CERVANTES

UNA PELÍCULA DE AVENTURAS

Cartel-de-cervantes-1967Cuando un ser humano se convierte en arquetipo de una cultura, de un país o de un momento histórico, se transforma también en un mito; entonces, su vida deja de ser una mera biografía en la que sólo caben los datos documentalmente demostrables. Así sucede con la novela de Bruno Frank, publicada en 1934, A man called Cervantes. Ésta sirve como argumento para la película Cervantes, coproducción italiana, francesa y española, dirigida por Vicent Sherman en 1967, interpretada por Horst Buchholz (Miguel de Cervantes), Gina Lollobrigida (Giulia), José Ferrer (Hasán Bajá), Louis Jourdan (Cardenal Acquaviva), Francisco Raval (hermano de Miguel), Fernando Rey (Felipe II) y Soledad Miranda (Nea)            Horst-buchholz-como-cervantesDesde una clave de película de aventuras, en Cervantes se relatan los años en la vida de Miguel de Cervantes desde el momento en que entra al servicio del Cardenal Acquaviva, hasta que es liberado de su cautiverio en Argel.

Contada desde la ficción en la que se convierten las vidas reales de los mitos, Vicent Sherman quiere mostrar desde el primer momento el que fue uno de los principios que rigen la obra de Miguel de Cervantes: la Libertad. Al principio de la película, de hecho, se citan esas palabras de don Quijote que son una de las más grandes definiciones de la necesidad que el ser humano tiene de la Libertad:

“La libertad, Sancho, es uno de los preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” (Capítulo LVIII, Segunda Parte).

Batalla-de-lepanto-en-la-pelicula-cervantes-1967Miguel de Cervantes es en esta película un aventurero de capa y espada: duelos, batallas –la de Lepanto, especialmente-, valentía, rebeldía y amores con una cortesana veneciana, Giulia, o una esclava en Argel, Nea. Alejado, desde luego, de ese personaje sombrío con el que se le suele representar.

A todo ello hay que unir la altiva presencia de Fernando Rey como Felipe II o la de Louis Jourdan en su papel de cardenal Acquaviva, y unos paisajes que pretendían presentar ante un público internacional, una España monumental que había encontrado una de sus principales industrias en el Turismo; el palacio de Hasán Bajá en Argel es la Alhambra.

Aunque no sea la verdad absoluta, está bien contada, para aquellos que se sientan atraídos por los sentimientos que provoca un filme clásico de aventuras; y hasta, quizá, podamos entender un poco más la figura de ese autor universal que tan mal tratado ha sido en la cinematografía española.Cartel-de-la-pelicula-cervantes-1967

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Comentario del Eclesiastés

VANIDAD DE VANIDADES, TODO ES VANIDAD.

“¡Vanidad de vanidades! –dice Qohelet-,
¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!
¿Qué saca el hombre de todas la fatigas
que lo agotan bajo el sol?
Generación va, generación viene,
la tierra siempre está quieta.
Sale el sol, se pone el sol,
jadea hacia su puesto; de allí vuelve a salir.
Camina al sur, gira al norte,
gira y gira y camina al viento.
Todos los ríos caminan al mar,
y el mar no se llena.
Del sitio adonde llegan los ríos
de allí vuelven a caminar.
Lo que fue, eso será; lo que pasó, pasará;
nada hay nuevo bajo el sol.
Si de algo se dice: “mira, esto es nuevo”,
ya sucedió antes de nosotros.
nadie se acuerda de los pasados,
y lo mismo pasará con los futuros:
no los recordarán sus sucesores”.

Antología de la poesía hebrea. Fundación Teresa de Jesús.

menorahEstos versos del Eclesiastés ejemplifican el género sapiencial o didáctico que encontramos en el Antiguo Testamento. La enseñanza que transmiten bien podría resumirse como la necesidad de no aferrarse a nada que tenga que ver con la existencia terrenal, pues todo pasa y de nada ha de quedar memoria. El transcurrir del tiempo hace que todas las preocupaciones de la vida, ni la riqueza ni el conocimiento, sirvan para nada, pues todo es vanidad, todo se encamina a la muerte, la cual desdibuja los senderos que han podido ser trazados por sea quien sea que los haya recorrido. A la vez, también es vanidad considerarse como un individuo claramente perfilado, con unas experiencias que son propias puesto que la eternidad está marcada por la repetición, por los ciclos que hacen que todo que es, ya haya sido o pueda volver a ser. Así que, el ser humano concreto no es importante; su historia se borrará y, además, vendrán otros que consigan los mismos logros.

