El secreto de sus ojos

(Película argentina dirigida por Juan José Campanella, 2009)

ojos-Antonio-Joaquín-González ¿Cuál es el secreto de sus ojos? ¿De quién son los ojos? Son los del asesino, que mira obsesivamente enamorado en las fotografías, a la que luego será su víctima; son los de Benjamín Expósito que repite una mirada similar hacia la juez Irene Menéndez-Hastings; son la fría mirada que queda en la víctima arrojada como despojo, ojos sin brillo conteniendo la imagen del último horror. ¿Cuál es el secreto que transmite la mirada? Puede ser el secreto de la vida, la necesidad de vivirla, de no alejarse del sentimiento para descubrir un buen día que ya no hay posibilidad de recuperar todo aquello que se ha ido perdiendo en el camino; o quizá sí que la hay. De aquí la gran paradoja que transmiten los sentimientos contenidos en El secreto de sus ojos. Paradoja porque desde el dolor, existe la posibilidad de un reconocimiento de los errores y con ello un primer acercamiento a salvar la vida, sin vacíos, pues nada hay peor que una existencia hueca, sin compromiso, con los sentimientos callados.

El camino de salvación de Benjamín Expósito comienza precisamente en el recuerdo de unos ojos ya apagados de la que podría haber sido una víctima más en las crónicas de sucesos o en los legajos archivados del juzgado.El-secreto-de-sus-ojos-Antonio-Joaquín-González

La crueldad que supone la destrucción de la belleza en su expresión de inocencia rota por la violencia es la señal que quedará grabada en Benjamín Expósito, para que en su momento, ya jubilado, tranquilo, solo y con veleidades de escritor, decida hurgar en los recuerdos y en ellos recuperarse a sí mismo. Ahí se encuentra la explicación de esa anotación hecha en las brumas de la noche y el sueño: TEMO. Dos sílabas, una palabra incompleta que en realidad son dos, como Benjamín Expósito descubrirá tras la solución final encontrada en una finca apartada del mundo.

A lo largo de El secreto de sus ojos se manifiestan diversas opciones vitales ante la realidad. Desde el juez que fundamenta su trabajo en la mera firma de documentos que buscan la aplicación, desde la frialdad, de una ley gélida que no se compromete. Personajes que, en realidad, están retratando la imagen de una Argentina clasista en la que se está anunciando el tiempo terrible de la dictadura, desde la prepotencia de aquellos que saben que van a disponer del poder político, de aquellos, también que temen la expresión de sus sentimientos, pues prefieren mantenerse en el grupo privilegiado que les protege del destierro o la muerte y, a la vez, les permite mantener una falsa pureza, que no es tal porque no se compromete, y este es el caso de la jueza Irene Menéndez-Hastings.El-secreto-de-sus-ojos-3-Antonio-Joaquín-González        Por otro lado, el compañero, el auxiliar, el agente judicial alcohólico, Pablo Sandoval, para el cual la amistad es un compromiso hasta la muerte. Busca vivir auténticamente y por ello va a emborracharse a los antros en los cuales, si es necesario, se aclaran los asuntos a puñetazos, sin dejar que el pensamiento vuelva impotente a la necesidad de sentir la verdad. Pablo Sandoval, tan idealista como Benjamín Expósito, o como el marido viudo en su empeño de que se haga justicia, mientras su memoria se va transformado en un recuerdo del recuerdo como distorsión.

Idealistas comprometidos, aunque no buscan un cambio radical del mundo, simplemente quieren cuidar aquello que les rodea, y este es el mayor compromiso que uno puede plantearse ante la realidad; no las grandes palabras: Justicia, Libertad, Igualdad, tan lejanas en la Argentina retratada en esta película; no eso sino el mundo cercano; ahí está la defensa de lo auténticamente humano que somos, en el compromiso con lo que nos rodea; es por eso por que Benjamín Expósito decide abandonar su posición en la atalaya del claustro del juzgado desde el cual contempla el mundo sin llegar a involucrarse del todo. Esa escena, repetida, en la que mira hacia el fondo desde el claustro superior del Palacio de Justicia recuerda a otro de una película de Mike Nichols (1994), Lobo, con un protagonista, interpretado por Jack Nicholson, que también vive alejado del mundo hasta que, transformado en lobo, como metáfora, decide dar la vuelta a la tortilla para cambiarlo.El-secreto-de-sus-ojos-4-Antonio-Joaquín-González

