Viviana y Merlín de Benjamín Jarnés

El episodio de Altisidora

Una de las características que define a la Vanguardia, sobre todo desde el paradigma del Futurismo, es la capacidad para jugar con el tiempo. Recordemos, por ejemplo, Metrópolis (1927) de Fritz Lang (¿futurista? ¿expresionista?), en ella se realiza una incursión en el tiempo del porvenir, aunque se hace desde una mirada que es la de una estatua trazada desde la matemática clásica.

            Ese mismo juego vanguardista con la temporalidad es el que quiero indagar para un fragmento de la obra Viviana y Merlín de Benjamín Jarnés. En concreto vamos a centrarnos en el capítulo titulado “Altisidora”, el futuro contemplado por dos personajes que tienen unas capacidades mánticas. Viviana es un hada y Merlín el mago profeta. Para ellos, el caballero de la Triste Figura es el futuro.Poster_Metropolis

            Para Benjamín Jarnés, la tradición clásica hispánica es importante a la hora de desarrollar su propio argumento literario; es por ello por lo que en Viviana y Merlín el mundo artúrico convive con el recuerdo de los epigramas de Marcial, con la presencia del Arcipreste que escribió un libro dedicado al amor, o de Rodrigo, modelo del ser huraño que marca lo español. Todas estas referencias puestas en la mirada de personajes míticos que contemplan tiempos pasados y comentan su actualidad desde una actitud moderna, muy moderna, son un juego; así, Viviana puede ser la Angélica de los poemas épicos renacentistas o la Carmen, altanera y seductora que sirvió para retratar el arquetipo exótico de la mujer española en el siglo XIX; carácter, el de Carmen, que, por otra parte, le va como anillo al dedo a Viviana, más la Carmen de Bizet que la de Mérimée. Uno de los capítulos finales de Viviana y Merlín es “Altisidora”. En este nombre vibran desde el primer momento los ecos cervantinos. Merlín ya ha caído bajo el hechizo de seducción de Viviana. En los roman del ciclo artúrico esto es considerado como una maldición. También en Viviana y Merlín este acontecimiento supone el principio del fin de la Mesa Redonda, sin embargo en la caída del mago está un renacimiento a la vida de los sentidos que siempre habían permanecido ajenos a este personaje calificado, en algún momento, como el cerebro del castillo de Tintagel. las_animas_del_purgatorio¿Por qué Altisidora? ¿Quién es Altisidora? Aparece este personaje fingido en El Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, Capítulo XLIV a XLVIII. Don Quijote se encuentra en la casa de los Duques; Sancho ha partido a su gobernación en la Ínsula Barataria; la Duquesa y algunas de sus doncellas traman una burla contra el caballero; una de ellas se nombrará como Altisidora y fingirá que se ha enamorado perdidamente del huésped. Martín de Riquer en Aproximación al Quijote compara a esta moza con Placerdemivida del Tirante el Blanco, por su desenvoltura y su decisión. Altisidora, para captar la atención del caballero le recita un romance, en él se describe desde la burla:

“Niña soy, pulcela tierna;
mi edad de quince no pasa:
catorce tengo y tres meses,
te juro en Dios y en mi ánima.
No soy renca, ni soy coja,
ni tengo nada de manca;
los cabellos, como lirios,
que, en pie, por el suelo arrastran;
y aunque es mi boca aguileña
y la nariz algo chata,
ser mis dientes de topacios
mi belleza al cielo ensalza.

Mi voz, ya ves, si me escuchas,
que a la que es más dulce iguala,
y soy de disposición
algo menos que mediana.
Estas y otras gracias mías
son despojos de tu aljaba;
desta casa soy doncella
y Altisidora me llaman”.

Desde luego nos encontramos con un retrato ambiguo que, para nada corresponde con la belleza de la que hace gala Viviana en distintos momentos del libro de Benjamín Jarnés. Comienza “Altisidora” cuando, al despertar, Merlín descubre que el hada encantadora no está a su lado en el lecho. Todos los habitantes del mundo artúrico han conocido la desaparición de Merlín y con ella se sabe, o se deduce –falsamente en el libro de Benjamín Jarnés-, la maldad del hada, convirtiendo al mago en una víctima de una de las muchas encarnaciones del mal, tan frecuentes en el mundo medieval. Merlín abandona el lecho y encuentra a Viviana, que está contemplando imágenes proyectadas en el agua clara. Allí ve “un hombre inmóvil” con una lanza en “el patio de un castillo”, así, al menos, es nombrado el lugar por Merlín, lo cual lleva a que nos planteemos si, Merlín no tendrá el mismo defecto de don Quijote cuando este mira la realidad y la transforma conforme a su imaginación, así se lo hace ver Viviana: “También tú te estás ofuscando. No es castillo, es una venta. Es un corral de una humilde hospedería del sur”. El_Hombre_de_la_Mancha_José_Sacristán Desde el título del capítulo, “Altisidora”, se nos hace evidente el ambiente cervantino en el que nos encontramos. Así que no es una muestra de extrema sagacidad, aunque sí de aceptación del juego que propone Benjamín Jarnés, el hecho de que recordemos inmediatamente los momentos que preceden a la ceremonia de investidura caballeresca del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en la Primera Parte, Capítulo III de la obra de Cervantes; allí se cuenta cómo, después de que el Ventero diese algunos consejos a su apadrinado “se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba, y recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche”. Es curioso que algunas reconstrucciones del mito, que lo es, de don Quijote presten una atención tan especial al momento previo de la ceremonia de investidura que ha de transformar al ingenioso hidalgo en falso caballero (pues el rito se realiza desde la burla). En Benjamín Jarnés nos encontramos con un caso. El otro, El hombre de la Mancha, obra de la cual espero escribir otro día. La descripción de la vela de armas en Viviana y Merlín está dotada de una mirada poética vanguardista evidente en este fragmento “De pronto, en el corral, brota una lanza, un retoño en medio de la paz aldeana. Es un puntero enfilado hacia los dos, hacia la enorme pizarra donde cada guarismo es un orbe maravilloso. Porque allá adentro abre la noche sus abanicos de estrellas. Que giran en torno a un pozo, a un caballero esquelético, a un bacín. Y esta lanza es la perpendicular trazada desde un astro al plano monótono de la tierra. Eje estremecido de todo un orbe espiritual nuevo. Delgado puente tendido entre dos mundos. Tallo enjuto que arranca de una tierra esquilmada y se hunde en la sombra, vibrante por la savia que recorre el brazo de un loco. Trémulo pararrayos que hace besarse dos fluidos, el sublime patetismo que rezuman las nubes y la carcajada risueña de la razón que se ríe de sí misma”.Don_Quijote_Dalí Viviana se ha propuesto que de esa imagen surja la fuerza que acabe con un mundo de caballeros petrificados y armaduras vacías en el que se ha transformado el universo artúrico; y lo dice con unas palabras tan modernas como las que sirven para describir la escena contemplada en el espejo de las aguas; “quiero –dice Viviana- provocar en la punta de esa lanza un ozono, una temperatura enrarecida que no pueden resistir todos nuestros guerreros petrificados. Yo arrancaré de esa punta de hierro chispas geniales”. Y concluye con esta aseveración tan concreta: “esta es la noche de tus tiempos, Merlín. La noche en que tus tiempos van a desvanecerse bajo la sal del genio”. ¿Qué, o mejor, quién es ese genio? Viviana, Cervantes, la capacidad de fabulador de un narrador encarnado ahora en el mismo Benjamín Jarnés. También Merlín fue el apócrifo profeta de unos textos impresos al final de El Baladro del sabio Merlín en los que auguraba la destrucción del mundo que él mismo había creado. Pero ahora, en Viviana y Merlín es ella quien tiene todo el protagonismo del arúspice. El hada Viviana sigue describiendo la escena desde la realidad, pues su capacidad de mirar no está tan trastornada como la de aquellos que conviven durante mucho tiempo con el mundo caballeresco, idealismo y locura a la vez. ¿Qué ve Viviana? Los ruidos de la venta, a los huéspedes, a los arrieros, a un mancebo, a las prostitutas que intentan sacarse algunos maravedíes; sonidos de catres mecidos por “cabriolas placenteras”. Y es muy interesante, todo son imágenes contempladas en un reflejo, sin embargo, la descripción se realiza fundamentalmente desde el sentido del oído como si de una mágica sinestesia se tratase. Don Quijote se abstrae en la contemplación de la profundidad de un pozo que en Cervantes sólo es mencionado y, sin embargo, en Jarnés adquiere un protagonismo especial, pues de la oscuridad del pozo que es el silencio creador ha de surgir la imagen profética. Don Quijote parece estar contando las estrellas reflejadas en lo hondo. Merlín se plantea si no estará buscando los incomprensibles mensajes que transmite la astrología; pero Viviana, nuevamente, lo saca de su error: “No. Es un loco. Sólo pretenderá lo que yo quiera, Merlín. Es Lanzarote, que sueña con la reina”. Qué más hubiese querido don Quijote que ser asimilado al espejo de caballeros, Lanzarote del Lago. Pero la escena continúa en su realidad, más allá de toda abstracción y así en la descripción de Viviana sabemos que al hidalgo se le acercan dos mozas, verdaderamente dos prostitutas; “vienen desgreñadas, húmedos los ojos, con restos de vino en el pecho, medio desnudas” –qué diferentes a los encantos eróticos que a lo largo de la novela ha ido brindando la misma Viviana; “quieren ofrecer al loco una virginidad ya muchas veces Henri_cartier_bressonrevendida”, ¿cabe mayor crueldad que estas palabras? La burla de estas meretrices, más merecedoras del nombre de putas sin más, pues para reírse de don Quijote se acercan, es también, tal y como lo interpreta Viviana, un desprestigio para Merlín y todo lo que él representa. El caballero abandona su ensimismada contemplación de las estrellas en el pozo. Las mozas sienten una cierta precaución, pues don Quijote acaba de descalabrar a un arriero. Aunque sufra las burlas del mundo, Don Quijote no deja de ser la representación del espíritu caballeresco que perdura más allá de su tiempo y por ello la realidad que le rodea en su fealdad no contamina su capacidad de imaginar. Su pensamiento, mientras mira la profundidad del pozo, que es su abstracción, está en Viviana, en Merlín, en Arturo, en la Mesa Redonda, pues “el brocal abre un sendero hacia el país de los fecundos silencios” y en él espera contemplar una figura femenina, pues sin una dama que inspire al caballero es imposible su existencia ideal. Tal pensamiento le provoca un suspiro del cual se burlan las furcias. Don Quijote es, en las imágenes descritas por Viviana, una especie de muñeco, como un holograma o una imagen cinematográfica, igual a la que proyectó el hada desde una caja de cristal en la corte de Arturo. Aunque, en las palabras del hada hay un cierto reconocimiento de su valor: “Este loco es un signo de admiración, es una firme antena, es, además una columna de escarnio. Bosqueja el gesto soberano de la fuerza –capaz de mantener enhiesto un símbolo-. Va a ingresar en una Orden nueva de Caballería, donde él será el gran maestre y el caballero único”. Es la Orden de Caballería que nace con la creación de la primera novela, la capacidad de un imaginar capaz de transformar la más necia realidad en el más alto idealismo. La vela de armas va a llegar a su fin y se celebrará la ceremonia de investidura; al ver la burla que hay en todo ello, Merlín se enfurece, pues este es uno de los momentos más solemnes en la vida de un caballero y aquí va a ser transformado en una farsa. “Brota de los establos una tímida luciérnaga. Es el ventero, con un cabo de vela en una mano y un libro en la otra. Les hace señas a las mozas y al chicuelo… Acuden todos. El muchacho sostiene el cabo de la vela y el ventero busca una fórmula entre las cuentas del pienso: la oración ritual por la que un hidalgo español loco ha de convertirse en genial caballero del mundo. De aquel librote, lleno de raterías, va a salir la palabra mágica. De allí, de allí mejor que de ningún tieso antifonario. Quien toma bacines por yelmos, pencos por alazanes, meretrices por vírgenes y truhanes por caballeros, bien puede tomar el libro de la cebada por la Biblia. Muchos ideales menesteres la han sido confiados a este loco. La ceremonia –esa momia rígida, helada, que queda de las religiones cuando de ellas se ha exprimido la médula- es esta noche puesta en la picota”.Grabado_Don_Quijote Y las fraudulentas cuentas del ventero se van transformando en la fórmula mágica que habrá de conducir al hidalgo loco hasta un mundo diferente. Mientras las meretrices se mofan; “Viviana y Merlín ¿no están contemplando, en plena noche de los tiempos, la transmutación de todos los valores? Todo se sumerge y se deshace en medio de una danza jovial. ¿Quién inventó el humorismo que nunca podrá ninguna Mesa Redonda comprender?”. Todo se desencaja en carnaval y hasta el mismo Merlín es convertido en un anciano esquelético.