toledo-santa-maria-la-blancaEstos dos principios son característicos de la literatura hebrea antigua, marcada por el fatalismo que supone la aceptación de un Dios omnipotente y omnipresente en cada uno de los pasos de la Creación. Tal cosa se hace evidente desde el primer momento del Génesis, cuando Todo es una manifestación de la voluntad divina y se concretará cuando, llamando a Abraham, éste seguido por el que pasa a ser el “Pueblo Elegido”, abandona su país para ir a buscar una tierra prometida a la que los hebreos todavía tardarán siglos en llegar. Del mismo modo, también es característica del mundo judío –y por lo tanto del Antiguo Testamento-, la visión cíclica de la eternidad. Aunque este rasgo es compartido por numerosas tradiciones (casi cabría decir que el ser humano contempla la existencia desde lo cíclico). En el caso de la literatura hebrea esa repetición de los tiempos ya se hace evidente desde el primer libro que forma la Tora. En el Génesis asistimos a la Creación y al Diluvio, que es destrucción, después de la cual vuelve a suceder el desarrollarse de un mundo nuevo; la salida de Abraham hacia la Tierra Prometida será como el Éxodo del pueblo judío, encabezado por Moisés hasta llegar a Canaán; y la huida de Egipto como el retorno a Jerusalén después del cautiverio en Babilonia. Nacimiento, muerte; noche, día; oscuridad, claridad; tristeza, alegría; ciclos que se repiten una y otra vez; el eterno retorno, del que habló el gran historiador de las religiones que fue Mircea Eliade, es lo que marca este fragmento del Eclesiastés, teñido, además, por la negación, la nada, el nihilismo que cae como una losa sobre la existencia humana y sobre toda la creación.expulsion-del-paraisoEl texto aparece marcado en su principio por exclamaciones y una interrogación retórica que son expresión de sentimientos para captar la atención de un receptor al cual la verdad que se va a transmitir interesa de una manera especial. Todo es vanidad, es ese mensaje, una enseñanza para la vida, rasgo que define la literatura sapiencial.

Desde el punto de vista del ser humano, la consideración de la vida como vanidad, supone una negación de la realidad que pasa a ser algo relativo ante la omnipotencia de un Dios que marca el principio, el final y el destino posterior a la muerte.

sinagoga-de-cordobaAunque el Eclesiastés pertenezca a la tradición literaria hebrea, ésta marca directamente la evolución de la cultura occidental, especialmente la monoteísta que se desarrolla en las orillas del Mediterráneo –sea esta la judía, la cristiana o la musulmana-. Habrá que esperar hasta el siglo XV para que toda esa visión negadora del valor de la vida humana –y de toda la creación- comience a cambiar, cuando el geocentrismo dé paso al antropocentrismo del Renacimiento, que en el caso de la Literatura Española comienza a vislumbrarse en la segunda mitad del siglo XV con las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique; en estos poemas ya se anuncia la posibilidad de una pervivencia más allá de la esencia que es el alma, un sobrevivir de las experiencias humanas, de lo que ha sido la persona, en la idea de la Fama, la cual deshace ese cataclismo que es la muerte como entrada en el olvido que es la nada, aunque ésta se interpreta como la repetición cíclica o como vanidad.

El Eclesiastés define la vida desde una serie de consideraciones que, desde luego, son judías, pero no hay que olvidar que también son aceptadas por los cristianos, cuyo libro canónico, la Biblia contiene el Antiguo Testamento (la Tanaj hebrea) y el Nuevo Testamento –este escrito en griego y en buena medida ajeno a la tradición judía, con una idea radicalmente distinta de la Divinidad-. Tales rasgos son la visión de la vida como una fatiga –la maldición del trabajo y el dolor del existir consecuencia de la maldición que acompañó a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso-, el perpetuo movimiento, cíclico y eterno, ejemplificado en el del sol, porque en la concepción hebrea es el sol el que se mueve, con un discurrir que hace que todo haya sido y nada pueda ser nuevo, hasta desembocar en la aseveración absoluta de que la muerte es total pues “Nadie se acuerda de los pasados”.