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KARATE KYOKUSHIN

(Este artículo se ha publicado en la revista Kanku. Kyokushin-Kan, del Club Deportivo Karate Kan de Zaragoza. Si está interesado en verla completa o en descargarla gratuitamente:

http://issuu.com/antoniojoaquin/docs/revista_kyokushinkai_2015

https://www.dropbox.com/s/fwz6vvuosqwb3g5/Revista%20kyokushinkai%202015.pdf?dl=0)

Portada-revista-Antonio-Joaquín-González Cuando los japoneses se referían, en sus inicios, al estilo de karate creado por Sosai Oyama, decían que era “Kenka karate”, karate brutal; a ellos les respondía el maestro Oyama: “¡Baka! Kenka karate ja nai. Budo karate da” (¡Tonterías! No es un karate brutal. Se trata de Budo karate) -así lo refiere Nathan Ligo en el artículo que dedicó a Masutatsu Oyama en Black Belt, abril de 1994, “The Living Legend of Mas Oyama”-.

¿Cuál es el motivo de ese calificativo de brutal? Puede ser la dureza que acompaña a la práctica del estilo Kyokushin, puede ser la idiosincrasia tan particular del propio Mas Oyama –evidente en sus exhibiciones de lucha contra toros, o en sus combates vencidos en un solo golpe-, puede ser, incluso, debido a la práctica del combate al K.O., cosa que no es exclusiva del Kyokushin. De un modo u otro, lo que realmente nos interesa es conocer el porqué de esa definición con la que Sosai Oyama contradice a sus detractores: Budo Karate.

Budo es el camino del guerrero (Bushi), la tradición seguida por los samuráis. Este camino, que tan presente está en los principios del Kyokushin (Dojo Kun), no se centra en la brutalidad sino en una disciplina totalmente necesaria, pues el seguirla era la diferencia entre vivir y morir; y no estamos hablando exclusivamente desde un punto de vista físico (cuando el Bushido comienza a reglamentar la existencia del hombre de armas, éste se movía en la frontera que roza la muerte) sino también desde un punto de vista espiritual, pues Do, o Michi, tienen el sentido de senda que conduce a las moradas interiores a las cuales sólo es posible acceder con la muerte del hombre profano. Esa peregrinación hacia la trascendencia sigue una disciplina de sacrificio, pautada por una ética que va más allá de los enfrentamientos descritos como brutales. Sin esa filosofía, la contenida en los Dojo Kun, se cumplen las expectativas de aquellos que denigraban el estilo de Mas Oyama; por eso, entre sus principios marcó una serie de planteamientos de conducta que coinciden con los antiguos códigos del Budo, a los cuales quiso asimilar su estilo: cortesía, respeto, sabiduría, humildad.

Los formantes del nombre de Kyokushinkai contienen tres conceptos. KYOKU, lo más alto, lo último; SHIN que tanto puede ser verdad como alma, y KAI, asociación o escuela. Una asociación preocupada en buscar la última verdad o el alma más elevada. Para entender tal definición debemos volver la mirada a la cultura japonesa, al fin y al cabo, el origen de este noble arte marcial.

En la tradición del País del Sol Naciente confluyen dos modos de acercamiento del ser humano a lo sagrado; por un lado el Shintoísmo (seguido por Masutatsu Oyama en su entrenamiento en las montañas, de eso espero que podamos ocuparnos en algún otro artículo); por otro, el Budismo Zen.

El zen, que es inexpresable en una definición, podría considerarse cercano a la práctica de una disciplina de entrega total, de trascendencia del dolor para llegar a un estado de mente de imperturbabilidad más allá de las circunstancias concretas. Mediante la práctica de la meditación zen (en sus distintas variedades) se busca la integración total de cuerpo y mente, la ruptura de la visión habitual a la hora de contemplar la realidad, y la unificación inmediata de la información para dar la respuesta exacta en el momento. Cuando el Budismo zen comenzó a ser difundido por el archipiélago japonés, encontró una inmediata acogida, especialmente entre el estamento de los samuráis y así fue impregnando el desarrollo de las artes marciales, especialmente el tiro con arco (Kyudo) y la esgrima (Iaido y Kendo), tanto como otras manifestaciones culturales japonesas (estudiadas en las magistrales obras de Daisetz T. Suzuki) como la ceremonia del té (chado), la del incienso (kohdo), el haiku y el arreglo floral (ikebana).