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Otro poema (El tiempo en el rostro)

Otro-poema-el-tiempo-en-el-rostroMientras cae la noche
en la otra orilla del Guadalquivir,
apoyas tu hombro desnudo
en el alfeizar del balcón.

Y tu mirada
como la de Bendición, triste,
recorre las últimas luces.

La mezquita se oscurece;
destellos desde la ribera,
entreveo tus pechos perfilados
en el incomparable telón
de un cielo que se vuelve gris.

Antonio Joaquín González
(El tiempo en el rostro)

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Los cuerpos extraños de Lorenzo Silva

El desencanto del resistente

Portada_libroLos cuerpos extraños es la séptima novela protagonizada por el brigada de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua y su compañera de investigaciones, la sargento Virginia Chamorro. Las anteriores han sido El lejano país de los estanques (1998), El alquimista impaciente (2000), La niebla y la doncella (2002), Nadie vale más que otro (2004) esta formada por cuatro relatos, La reina sin espejo (2005), La estrategia del agua (2010), La marca del meridiano (2012) y Los cuerpos extraños (2014).

Esta serie muestra el magnífico estado en el que se encuentra la novela policíaca en español, por mucho que relumbren tanto esos títulos que llegan desde el norte de Europa. Ahí están también Alicia Jiménez Bartlett con sus libros protagonizados por la inspectora Petra delicado y el subinspector Garzón, aunque en las dos últimas entregas sus historias están menos conseguidas que las anteriores; o el caso del escritor cubano Leonardo Padura con todos los relatos basados en la experiencia investigadora del exteniente de la policía cubana Mario Conde.

la-estrategia-del-agua            ¿Cuál es el cometido del género policiaco? Pues, como el de toda literatura, básicamente entretener y, a la vez, en este ser caso, ser el retrato de la sociedad en la que las novelas que lo forman han sido escritas, desde unos valores y un contenido crítico que se hacen evidentes en los relatos de Lorenzo Silva. Su base, la del género policiaco, está en la descripción de un proceso que lleva a desentrañar un crimen para llevar a los culpables ante los representantes de la ley, lo cual no es lo mismo que hacer justicia. Algunas veces, esto estaba más cercano a las acciones de esos detectives privados que trabajan para intereses particulares en casos que, en un principio, les son ajenos, para terminar, frecuentemente, comprometiéndose con la justicia. Quizá uno de los ejemplos más claro de ello lo encontramos en uno de los máximos representantes del género de la novela negra, Dashiell Hammett.

Los personajes de Lorenzo Silva, aunque funcionarios de un estado que les paga mal y miembros de uno de los principales cuerpos de seguridad, la Guardia Civil, intentan unir las sendas de la ley y la justicia, por la primera se comprometen profesionalmente con las órdenes dadas, por la segunda aplican toda su tenacidad a un compromiso adquirido, no tanto con el sistema legal como con la víctima y consigo mismos.

Ese mismo compromiso es el que se hace evidente en el autor a la hora de elegir la realidad en la que se enmarcan sus tramas. Lejos están aquellos primeros detectives retirados en torres de marfil o entre las nieblas producidas por el opio, como los creados por Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle. La novela policíaca exige un compromiso con la sociedad en la que nace. Existe un contemplar el mundo desde la mirada del protagonista cuya propia existencia también resulta importante, más todavía cuando nos encontramos ante uno como el brigada Bevilacqua, al cual bien cabría definir como un resistente desencantado y, cuidado, desencantado significa lucidez a la hora de enfrentarse a la vida con sus miserias y con sus breves atisbos de gloria.

Ese desencanto del personaje que era característica común al brigada Bevilacqua desde el principio de la serie, se contagia ahora también a la sargento Chamorro, ¿el motivo? Es una de las líneas personales que se dibujan en Los cuerpos extraños.

la-marca-del-meridianoEl brigada Bevilacqua, en su humildad y su relativo cinismo, que más bien, como he dicho, es desencanto hacia el mundo, a la vez que lucidez a la hora de imaginar lo que uno puede esperar de la existencia, contamina la descripción del mundo presentado en la novela, con todo ello, y algo más que es la melancolía, uno de los rasgos más marcados de las novelas de la serie, sobre todo desde La reina sin espejo. Hay melancolía en los paisajes descritos; Los cuerpos extraños sucede en buena parte en un pueblo levantino en el mes de febrero: tranquilidad, silencio, puestas de sol ante el Mediterráneo y una muerte a cuyos culpables hay que descubrir. Melancolía en las relaciones interpersonales, en los recuerdos y vivencias de los personajes tan alejados del arquetipo de los investigadores a los que nos tienen acostumbrados los relatos policíacos estadounidenses (cierto que en ellos el cada día de los investigadores también está ahí, pero no tiene la inmediatez ni el calado que encontramos tanto en las novelas de Lorenzo Silva como en las de Leonardo Padura y un poco menos en las de Alicia Jiménez Bartlett).

