetuo de la muerte, la orfandad y el desarraigo; como el olvido que viene con la lluvia que todo lo limpia, que todo se lleva.

Un lenguaje llano, el de Álvaro Mutis que borra la diferenciación entre géneros literarios, que recobra el valor antiguo de la palabra y el de la experiencia. Esta deja de ser un mero transcurrir en el mundo para originar la visión, la transformación radical de lo contemplado, el cruce de una dimensión cuya frontera está muy dentro de uno mismo.

La mística para los griegos, tal y como lo explica la etimología, era aquello que acercaba a los Misterios, al secreto en el cual se indaga para encontrar la explicación de uno mismo, porque el final del laberinto mistérico es un espejo y en él sólo se refleja lo que uno lleva. En este sentido es mística la palabra de Álvaro Mutis y en ese mismo sentido la leemos en uno de sus poemas más impresionantes, más todavía escuchados en su voz tronante de profeta en un marco como el del Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba, así como el propio autor lo leyó hace ya unos años.

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