danza-de-la-muerteEn el comentario de este poema requiere prestar atención, también, a la expresión de la temporalidad, que, desde un punto de vista técnico se ve reflejada en el uso de repeticiones y paralelismos, tanto como en las enumeraciones yuxtapuestas que se complementan en una serie de coordinadas. Tiempo hay también en la alusión a una naturaleza que parece que es eterna, aunque su continuo movimiento es ejemplificado por el sol, el viento y los ríos, que como en la copla manriqueña (III de la elegía a la muerte de su padre), también van a desembocar en el mar, que es el morir. La eternidad de la naturaleza es sólo aparente, pues los elementos están regidos por el movimiento; afirmación que corresponde plenamente con un ambiente de teocentrismo como es el judío, en el cual la inalterabilidad y lo absoluto toca, exclusivamente, a la figura de Dios, centro inmóvil del que procede todo, y en todo está, aunque no aparezca mencionado en estos versos.

separar-la-luz-de-las-tinieblasEstos versículos del Eclesiastés dejan huella en el poema compuesto en castellano, en el siglo XV, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique (1440-1479)

Coplas que hizo don Jorge Manrique a la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique su padre

I

 Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuánd presto se va el placer,
cómo después de acordado
da dolor,
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

 II

 Y pues vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera.

jorge-manriqueSin embargo, esta elegía, que es de las más importantes de la literatura española (la otra bien podría ser “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de Federico García Lorca) da un salto muy relevante, característico del mundo del siglo XV, una época en la que se producen cambios muy significativos en la interpretación del mundo. Esa variación es la posibilidad de que la persona perviva gracias al recuerdo de la fama; lo cual choca con los tres versos finales del fragmento del comentado del Eclesiastés:

“Nadie se acuerda de los pasados
y lo mismo pasará con los futuros:
no los recordarán sus sucesores”.

En contraste con ella, esta copla manriqueña

XXXV

 -No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan gloriosa
acá dexáis;
aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera,
mas con todo es muy mejor
que la otra temporal,
pereçedera.

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Del libro: Álvaro Mutis, aventura y poesía.

PREMIOS EN ESPAÑA

Premio Cervantes 2001En relación con este mundo español; ser galardonado con dos premios que reciben el nombre de miembros destacados de la Familia Real no es nada baladí para alguien que se confiesa “monárquico, porque no concibo que se pueda obedecer a ningún poder que no tenga un origen trascendente. Uno no puede obedecer reglas inventadas por los hombres. En cambio, a alguien que ha sido ungido por Dios para gobernar a los hombres, lo entiendo, lo acato, y sus leyes son para mí la norma. Que en nuestros tiempos sea imposible cumplir ese ideal es culpa de los tiempos, no culpa mía. Legitimista, porque si se es monárquico como yo lo soy, hay que aceptar en su plenitud la noción y el concepto de monarquía” (Cobo Borda 1981:56). Y así sucedió en 1997 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y con el Príncipe de Asturias de las Letras. Veamos qué información sobre la personalidad y la vida del autor podemos extraer de sendos discursos con motivo de su recepción. En pocos meses, y en España, Álvaro Mutis recibe dos importantes premios, el primero en Oviedo, el 24 de octubre de 1997, el Príncipe de Asturias de las Letras; un mes después el 26 de noviembre, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en Madrid. En los discursos que acompañan a los respectivos actos de entrega, el galardonado hará referencia a unos sentimientos que van más allá del orgullo que supone ser acreedor de tales menciones, unos sentimientos en los que está muy presente España; por el recuerdo de una genealogía cuyo tronco se sitúa en Cádiz, en la familia de los Mutis; por la evocación del papel tan importante que España ha cumplido tanto en la historia como en las letras de Occidente.

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Del libro: Álvaro Mutis, aventura y poesía.

ÁLVARO MUTIS Y SIMÓN BOLÍVAR.