Más allá de la dignidad de los investigadores se presenta un mundo que es el de la España actual: especulación inmobiliaria de los ayuntamientos, corrupción política, blanqueo de dinero de las mafias, degradación de la persona que por beneficios económicos reniega de los propios sentimientos, violencia… es más, en Los cuerpos extraños, hasta la libertad de la persona va en su contra. Así es, aunque este mundo retratado en toda su crudeza sea real, ahí están esos resistentes que no cejarán en su empeño, aunque sea desde la clarividencia del desencanto, de hacer justicia, igual que en su momento la hiciera otra investigador como el Agente de La Continental en un mundo tan caótico y oscuro como el de ahora.

Lorenzo_Silva

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Bug Jargal de Victor Hugo

Paisajes bucólicos, crueldad y exotismo

Bug_Jargan1Publicada en 1826, Bug Jargal es una de las primeras novelas de un joven Victor Hugo, cuya primera narración que llegó a la imprenta en 1823 fue Han de Islandia. Bug Jargal se inscribe en la época plenamente romántica de este autor francés; recordemos que de 1827 es su obra dramática Cromwell, hito fundamental para el desarrollo del drama romántico francés.Retrato_Victor_Hugo.El periodo romántico conservador en el que se inscribe esta novela se hace evidente en un respeto manifiesto hacia unos principios aristocráticos, notorios en el protagonista, así como en la crítica feroz, casi esperpento, en el episodio en que se retrata a uno de aquellos revolucionarios que defendían los derechos de los mulatos y los negros, con un comportamiento rastrero y cobarde, este es el ciudadano general C…, ante la crueldad de uno de los dirigentes de la revuelta, Jean Biassou

La presencia de los elementos que caracterizan al Romanticismo se manifiesta desde un primer momento en esta novela. Su apertura sucede en un ambiente de campamento militar durante la guerra entre ingleses y la Francia republicana (nos situamos en torno Bug_Jargalal año 1791, agosto es la fecha marcada para el enlace de Leopoldo con María, el mismo día del levantamiento de los negros y los mulatos contra los criollos franceses). Aparecen, prácticamente sin ninguna introducción, un grupo de personajes que conversan; no conocemos a ninguno de ellos, aunque paulatinamente se van descubriendo los protagonistas; todo desde la importancia que se le da a un diálogo muy cercano a la presentación dramática que se hará propia del teatro romántico. Ese desconocimiento de las circunstancias exactas que acompañan a los personajes y el misterio de un perro cojo, aunque acompañado también de un cierto sarcasmo por parte de aquellos que desconocen la historia exacta del sargento Tadeo, el perro Rask y el capitán Leopoldo d’Auverney. Todo ello contribuye a crear ese ambiente romántico al que estoy haciendo referencia.

El sarcasmo del lenguaje militar entre camaradas envidiosos unos de otros es un perfecto contrapunto a las palabras con las que Victor Hugo presenta al héroe romántico de esta novela: el capitán Leopoldo d’Auverney, valiente, de sentimientos puros en el amor y capaz de guardar la palabra dada, aunque ello le conduzca a la muerte.

El capitán Leopoldo d’Auverney es descrito, en un primer momento, en los siguientes Bug_Jargal_parejatérminos:

“era uno de aquellos hombres que, en cualquier rango en que los coloquen el capricho de la naturaleza o el movimiento de la sociedad, inspiran siempre cierto respeto mezclado de interés. Nada en él, sin embargo, llamaba la atención a primera vista; su continente era frío, su mirada indiferente. El sol de los trópicos al tostar su rostro, no le había dado aquella vivacidad de acción y de palabra que va unida en los criollos a una indolencia muchas veces agradable; d’Auverney hablaba poco, y era lo que se llama un hombre de acción y movimiento. Siempre el primero a caballo y el último para retirarse a la tienda de campaña, parecía buscar en las fatigas del cuerpo alguna distracción a sus amargos pensamientos”.

Aquí ya se dibujan algunos rasgos que nos muestran el ser del personaje que se irá mostrando con más detalle a lo largo del desarrollo de la historia. Aunque d’Auverney esté luchando en las filas republicanas, no comparte la ideología de la revolución. Es un aristócrata que, en realidad, está buscando la muerte sin perder el norte de sus principios, por ello le da igual que ésta llegue en el campo de batalla o en el cadalso o bajo el filo de la guillotina. Por ello “cuando empezaba una batalle, su frente parecía serena; mostrábase intrépido en la acción, como si quisiera llegar a ser general, y modesto después de la victoria, como si no quisiera ser más que simple soldado. Sus compañeros, viéndole tan desdeñoso de grados y de honores, no comprendían por qué, antes del combate, esperaba, al parecer… alguna cosa… y no adivinaban que d’Auverney, de todos los azares de la guerra, sólo deseaba la muerte”.Bug_Jargal_muerteEn el Romanticismo, y en especial en las creaciones de Victor Hugo, lo elevado se mezcla con lo que puede llegar a ser esperpéntico. Así sucederá en su drama El rey se divierte (1832) con la figura de Triboulet, o en el Cuasimodo de Nuestra Señora de París (1831). En Bug Jargal, la presentación del antihéroe es esperpéntica sin ningún atisbo de salvación moral; Habribah es un mulato deforme que sirve de bufón al hacendado de Saint-Domingue, tío del capitán d’Auverney; es un charlatán, lleno de odio hacia los blancos, envidioso por cualquier manifestación de bondad, belleza o felicidad. Victor Hugo describe a este personaje en los siguientes términos: “era uno de aquellos seres cuya conformación física es bien singular, que parecerían unos verdaderos monstruos si no hicieran reír; aquel hediondo enano era gordo, chiquito, panzudo, y se movía con extraña rapidez sobre dos piernas curvas y sutiles que, cuando se sentaba, se replegaban debajo de su vientre como las patas de una araña. Su enorme cabeza, ridículamente hundida entre los hombros, erizada de una lana roja y crespa, estaba flanqueada de dos orejas tan descomunales, que sus compañeros tenían costumbre de decir que Habribah se limpiaba con ellas los ojos cuando lloraba. Su rostro era un perpetuo visaje, siempre variado, singular movilidad de facciones, que a lo menos daba a su ridiculez la ventaja de la variedad”.

Contrapunto evidente ante la estima con la que se trata la figura heroica de Bug Jargal, el personaje que da título a la novela, luchador por los principios de igualdad y libertad; heredero de un monarca del Congo que sufrió las desgracias de la esclavitud con toda su familia después de que su padre fuese engañado por los blancos tratantes de esclavos.Masacre_levantamiento_negros_Saint_DomingueEn Bug Jargal el idealismo del héroe romántico –tanto Bug Jargal como Leopoldo d’Auverney- se une a la expresión del exotismo en la descripción de los rebeldes negros, así en la de las griotas: “los numerosos brazaletes de vidrio azul, rojo y morado que brillaban en sus piernas y brazos, en los anillos que lucían en sus orejas, en las sortijas que adornaban todos los dedos de sus manos y pies, en los amuletos que llevaban pendientes del cuello, en el delantal de plumas de varios colores, único vestido que cubría su desnudez y, sobre todo, en sus acompasados clamores y en su vagas delirantes miradas conocí que eran griotas”, personajes equivalentes a los juglares en África; “poseídas de un demonio insensato, acompañaban las bárbaras canciones de sus maridos con danzas lúbricas presentando una parodia grotesca de las bailarinas de la India y de Egipto”. O en la mezcla de la crueldad y sortilegio burlesco con las que el brujo-obi Habribah comienza su culto, mezcla de lo ancestral con un esoterismo aprendido de los blancos y carente de todo sentido: “Yo os saludo, Salomón, Zorobabel, Eleazar Thaleb, Cardan, Judas Bowtharicht, Averroes, Alberto el Grande, Boabdil, Juan de Hagen, Ana Baratro, Daniel Ogrumof, Raquel Flintz, Altornino”. Un abigarramiento que, como las interpretaciones quirománticas posteriores, nos acercan a un temprano interés de Victor Hugo por el ocultismo (mucho antes de que llegue su iniciación al espiritismo durante su destierro en las islas de Jersey y Guernesey).Mapa_Isla_Santo_Domingo_1722El ambiente de la isla de Santo Domingo es presentado en un primer momento como idílico, desde el bucolismo de las relaciones entre niños de Leopoldo y María. Sin embargo se trata de un territorio salvaje en el que acabará estallando la tragedia, anunciada tanto en la crueldad de los colonos con los negros y mulatos como en una naturaleza salvaje ejemplificada en el caimán que está a punto de causar la muerte de María o en esta descripción de la selva hecha mientras Leopoldo d’Auverney se dirige hacia una muerte grotesca a manos de los negros que le han capturado

“bajamos a un pequeño valle que me hubiera encantado en cualquier otra ocasión. Cruzábale de parte a parte un torrente que comunicaba al suelo una fecunda humedad. Aquel torrente, al llegar al extremo del valle, se precipitaba en uno de los lagos azules en que abundaban las llanuras de Santo Domingo. ¡Cuántas veces, en tiempos más felices, me senté a meditar en las orillas de estos hermosos lagos, a la hora del crepúsculo, cuando su azul se convierte en una sábana argentada que el reflejo de las primeras estrellas de la tarde cubre de lentejuelas de oro!… Veíanse allí plátanos y palmeras de extraordinaria altura y fortaleza; espesos ramilletes de <mauricias>, especie de palma que excluye cualquier otra vegetación bajo su sombra; dátiles, magnolias con sus anchos cálices; enormes catalpas ostentando sus hojas lisas y recortadas entre los racimos de oro de los abenuces. Allí, el manzano del Canadá mezclaba sus flores, de un amarillo pálido, a las azules aureolas con que se cubre aquella especie de madreselva silvestre que llaman los negros coali. Verdes cortinas de enredaderas ocultaban a la vista el adusto color de las cercanas rocas. Elevábase de todos los puntos de aquel suelo virgen un perfume primitivo como el que debió respirar el primer hombre sobre las primeras rosas del Edén”.

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La muerte de santa Inés (Julio Romero de Torres)

Cordero, sabiduría y fortaleza de Cristo

(1920)

La_muerte_de_santa_Inés_Julio_Romero_de_TorresEsta es una de la obras en las que se hace evidente la temática religiosa en la pintura de Julio Romero de Torres. Hay otras, desde luego: Córdoba cristiana, tabla perteneciente a Poema de Córdoba, Salomé, que más bien corresponde a una interpretación decadentista de la historia de Juan Bautista, Magdalena, la Virgen de los Faroles o Samaritana.

De La muerte de santa Inés podemos extraer algunos rasgos de la visión del autor sobre lo espiritual.

Este cuadro fue creado en 1920 y se pintó para ser adaptado a un retablo barroco, aunque la interpretación que se hace de la vida de la mártir para nada lo sea, pues está más en consonancia con una visión espiritualista, cuando no ocultista, característica de la literatura y el pensamiento de finales del siglo XIX y principios del XX. Julio Romero de Torres tuvo un especial cariño a esta obra, por ella le fue ofrecida una considerable remuneración en Argentina durante la exposición que de su pintura se organizó en Buenos Aires en 1922. La composición, en la actualidad, puede ser vista en el Museo de Julio Romero de Torres en la ciudad de Córdoba. Experiencia, por otra parte, inapreciable para aquel que ame su arte.

¿Por qué pintura hagiográfica? En La muerte de Santa Inés, en tres escenas sucesivas conocemos la vida de la adolescente patricia Inés que padeció martirio en la época del emperador Diocleciano. Su biografía tempranamente es recogida en los versos de Prudencio (siglo V) y estará presente también en La Leyenda Dorada de Jacobo de Vorágine en el siglo XIII.

Recordemos la historia de Inés.Pintura_John_William_Waterhouse_Ondine

Hija de una familia patricia romana, Inés fue requerida de amores por un muchacho. Ella había decidido dedicar su vida a la fe en Cristo, así que rechazó al joven. El padre de este, valiéndose de su privilegiada situación, era prefecto, así como del derecho que le otorgaba la ley para perseguir a los cristianos, incluso a los patricios que eran prácticamente intocables por la ley, decidió imponer un castigo a Inés.

La joven fue desvestida en público, pero su cuerpo, inmediatamente es ocultado por la melena que, milagrosamente, crece hasta cubrirla como una túnica. De este modo, es conducida hasta un lupanar en el que va a ser sometida a los vicios de todos aquellos que quieran disfrutarla. Sin embargo, Inés es rodeada por una luz intensa, tanto más cuanto mayor es el peligro que sufre su pureza. Tanto así que el muchacho que la requirió de amores muere al ignorar ese brillo que rodea el cuerpo de la doncella. El prefecto, su padre, suplica a Inés que le devuelva la vida al mancebo y así se hace.

Sin embargo, Inés es acusada de hechicera por los sacerdotes paganos. El prefecto, asustado al ver cómo el populacho clama por la muerte de la joven, para evitar un levantamiento, entrega Inés a su lugarteniente, el cual ordena que sea quemada. Es salvada milagrosamente de las llamas; aunque acabará siendo degollada.Santa_inés_de_Alessandro_turchi¿Qué vemos en La muerte de santa Inés de Julio Romero de Torres?

Primera escena

Un paisaje natural en el horizonte, a la manera de otros muchos que sitúan especialmente algunos retratos de Julio Romero de Torres. Un horizonte llano que se extiende hacia un amanecer, con una columna romana que muy bien podría recordar las que en la actualidad se contemplan en el antiguo foro de la ciudad de Córdoba. En ese mismo fondo, tres figuras femeninas portando bien aquello que el pretendiente ofrece, bien las tres virtudes encarnadas en la doncella: belleza, fe y pureza. Santa Inés, digna figura de túnica blanca ignora el requerimiento del joven patricio, arrodillado ante ella.

Segunda escena

Las luces y las sombras de un espacio de mármol y orgía. Cuerpos yacentes, desnudos o cubiertos por transparentes telas. La luz cenital alumbra el terror de aquellos que, sobrecogidos ante la pureza, contemplan la muerte del mancebo, caído de bruces ante el cuerpo desnudo de santa Inés; ella en gesto de arrobamiento sosteniendo la túnica de la que ha sido despojada por los hombres.La_muerte_de_santa_InésTercera escena

Propia de Julio de Romero de Torres; es una lectura personal del momento de gloria de Inés. Lo mejor de este retablo. Aquí está el arte del pintor en estado puro por lo que a estilo se refiere, unido a unas intuiciones simbólicas que atrapan al espectador más allá de la historia contada en las dos tablas superiores. Un argumento que, por otra parte poco interesa, pues los elementos que priman en la representación de la tercera escena son otros. Así, la plasmación de la muerte, prácticamente como si de un sueño se tratase, la visión de un cuerpo en la plenitud de su belleza, estilizado como esas esculturas griegas o egipcias que sirvieron a otros miembros de la generación artística de Julio Romero de Torres para representar el arquetipo de la belleza tanto física como espiritual; recuérdese, al respecto la obra de Mateo Inurria (Panteón de Ángel Velaz).Panteón_de_Ángel_Velaz_Mateo_InurriaLa imagen de la santa muerta por martirio nada tiene que ver con la descripción de una realidad de tormentos previa a su muerte, lo cual, por otra parte es frecuente en la imaginería de Santa Inés, descrita, siempre desde la metáfora de la doncellez y la pureza, eso sí con la palma del martirio.

El modelo de belleza femenina que podemos ver en la Santa Inés de Julio Romero de Torres corresponde a otros de sus cuadros como podría ser La Gracia (1915) con un contenido metafórico similar, o bien con un significado de mayor carnalidad, deseo y erotismo, más frecuente: El pecado (1913) o Venus de la poesía (1913).