simon-bolivarLa mirada de Álvaro Mutis hacia Simón Bolívar está cercana a la de uno de los más grandes escritores de Hispanoamérica, el ecuatoriano Juan Montalvo, el cual escribió acerca del Libertador en sus Siete tratados (1882): “Fundadas dos naciones en el Perú, tornó Bolívar a Colombia: el reinado de los favores había concluido, principió el de la ingratitud. Cuando su espada no fue necesaria, vino su poder en disminución, y tanto subieron de punto la envidia y la maldad, que apenas hubo quien no acometiese a desconocerle e insultarle. Y cinco repúblicas estaban ahí declarando deber la existencia al hombre a quien con descaro inaudito llamaban monarquista los demagogos de mala fe, y tachaban de aspirar a la corona” (II, p. 146). Y también, Juan Montalvo mostró su interés por el modelo de la Libertad que fue Antonio José de Sucre, sobre él leemos en Siete tratados, en el dedicado a los “Héroes de la emancipación”: “El más modesto de los grandes hombres, el más generoso de los vencedores, el más desprendido de los ciudadanos: Sucre, varón rarísimo que supo unir en celestial consorcio las hazañas con las virtudes, el estudio con la guerra, el cariño a sus semejantes con la gloria. Puñal para Sucre, el guerrero que comparece en la montaña, cual si bajase del cielo, y cae y revienta en mil rayos sobre los enemigos de América; Sucre, el vencedor del Pichincha, el héroe de Ayacucho, el brazo de Bolívar; puñal para Sucre, esto es, puñal para el honor, puñal para el valor, puñal para la magnanimidad, puñal para la virtud, puñal para la gloria. ¡Americanos!, ese golpe de sangre que os inunda el rostro en ondas purpurinas es vuestro salvador” (p. 95). Álvaro Mutis que se une a esta expresión de respetuoso fervor hacia la figura de Antonio José de Sucre que sale mejor parado en la Historia que el gran Libertador; en su boca pone estas palabras: “Siempre iluso, siempre generoso, siempre crédulo, siempre dispuesto a reconocer en las gentes las mejores virtudes, las mismas que él sin notarlo, sin proponérselo, cultivaba en sí mismo tan hermosamente. Berruecos… Berruecos… Un paso oscuro en la cordillera. Un monte sombrío…” (“El último rostro”, p. 137).Antonio José de Sucre, Mariscal de Ayacucho

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TRÍPTICO DE LA ALHAMBRA.

Joaquín Sorolla. Patio de ComaresEl “Tríptico de la Alhambra” nace desde una experiencia visitando el monumento Nazarí de Granada. Está compuesto por “En el Partal”, “Un gorrión entra en el Mexuar” y “En la Alcazaba”. Al igual que sucede en “Una calle de Córdoba” contiene la expresión de una experiencia de alumbramiento.

Comienza el viaje interior del poeta en el Partal, uno de los palacios que integran el conjunto Nazarí; de su estructura original se conserva sólo uno de los cuatro lados que lo formaban; de hecho “nunca pudo haber aquí un jardín en época árabe porque el lugar estaba ocupado por un palacio. Los arriates de boj de estilo renacentista no podían ser más incongruentes aunque convierten toda la exuberancia de un verano andaluz en algo tolerable, suavizando su duro perfil con un torrente de flores” (Zaki 1992:148). Este es el lugar que está visitando el poeta cuando surge la experiencia que hace nacer el poema. Más allá de una fiesta para los sentidos, aparentemente, no hay nada más en él, sin embargo, poco a poco se va desvelando un sentido que nos sitúa muy cerca de una emergencia de lo absoluto. Exteriormente, desde un punto de vista de la narración, nada extraordinario sucede en el poema: embriaguez de los sentidos en un lugar en el que no faltan ocasiones para ello y la mirada que Álvaro Mutis dirige a su esposa Carmen, la cual acaba de echar unas migas a los peces del estanque. Anécdota mínima, y, sin embargo, hay mucho más.

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LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL

Castillo de LoarreUna de las características que han marcado en todo momento la visión del Oriente es su sello como una tierra propicia para una experiencia espiritual, de iluminación, si se prefiere; en buena medida, la literatura de Álvaro Mutis persigue una mística a la que muy bien podría dársele el nombre de laica, una mística que tiene más que ver con el conocimiento de la propia esencia que con la unión a una divinidad que no está presente. Uno de esos momentos de iluminación es descrito por el escritor con las siguientes palabras, que desde un principio nos sitúan en el ámbito del Próximo Oriente, en un tiempo rememorado que, por otra parte, es muy del gusto de Mutis: “En el Crac de los Caballeros de Rodas, cuyas ruinas se levantan en un acantilado cerca de Trípoli, hay una tumba anónima que tiene la siguiente inscripción: <No era aquí>. No hay día en que no medite en estas palabras. Son tan claras y al mismo tiempo encierran todo el misterio que nos es dado soportar” (La Nieve del Almirante, p. 31). Palabras que, además, nos hablan del sentido tan especial que alcanzan las iluminaciones en su obra, como expresión de una filosofía del desencanto.Ventana. Castillo de Loarre