Dos_sendas_Julio_Romero_de_Torres            Además, dos figuras femeninas más acompañan a la yacente santa Inés. Han sido identificadas como ángeles; puede ser, pues Julio Romero de Torres, en la ambigüedad andrógina de la imaginería angélica opta por la figura de mujer (San Rafael es el ejemplo más evidente); no hay en estos seres ningún otro atributo que pueda identificarlos como tales, es más, están en la línea representativa que caracteriza a los modelos femeninos del pintor. Ambos personajes realizan una serie de gestos herméticos que llevan la escena más allá del contenido ortodoxo. La ángela de nuestra izquierda reclama un silencio en un gesto poco apropiado ante una imagen de la muerte tan equilibrada como esta, un gesto de silencio que más parece una llamada a que el espectador acalle todos aquellos pensamientos que pueden alejarle de la espiritualidad contenida en el cuadro, o bien guarde el silencio que tiene que acompañar a toda circunstancia mistérica. Y la escena contiene un misterio, el del alma, expresado en un rayo que no podemos llegar a averiguar si es recogido en la mano de la ángela de la izquierda, o bien es proyectado como una metáfora de la vida eterna que, en su martirio, ha logrado Santa Inés. Sea una explicación, otra o alguna más no definida porque reposa en el secreto, lo evidente es que el hermetismo acompaña a esta imagen de lo sacro.

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La seducción del mago

Viviana y Merlín. Benjamín Jarnés

Cátedra.

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Por mucho que los autores cristianos, desde muy temprano, intentaran integrar a su mundo las maravillas de la paganidad, nacidas en un época cuya antigüedad se pierde en la bruma de los tiempos; por mucho que los mitos se transformasen en una manifestación del logos; aunque los arcaicos dioses fuesen convertidos en seres de las aguas o del fuego, bien como manifestaciones del mal, bien como ayudantes del héroe en su camino hacia la luz; pese a todo ello, aquellas maravillas, los mitos y los seres que los habitaban perduran para siempre. A esa vida, perpetuo moverse de una época a otra, corresponde el libro que hoy comento.

Se trata de Viviana y Merlín, novela del escritor vanguardista de origen aragonés, Benjamín Jarnés; publicada en 1930 en plena eclosión de esa otra búsqueda de la luminosidad de la existencia que fue la experimentación, tanto artística como literaria, del Surrealismo, del que en buena medida, somos herederos.

¿Quién fue Viviana? De ello nos informa Carlos Alvar en su diccionario El rey Arturo y su mundo, obra fundamental para aquel que quiera adentrarse con una mínima guía por los vericuetos de la literatura artúrica. Viviana, o Niniana, o la Dama del Lago, que con todos esos nombres era conocida, fue un hada que habitaba en las aguas, ¿una ninfa, pues?, la que proveyó a Arturo de su mágica Excalibur -es imposible olvidar esa escena mágica y wagneriana de la película de Boorman-, la que en su tiempo, después de raptar al niño acabaría convirtiéndolo en uno de los mejores caballeros que vieron los siglos, Lanzarote del Lago.

Excalibur. Boorman

¿De dónde procede Viviana? Carlos Alvar, desde el análisis del nombre, nos sugiere que Viviana puede ser Béfinn, o Bé-Binn, o Bebhiam, voz que podría traducirse como <mujer blanca>, ¿quizá, resplandeciente, quizá tan rubia, o albina? Su nombre también puede proceder, como Niniana o Nimué, de Niamh, cuyo significado es “nada haré”; aunque es mucho más convincente la referencia al río Ninian, en el bosque de Brocelianda, en la Bretaña continental, en él habitó una antigua divinidad acuática. El origen sobrenatural de Viviana es evidente, de hecho es considerada como nieta de la diosa Diana.

De Diana, en la obra castellana medieval (1498), el Baladro del sabio Merlín, primera parte de La Demanda del Santo Grial, nos informa el mismo mago Merlín, como fuente de esa evidente transubstanciación que se produce en los mitos antiguos: “Diana reinó en tiempo de Virgilio, un tiempo antes de que Jesucristo viniese a la tierra para salvar a los pecadores. Ella amó sobre todas las demás cosas, el gusto de la caza en el monte y fue cazando por todas las tierras y por las montañas de Francia y Bretaña y no halló ningún lugar que le gustase tanto como éste. Cuando aquí llegó, hizo construir sobre este lago algunas casas; y de día iba a cazar y de noche tornaba aquí” (versión modernizada).

Boucher. Diana saliendo del baño.  Esas capacidades metamórficas tanto del nombre como del ser se hacen evidentes, también, en la obra de Benjamín Jarnés. Viviana es la Dama del Lago, y la juglaresa Angélica, que en una primera versión de la novela será Carmen, acercando así en una nueva e inesperada trasformación al hada y al arquetipo de la seducción que yace en este nombre; como tal causará estragos de pasión en el castillo de Arturo, tanto así que hasta el espacio frío de la roca se verán transfigurado en una especie de cuerpo cuya mente es Merlín. Y también será Altisidora, como tal contemplará la gesta del caballero ingenioso de La Mancha.

Uno de los grandes logros del Surrealismo, y Benjamín Jarnés se encuentra con su Viviana y Merlín en esta línea, es la transcendentalización del erotismo, sin obviar el cuerpo, la seducción y la pasión. El sentimiento del amor cortés, como una erotología prácticamente espiritual, alejada de toda carnalidad, recorre buena parte de la literatura medieval; por ello los libros de caballerías han perdido cierto encanto que exige la mirada del hombre contemporáneo. Una gracia que, por otra parte, encontramos en una obra medieval como es el Libro de Buen Amor, el de Arcipreste de Hita, nombrado por Viviana como ejemplo de que en las tierras de España no todo es hurañía. Por todo ello, la narración de Benjamín Jarnés acabará encontrándose con esta joya de la literatura española, igual que están ahí los epigramas del poeta bilbilitano Marcial.Diana y Cupido. Pompeo Batoni. Detalle

Desde un primer momento, Viviana aparece descrita en la plenitud erótica de la carne; “Aquí está Viviana, de piel color de pan tostado, tejida en el bosque con hebras de sol, a merced del viento. No quiere ser blanca, de ojos azules, para no imitar a Ginebra. Quiere ser negra, como la esposa del Cantar, aunque no quiere imprimir a sus vehementes madrigales un ritmo de triste melopea. Ni puro espíritu, ni sola carne quejumbrosa. Colores intermedios, elaborados, cautelosos, de serpiente, son los que forman hoy su máscara. Su cuerpo, diestramente insinuado bajo un tenue brial, se ajusta a cánones eternos, pero hay en toda su estructura esas menudas elipsis por donde suelen asomarse los diablillos de la provocación. No quiere ahilarse, ni destacar demasiado sus tersas convexidades. Viviana distribuye sus encantos con la precisa maestría para, delicadamente, ofrecerlos al hirsuto Merlín”; y así va al encuentro de mago, el cual se encuentra en su biblioteca, enfrascado en la lectura de Plotino, buscando las sombras de un mundo de las ideas cuyos reflejos no están tan alejados de la vida, pues basta contemplar la existencia, y no alejarse de ella como hace el nigromante, para vislumbrarlas.
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A partir de la llegada de Viviana a la biblioteca de Merlín, las cosas ya no pueden seguir igual; hasta el objeto, el libro, parece cobrar las virtudes de la carne; y aunque Merlín todavía no se deje caer en sus brazos, la seducción ha comenzado, “Merlín, Merlín… Quiero ser entre tus manos uno de esos librotes que acaricias con tanto mimo, uno de esos librotes que abres tembloroso, como se desnuda a una virgen”. La magia seductora de Viviana no está sólo en su cuerpo, también en la utilización de la palabra, para ello se disfraza de juglaresa, Angélica o Carmen, la de Mérimée o Bizet; como tal enciende la pasión del paje Bernardino. Su capacidad de seducción por la palabra está en el cuento que relata sobre las pastoras Blanca, Marcela y Luscinda, “tres pastoras de España que una noche fueron a bañarse al Jalón”.