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SUSANA

Susana. Demonio y Carne. Luis BuñuelSusana, la protagonista, interpretada, en una exuberancia bien aprovechada en los fotogramas, por Rosita Quintana, es una muchacha que milagrosamente consigue escapar del reformatorio –y lo de milagrosamente debe entenderse en su valor propio-. No sabemos nada de su pasado, en ningún momento se dice qué delito ha cometido, simplemente se afirma que es una mujer peligrosa. Y así se va a mostrar a lo largo de toda la película, pues Susana trastoca totalmente el orden de una hacienda a la que llega. Una finca que está descrita desde los principios que definen el espacio del melodrama ranchero, género característico del cine mexicano (Allá en el rancho grande con Jorge Negrete o Cuando lloran los valientes con Pedro Infante). El desorden que origina la aparición de Susana, en una noche con lluvia torrencial y tormenta terrible, es la consecuencia de una fingida inocencia y de la perversidad de Susana, desde las cuales nace el deseo que viene a ser la fuerza capaz de revolucionar el orden establecido. El mismo principio que teóricamente guía las escabrosas producciones literarias del Marqués de Sade. Esa fuerza del deseo va a transformar el comportamiento del fiel capataz, del marido íntegro y del inocente hijo; hasta de una comedida esposa que acabará fustigando con un tan desmesurado como esperpéntico gesto, a la mujer que hasta en el significado de su nombre miente.Susana. Demonio y Carne

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Ulises, sin sospecharlo, va a encontrarse con Circe

Aida-en-madera-Pastelería-Fantova-ZaragozaFue la guerra.

Cuando cayeron las murallas de Ilión,
cuando se apagaron las brasas de lo que fue Troya.

Fue entonces.

Ulises pensó en regresar a su hogar.

Pero, poco a poco, más lejana le parecía Ítaca.
Perdido, en la oscuridad de una carretera,
sin tráfico que le acompañase,
sólo silencio y rugir del motor,
solo al volante, como timón.

Y los vientos llevaron su nave
hacia unos ojos como de Atenea,
parpadeante neón de multicolor.

Y, allí, como una Epifanía
se encontró con la negra flor.

Circe, que había mudado de piel,
apenas cubierta de transparente seda.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)La-Odisea

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Guillermo de Poitiers

Guillermo de Poitiers se extasía escuchando una de sus canciones en boca de una juglaresa mora

Recién llegado de su tierra, el duque de Aquitania saborea las delicias de una ciudad recién conquistada, Saraqusta, la Medina al-Baida, la de los blancos muros.

patio-de-santa-isabel-la-aljaferia-zaragozaAlfonso el Batallador solicitó su ayuda. Los almorávides, fieros guerreros del sol del desierto, organizan la ofensiva, quieren recuperar aquellas tierras que fueron del Islam.

No falta mucho para la batalla; los ánimos están exaltados y la belleza del lugar satura los sentidos.

Guillermo de Poitiers entra en el Palacio de la Aljafería.

Estrechos corredores, mal iluminados, dejan paso a un gran patio.

Y se encuentra con el brillo de luz reflejada en un estanque de mármol y el recubrimiento de oro de las paredes.

Y cuando todos se han sentado, sobre mullidos cojines, aparece Warda, la poetisa y cantante.

Por ella pagarían un reino, un espejismo de realidad, los califas de Damasco.

Esbelta como palmera, morena de noche y cabello ensortijado de estrellas.

Brazos largos ceñidos por tres ajorcas de oro, como espigas mecidas por el viento.

Allí está, entre las columnas del patio de naranjos, cubierta de un vestido cuya trama es red.

Warda canta los poemas del guerrero y Guillermo descubre lo que él no había escrito. Cae atrapado entre los senos de Warda y él, que iba a conquistar, es vencido.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)

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Un poema en mi blog

Limpió de barro su rostro
y le pareció un ángel.

Calmó sus dolores con bálsamo
y miró su cuerpo.

No era amor lo que sentía
sino deseo.

Dejó caer su brial
y, desnuda, se tendió a su lado.

Fueron sus caricias la calma.

Nada, sino sus labios, había para él.

Se movían sus manos, con sabiduría de siglos.

Rozaban sus senos el herido pecho.

Y en la noche todo era silencio.

El ardor de las llagas,
el temblar por la fiebre como hielo
fueron fuego de pasión.

Desapareció el tiempo.

Nada importaba.

Cuando cicatrizasen sus heridas,
el caballero seguiría su camino.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro).Chartlon-Heston-El-Cid.

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