En la misma acción de narrar hay una metamorfosis física de la juglaresa, “chispean sus ojos de color tabaco, y sus labios húmedos moldean las palabras, tiñéndolas de roja voluptuosidad; tiembla su pulso de alegría, y por las puntas de nácar de sus dedos fluye la savia eléctrica de sus nervios”. Y su efecto en Merlín, el cual “se retuerce dentro de su disfraz. Querría lanzarse contra Viviana y apagar en aquellos labios encendidos el satánico relato. Cuantas veces evoca Viviana una forma desnuda, una escena voluptuosa, sus dedos como sierpes rosadas, trazan líneas ardientes en el aire, llenándolo de curvas superficies, de perversas geometrías”. Aunque las palabras no consiguen el efecto final del proceso de seducción, la entrega total. Por ello, Viviana siembra la palabra y acabará regalando la visión de su cuerpo a Merlín, para que éste se le entregue: “Muy temprano, Viviana sale como de costumbre a retozar por la pradera. Quiere situarse entre Merlín y el sol, porque sabe que desde su torre el hechicero saludará también al nuevo día. Viviana sube a un montículo, dejando que el viento le ciña el traje a sus delgados miembros. Desde su torre, Merlín podrá ver claramente aquella fina escultura que parece desdeñar. La verá apenas velada, porque el tejido, aquella mañana, es transparente. Ariel fue quien lo trajo, como quien trae una ráfaga, Merlín, si quiere ver el sol, tendrá que verlo a través del ágil cuerpo estremecido, hecho dorada y pura llama”.Mengins_Sappho

No desvelo nada de la historia si digo, pues todos lo sabemos, que Merlín en la “Apoteosis”, acabará en los brazos de Viviana. Es entonces cuando comienza a pronunciar el conjuro que ha de transformar la vida en piedra. Nuevamente se funden eróticamente cuerpo y palabra: “con un dulce salmo, como un versillo insinuante del Cantar, Viviana repite rítmicamente su conjuro. Y todo en torno se va transfigurando. Los cobijaba una densa glorieta, los defendían del sol ramas entremezcladas, los aislaban del mundo enormes troncos; pero todo va rectificando sus perfiles, su color, su pompa inútil. De pronto, la glorieta va adquiriendo una clara expresión de eternidad”. Y la naturaleza comienza a convertirse en una catedral de piedra. En ello nos encontramos con otra de esas metamorfosis de los dioses de la paganidad que, filtrados por el mito artúrico, llegan y siguen vivos hasta nuestros días.

Merlín, en el Baladro del sabio Merlín, antes de pronunciar el terrible alarido que casi termina con el mundo, explica a Bandemagus, el más anciano de los caballeros de la Mesa Redonda, cuando este consigue visitar el monumento de piedra en el que Viviana ha encerrado al mago:  “Yo sIdilios del Rey. Grabado. Merlín y Vivina.oy Merlín, el que tú muchas veces viste en casa del rey Artur, y todos los que me veían me tenían por el más sesudo hombre del mundo; mas cierto yo fui, por lo más, el más loco y el hombre más perdido de seso del mundo, pues yo mismo me maté por el mayor cuidado mío. Yo mostraba a los otros cómo se guardasen y mi mal no supe entender, ni guardarme de él”. Y así comienza el principio del fin del mundo artúrico.

Sin embargo, la transformación en piedra de la naturaleza, en Viviana y Merlín no es tanto una maldición como una sacralización, pues el bosque se metamorfosea en catedral

“La luz está gozando de una voluptuosa transfiguración, porque de pronto se rasgan los muros, comienzan a penetrar en el recinto paisajes enteros luminosos, todas las leyendas de Viviana se van escribiendo en imágenes centelleantes, verdes y rojas, violetas y malvas, amarillas y azules… El lecho de Merlín se alarga, se cubre de un tapiz de alabastro como el de un devoto fundador, como el de un sabio fundador de un arte peregrino. Viviana se tiende junto a él, con un dedo en los labios, inclinada hacia el corazón inmóvil”.

Y esto viene a ser una metáfora de la eternidad del amor, si lo cotejamos con esa visión que del erotismo tiene el Surrealismo; una culminación de lo trascendental del ser humano como muy bien supo explicar Octavio Paz en La llama doble: “El amor es intensidad y por esto es una distensión del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos. El tiempo, que es medida isócrona, se vuelve discontinuo e inconmensurable. Pero después de cada uno de esos instantes sin medida, volvemos al tiempo y a su horario: no podemos escapar de la sucesión. El amor comienza con la mirada: miramos a la persona que queremos y ella nos mira. ¿Qué vemos? Todo y nada. No por mucho tiempo; al cabo de un momento, desviamos los ojos. De otro modo, ya lo dije, nos petrificaríamos”.

Así la atracción erótica de Viviana y Merlín es tal que todo el mundo que los rodea se transforma en piedra.Notre-Dame Cathedral, North Rose Window, Paris, France

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El Greco de Nicos Casandsakis

Una mirada mística.

Informe al Greco. Nicos Casandsakis. Cátedra. Madrid. 2014.
Traducción de Carmen Vilela Gallego

El_Greco_El_Martirio_de_San_Mauricio_y_la_legión_TebanaInforme al Greco es un rendir cuentas de Nicos Casandsakis (1883-1957) ante el pintor cretense; como un militar, al finalizar la campaña tiene que poner en palabras lo sucedido para sus superiores; en este caso, desde el orgullo del que se sabe victorioso, no tanto por lo conseguido como por no haber sido derrotado en una guerra en la que el alma se enfrenta a la contemplación del abismo.

Esta obra encuentra su hilo argumental en el recorrer un sendero que cada vez se adentra más y más en el sí mismo. Un abuelo paterno pirata en lucha contra el mundo, el padre combatiente por la libertad de Creta contra los turcos, sin darse ninguna concesión en esa guerra; otro abuelo aferrado al terruño, representación de las raíces que se hunden en lo más profundo; la madre, expresión de la dulzura, contrapunto a una severidad paterna que, en realidad, es la base de la libertad absoluta del hijo. Creta, Cristo, Buda, Jerusalén, el Monte Atos, el Sinaí y el desierto que arrasa a todo aquel que no ha nacido para ser un profeta. Buda, Nietzsche, Bergson, Lenin o el minero Sorbas, modelo para una de las más reconocidas novelas de Casandsakis. Un recorrido circular, una memoria mística que termina en la misma tierra bajo la cual yacía el laberinto de Minos. Un viaje que concluye en la casa de Odiseo, en un Egeo que también fue la tierra de Domenikos Theotokopoulos, el Greco, figura omnipresente desde el silencio del que escucha el rendir cuentas. Tal es la intimidad de las palabras pronunciadas que el autor se dirige a su interlocutor llamándole abuelo.

Nicos Casandsakis se reencuentra con el Greco en Toledo. El escritor cretense anduvo por tierras de España en 1926 y en 1931. De sus experiencias aquí surgiría una obra, Viajando: España, publicada en 1937. En ella se hace evidente la importancia que para él tiene el pintor, no tanto por la sangre, por sus cuadros o por el recuerdo de su esencia nacional, sino por su mirada mística que va a marcar de principio a fin Informe al Greco. Leemos en Viajando: España

El_Greco._Detalle_de_Las_lágrimas_de_San_Pedro“El Greco concebía el cuerpo como un obstáculo pero, al mismo tiempo, como el único medio de que el alma dispone para expresarse a sí misma. Es por lo que nunca rechazó el cuerpo. Lo que para El Greco hacía cristalizar el cuerpo no era el juego de la carne y la luz; era el alma, el alma invisible que ha de hacerse visible. Esta es la razón por la que cuando miramos los retratos del Greco nos sentimos poseídos por un estremecimiento metafísico”.

Es curioso que en el anterior fragmento, Casandsakis se centre en la figura humana y cómo ésta es un reflejo de la luz mística que produce esas distorsiones que no son sino expresión de un alargamiento hacia la experiencia trascendental. Curioso porque en los paisajes del Greco también está esa misma contemplación que hace sublime el acto de mirar, así en Vista de Toledo (1600). Curioso porque el Informe al Greco es un recorrido por distintos horizontes.

El_Greco._Vista_de_ToledoEl sentir místico del autor se hace acorde a un paisaje asombroso que acabará siendo una metáfora del peregrinaje espiritual. La primera sensación del mundo como territorio de lo maravilloso se encuentra en el miedo a perder a la madre si ésta decide regresar a sus dominios acuáticos de los que, nereida como es, fue secuestrada por el feroz guerrero que fuera el padre. Desde este principio lo maravilloso se irá introduciendo en el terreno de lo espiritual.

Según consta en la cronología con la que Carmen Vilela acompaña su edición de Informe al Greco, Nicos Casandsakis entró en la Masonería en 1907. ¿Cuánto de búsqueda espiritual había en ello? No podría decirlo; aunque en la obra hay imágenes que corresponden plenamente al operativo que trabaja en un taller para la Mayor Gloria del Gran Arquitecto del Universo, para mejorar el mundo creado

Nicos_Kazantzakis“cada ser vivo es un taller donde Dios, oculto, modela el barro y lo transmuta. Por esto los árboles florecen y dan fruto, los animales se reproducen y el mono ha podido superar su destino y mantenerse erguido sobre dos patas. Y ahora, por primera vez desde que existe el mundo, le ha sido dado al hombre entrar en el taller de Dios y trabajar con él. Y cuanto más transmuta la carne en amor, en valor y en libertad, más se convierte en Hijo de Dios”.

Sus acercamientos a lo espiritual, en realidad, están ya en su niñez, en la misma contemplación del paisaje de Creta tanto como en la lectura de las vidas de santos que tanto le gustaban. El ingreso en la Masonería, seguramente, marca su visión de la experiencia espiritual desde el eclecticismo y el análisis continuo de cada uno de los pasos que le acercan a lo Absoluto en un sendero que siempre es ascensional. Ni siquiera cuando afirme su comunismo, Casandsakis dejará de ser ese buscador infatigable de la verdad. ¿Hace falta recordar la muy probable responsabilidad de los masones en esa otra revolución que fue la de Francia?

En todo su caminar encontramos la disciplina del buscador sincero, y ahí está también la sangre de su abuelo el corsario; de su padre, luchador en las guerras contra los turcos y la del abuelo materno, aferrado a la tierra, entendida como vida.

Informe al Greco es, desde luego, un rendir cuentas desde la memoria, pero también es una narración de las moradas recorridas en busca de una verdad. Y esta verdad alcanza tal multitud de facetas que el recuerdo de cada sendero transitado, simplemente viene a mostrar que la diversidad de creencias sólo significa que el camino ascendente es como un prisma que, al final, concluye en una cúspide.

La literatura de Casandsakis, especialmente en Informe al Greco es la expresión de un tono profético, no en el sentido de anunciador de lo porvenir, sino como un grito que mana de lo más profundo para mostrar un camino al resto de los hombres.

Tal grito del profeta, que coincide con el del poeta, se hace posible en un paisaje como es el desierto

Fotograma_de_La_última_tentación_de_Cristo“Sin duda, sólo hay dos clases de hombres que soportan vivir en un desierto así; los locos y los profetas. Aquí el cerebro se enajena, no por miedo sino por terror sagrado y entonces o se derrumba por debajo del equilibrio humano o da un salto y entra en el Cielo, ve a Dios cara a cara, toca el borde de su túnica de fuego sin quemarse, escucha lo que dice, recoge sus palabras y las lanza a los hombres. Sólo en el desierto nacen las almas salvajes e indómitas que se rebelan contra Dios, se plantan ante él sin miedo y su mente resplandece, consustancial con el borde de la túnica de Dios. Y Dios los ve y los admira porque en ellos no se ha perdido su hálito. Dios no se ha rebajado en ellos hasta convertirse en hombre”.

Almendro_en_florLucha, acercamiento al abismo, soledad, pero también la dulzura de un Mediterráneo que no solo ha sido un crisol a sangre y fuego para que se forjasen las culturas que en este mar nacieron. En sus orillas también vio la luz el Cristianismo, que en Casandsakis se expresa en esos versos escuchados en el Monte Atos, a la manera de un hermoso haiku

“Hermano almendro, háblame de Dios. Y el almendro se cubrió de flores”.

Aunque hasta en Cristo se manifiesta el espíritu combativo, no contra los hombres, sino como una superación, que marca esta confesión de un soldado curtido a otro

“Nos adentramos en un mar bravío y proceloso y durante toda nuestra vida nos esforzamos en echar el ancla en Dios. Cristo no es el fin, es el comienzo; no es la bienvenida, es el <¡Buen viaje!>. No está sentado sobre mullidas nubes, reposando, lucha contra las olas junto con nosotros, con los ojos fijos en el cielo, en la estrella polar, y sostiene el timón. Por eso me gusta, por eso iré con Él”.Delfines_Mosaico_en_Knossos

Profeta, soñador, cristiano, budista, comunista, superhombre que se atreve a mirar al abismo, luchador infatigable con las palabras hasta el último aliento, en Nicos Casandsakis encontramos la luz del Mediterráneo; una luz que sirve como guía al adentrarse en el intricado laberinto que encierra al Minotauro.

Nada_temo_nada_espero_soy_libre

Fotografía de la lápida del escritor. Gentileza de C. Hermosilla

 

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El Conde de Montecristo

(Una novela de Televisión)

Pepe_Martín_El_Conde_de_MontecristoPues sí, he de confesar que, aunque haya visto distintas versiones de esta novela de Alejandro Dumas, mi preferida sigue siendo la realizada en 1969 por Televisión Española. Dirigida por Pedro Amalio López e interpretada por Pepe Martín, Emma Cohen, Pablo Sanz, José María Escuer, Fiorella Faltoyano, Angels Moll…

            Otros actores han encarnado a Edmundo Dantes; entre ellos Gerard Depardieu, Richard Chamberlain o Jim Caviezel; sin embargo sigo creyendo que quien mejor ha captado la esencia del personaje es Pepe Martín, tanto es así que durante muchos años, la identificación entre ambos fue tal que el actor era más conocido con el falso título del condenado al penal de If. Y así aparecería mencionado en la novela El Club Dumas de Arturo Pérez-Reverte.

            Resulta meritoria la labor de Televisión Española en esta recuperación de antiguas “Novelas”, como se decía en la época en la página de Archivo, http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-conde-de-montecristo.

            Esta versión de El Conde de Montecristo fue realizada a finales de la década de 1960 (se repuso diez años después) y, la verdad, no sé por qué recuerdo desde lo más profundo algunos detalles, la memoria no deja de ser un curioso órgano en la vida del ser humano.

Alejandro_Dumas            Desde luego, deja atrás esta adaptación muchos elementos de los que nos atrapan en el texto de Alejandro Dumas, uno de los más brillantes narradores franceses del siglo XIX. Son muchos los fragmentos que se pierden. Se echa en falta una mayor atención a la relación que se establece entre el Abate Faria y Edmundo Dantes, pues en esas horas, días, años que ambos comparten durante su condena es donde se forja el carácter del que posteriormente será el conde vengador.

            En aquellos años llamábamos a este tipo de producciones Novelas (otras fueron Los tres mosqueteros o Crimen y castigo) para distinguirlas de unas series que, con acento latinoamericano, llegaban desde Estados Unidos (Los intocables, Bonanza, El Gran Chaparral) y, a la vez, distinguíamos el método interpretativo que acercaba estas versiones españolas de clásicos de la literatura a la puesta en escena teatral. Y así era. Como un punto a favor de esta adaptación, así lo veo. Los actores masculinos representan roles perfectamente asentados en su materialidad; los femeninos se aproximan mucho más a la ensoñación, en este sentido habría que destacar ese como alejamiento que esta presente desde un primer momento en Emma Cohen, Mercedes, la prometida de Edmundo Dantes. Perfecto reparto de caracteres que cuadra al espíritu de esta novela romántica.

            Cierto que se pierden algunos detalles (la cueva en la isla de Montecristo, la brillantez de los carnavales, las fastuosas fiestas de alta sociedad francesa, ninguna de ellas alcanza a la descripción debida a la escritura de Alejandro Dumas), sin embargo, otros se muestran muy cercanos a esa estética romántica que tan pronto viajaba a los dorados orientales (Fiorella Faltoyano interpretando a la princesa turca, Haydèe, es la única concesión al exotismo en la versión) como se adentraba en lo macabro; así nos encontramos con un Conde de Montecristo visitando de noche el panteón familiar de los Villefort, ¿para qué? Lease la novela de Dumas y vease su adaptación, en ella se reconoce esa costumbre, que fue tan española, de representar el Don Juan Tenorio de José Zorrilla en la noche de Todos los Santos. Es una de las secuencias en las que Pepe Martín es más Conde de Montecristo.

Grabado_El_Conde_de_Montecristo_Alejandro_DumasLa pasión predominante en esta obra es la búsqueda de la venganza, uno de los temas frecuentes en la narrativa del Romanticismo. Acompañamos a Edmundo Dantes, convertido en el Conde de Montecristo en su venganza organizada como si de un mecanismo de relojería se tratase. Sin embargo, hay algo con lo que no cuenta, y es la soledad con la que un coche de caballos se aleja hacia el mar, hacia la isla de Monte Cristo, hacia cualquier lugar apartado de un París de diputados, jueces y generales corruptos.

            ¿Hasta donde la nostalgia? No lo sé, pero no dudo en recomendar la experiencia de volver a ver esta novela de Televisión Española; es otra manera de acercarse a esa España que se miraba en blanco y negro.

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León Tolstoi

Dos húsares

León_Tolstoi_jovenEl 11 de abril de 1856, el conde Lev Tolsoi firmaba un relato titulado Dos húsares. Escrito en ese periodo cercano a sus experiencias militares tanto en la guerra del Cáucaso como en la de Crimea (1853-1856), presenta algunas características similares a las que también encontramos en otros textos como podrían ser sus Relatos de Sebastopol (1855).

            En Dos húsares está retratado perfectamente un modo de vida conocido por el autor, el de los jóvenes militares pertenecientes a la aristocracia que dedican sus vidas al juego y a las diversiones sin respetar ningún principio moral, salvo el honor propio. Las recreaciones que de tales ambientes hace Tolstoi nos indican bien a las claras que no son unas invenciones alejadas de la realidad sino desarrolladas desde las experiencias propias.

            Dos húsares narra la historia de dos protagonistas, padre e hijo, con una diferencia de veinte años. La del padre, fechada en 1828 y la hijo en 1848.

            Con estas palabras es descrito el ambiente ruso de 1828; en ellas ya se encuentra reflejada levemente la maestría que posteriormente alcanzará el autor en sus novelas largas, especialmente en Guerra y Paz (1865-1869)

“A principios del siglo XIX, cuando no había ferrocarriles, carreteras, alumbrado de gas, velas de estearina, divanes de muelles, ni más muebles que los pintados a la laca; cuando no existían los jóvenes desengañados con monóculo, las mujeres filosófico-liberales ni las damas de las camelias que tanto abundan en nuestros días; en esa época ingenua en que, para ir de Moscú a San Petersburgo se utilizaba un carro o un coche de caballos […]. En esa época en que nuestros padres no sólo eran jóvenes por no tener arrugas ni cabellos grises, sino porque estaban dispuestas a suicidarse por una mujer y se precipitaban al extremo opuesto del salón para recoger pañuelitos, que no siempre caían por casualidad; cuando nuestras madres llevaban el talle alto y mangas enormes, y resolvían los problemas familiares echándolos a suerte, y las encantadoras damas de las camelias se ocultaban de la luz del día; en esa ingenua época de las logias masónicas y de los martinistas”.

            En esa época que, en parte, es también la que mostrará con mucho más detalle Tolstoi en Guerra y paz comienza a desarrollarse la historia del Conde Turbin, un húsar descrito desde la generosidad, el afán por el juego, el ansia de diversión, la libertad absoluta, la amistad y el honor.

Retrato_del_coronel_Yevgraf_DavydovLa contrapartida de ese mundo es el de veinte años después, cuando es el tiempo de la siguiente generación, también protagonizado por un conde Turbin, aunque en él ya no vamos a encontrar esos valores que hacen quedar en un segundo término las inmoralidades del padre. El segundo conde Turbin, el de 1848, también es un húsar, pero su vida se rige por la avaricia y un comportamiento irrespetuoso hacia los demás y hacia sí mismo.

            Este es el panorama que acabó asqueando al propio Tolstoi y que le llevaría progresivamente al aislamiento desde el que escribió, en Yásnaya Poliana, lo más importante de su producción literaria.

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El Conde de Monte Cristo en la tierra caliente

(Necrópolis. Santiago Gamboa. La Otra Orilla. Barcelona. 2009)

Necrópolis

La literatura como metáfora de la vida, como expresión de la realidad, como metaliteratura. La realidad fundamentada en el propio desarrollo de la ficción. Santiago Gamboa cuenta en Necrópolis las historias de muchos personajes, sus vidas, incluso en sus exageraciones, que más bien son parodias –y en la parodia siempre hay un respeto o un reconocimiento del primer término en el cual todo comienza-, son relatos contados en el fondo de una ciudad sitiada. Jerusalén, la expresión del paso trascendental de la vida humana hacia lo eterno que aquí se transforma en una necrópolis. Una ciudad de los muertos, como la idílica isla posmoderna de Lost (al fin y al cabo esta novela de Santiago Gamboa bien puede entenderse desde los paradigmas de la posmodernidad). Hay un momento en esta obra en el que Jerusalén es descrita como un espacio místico en el que vibran las oraciones pronunciadas en susurros o gritos en las lenguas mediterráneas. Esas voces que vibran en Necrópolis son las de los invitados a un congreso sobre biografías, organizado por un misterioso CIBM (Congreso Internacional de Biógrafos y de la Memoria). Biografía, memoria y ficción se funden en las narraciones de las voces corales que constituyen el discurrir de la novela. En el mismo narrador cuyo protagonismo cede la voz a otros muchos.

            Especialmente, Sabina Vedovelli, una actriz porno italiana cuya visión del mundo nace desde lo más oscuro de una sociedad dominada por la droga hasta llegar a una sublimación artística de la pornografía a la manera de otros textos que, a lo largo de los últimos años se han ido publicando con las confesiones de estrellas porno como Ai Iijima (Platonic Sex), Asa Akira (Solo para adultos) o Nacho Vidal (Confesiones de una estrella porno de David Barba), por citar algunos ejemplos. El ambiente de la pornografía es uno de los rasgos que conforman la descripción del mundo posmoderno, tal y como aparece reflejado en algunos textos de Haruki Murakami, paradigma de la narrativa de la posmodernidad, como en algún otro momento he mencionado a lo largo de estas páginas.

            Especialmente, también, el caso de José Maturana, un pastor de almas en el que lo más degradado de la sociedad se une a la exaltación del espíritu en el amor al prójimo. No puedo dejar de contemplar la visión que de Jesucristo se da en esta novela con la que encontramos en algunos otros textos de la narrativa hispanoamericana, alguno de ellos muy cercano al realismo mágico, sobre todo, Siete lunas, siete serpientes (1970) del ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta.

            Y, así, al igual que sucede en Necrópolis, no podemos dejar de ir de una referencia literaria a otra, porque esta novela es intertextualidad en toda su pureza. El protagonista es como el de La montaña mágica de Thomas Mann desde el inicio de la narración; desde él nace un estilo marcado, en algunos momentos, por la visión distorsionada de la realidad desde la debilidad provocada por la enfermedad.

            Ahora bien, el fragmento que más me interesa, ahora mismo, de Necrópolis es la historia que cuenta en el Congreso Internacional de Biógrafos y de la Memoria, Moisés Kaplan, colombiano. En sus palabras se deja ver bien a las claras cómo esa memoria y esa biografía del congreso no dejan de ser una ficción más:

Le_Comte_de_Monte_Cristo“Ah, todas las vainas bien contadas son verdaderas, ese es mi lema, pero no vaya a creer que soy arrogante; para serle sincero no sé si estuvo bien y tampoco es que me interese saberlo, a mí me gusta esa historia y por eso la cuento. No lo olvide y, si puede, cuéntela algún día. Me dará gusto encontrarla en uno de sus libros. Intentaré hacerlo, le dice, aunque creo que ya está contada, ¿no es El Conde de Monte Cristo? Ah, veo que usted es buen lector, a lo mejor el único en notarlo, sí, es mi versión de Edmond Dantès, pero hecha con la realidad”.

El Conde de Monte Cristo (1845-1846) de Alejandro Dumas, desde luego que es una novela de venganza escrita en una época tan exacerbada como es el Romanticismo francés tardío, pero también es el sueño hecho realidad porque, para su desgracia, los anhelos de muchos hombres se cumplen en la vida de Edmundo Dantès, para su desgracia, repito. Aquí está lo inquietante de una ficción como esta. Algo parecido le sucede al protagonista de “El Sobreviviente”, Ramón Melo García en cuya vida se mezcla el Romanticismo de las aventuras de Dantès con la visión, entre real y ficticia de la contemporaneidad de la violencia colombiana, a la manera de El Cártel de los Sapos (Andrés López, 2008).

            Un fragmento de esta historia de Ramón Melo García, capturado por los paramilitares, ejemplo de las injusticias de la existencia, sobreviviente a la tortura y a una muerte anunciada gracias a la intervención de un sacerdote: “Con la cuchara empezó a limar alrededor de una de las piedras del muro y vio que la tierrita caía y que era más o menos fácil abrir. Al golpear le sonó hueco y le pareció raro, porque era un sótano, así que después de la comida se la pasó dándole con la cucharita a la piedra hasta que sintió que se movía. ¿Estaré soñando?”… Y así comienza ese recorrido del nuevo Montecristo.

El_Conde_de_Montecristo

No acaban aquí las similitudes, desde luego; no las voy a enumerar, pero sí quiero referirme a un elemento ajeno a la biografía de Ramón Melo García, que también se aproxima tanto a la novela de Alejandro Dumas como a ese poder evocador que la isla tiene para el pensamiento y la narrativa de la era posmoderna (de nuevo recordemos Lost): “Esa roca en medio de la nada representaba a la perfección lo que era su vida, o su situación en la vida: un pequeño barco en medio de la tempestad, azotado por el oleaje y las tormentas. Él era, como yo, un barco pequeño. Que hubiera encontrado en ese lugar un refugio para su alma fue una gran lección, y no dudé un segundo en irme”.

Castillo_de_If

Publicado en Alvaro Mutis y Literatura Hispanoamericana | Etiquetado , , | 1 comentario