A todo ello se refiere Sosai Oyama cuando habla de Kyokushin como Budo karate.Dibujo-de-Cristina-Remacha-Antonio-Joaquín-González            Los elementos que conforman el entrenamiento Kyokushin, tal y como se desarrollan en las distintas sesiones, son el trabajo de unas técnicas básicas, Kihon; las codificaciones de combate contenidas en los Kata, en ellos están todas las enseñanzas fundamentales del estilo; y el enfrentamiento propiamente dicho, Kumite. Finalmente, una práctica compartida por casi todas las Artes Marciales: el Mokusho, cerrar los ojos, centrarse en la respiración y dejar que toda la enseñanza recibida a lo largo del tiempo de trabajo se deposite, creando ese poso que marca la vida de aquel adepto a la disciplina marcial. Aquí está esa reminiscencia de la meditación zen a la que antes nos hemos referido. Todo ello enmarcado en una serie de gestos rituales que se inician con el saludo hacia el kami-za, el centro que convierte una sala de entrenamiento en un dojo –un lugar en el que se vive el Camino- y concluyen en el saludo a todos los compañeros en sus diversas categorías, el agradecimiento al shihan que ha dirigido la sesión y el osu que hace prolongar el espíritu de la práctica más allá del gimnasio para impregnar la vida cotidiana del estudiante serio.

Eso es el Budo Karate al que se refería Sosai Oyama.

Sosai-Oyama-Antonio-Joaquín-González

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Nicos Casandsakis, El capitán Mijalis

Libertad o muerte

El_capitán_MijalisCuando El capitán Mijalis fue publicado en 1950, se interpretó como si de una novela histórica cercana al género de la crónica se tratase, por su realidad y por la voluntad de narrar los hechos que acompañaron a otra más de las continuas rebeliones que a lo largo del siglo XIX y el XX acompañaron a la historia de griegos y turcos en la isla de Creta. Sin embargo, desde un primer momento se hace evidente el deseo de acercarse a una interpretación metafórica de unos personajes cuya inconmensurabilidad equivale al mundo heroico en el que se mueven. Libertad y muerte, pues a lo largo de la novela ambas experiencias coinciden, hasta tal punto que la segunda es el único territorio en el que puede producirse la primera, de ahí esa atracción salvaje de los personajes de esta novela hacia la muerte, interpretada como un absoluto consustancial a un vida que también es lucha continua.Combate_tropas_bizantinas_y_árabes_Siglo_XIV

Nicos Casandsakis describe un territorio épico, unos protagonistas trágicos y unos coros que perfectamente podrían asimilarse al del teatro clásico griego. Épica porque Creta se transforma en el escenario del combate de dos interpretaciones del mundo radicalmente diferentes, porque, al fin y al cabo, muestra la existencia de unos personajes que trascienden su condición humana hacia lo heroico, tanto es así que ellos mismos, especialmente el capitán Mijalis lucha por ser fiel a sus principios, pues a lo largo del texto nos encontramos con algunos momentos muy concretos en los que la fiera que pretende ser parece que a resquebrajarse, aunque estos son tan mínimos que prácticamente pasan desapercibidos.

Luchador_por_la_libertad_en_Creta            En la introducción a la edición de esta novela en español (editorial Cátedra), Carmen Vilela menciona a Gabriel García Márquez, con muy buen criterio, pues El capitán Mijalis retrata un mundo que encontraría un eco posterior en Cien años de soledad; en la desmesurada atracción por un erotismo que se acerca mucho a la violencia, la capacidad de emoción de la palabra que está en toda narración épica desde la presencia de Odiseo ante la corte de los feacios, en la capacidad para destruir, engendrar o crear un pueblo horadando una montaña como hace uno de los personajes corales que aparecen a la largo de la obra; en la aceptación de un destino trágico conocido de antemano al aceptar una lucha abocada a la muerte, aunque como leemos, la libertad es una planta que se riega no con agua sino con sangre. Y hasta en la aparición de un terrible fantasma que rompe con la posibilidad de que se prolongue su propia estirpe. También en la presencia de los ancianos combatientes centenarios que ven acercarse la muerte como patriarcas de un gran linaje en el que se funde vida y muerte. O, incluso, en el enfrentamiento de los cristianos contra los turcos, evidente, además, en las descripciones que se hacen en algún momento de los héroes, comparándolos con ángeles como San Jorge o con el mismo cristo, modelo del héroe combatiente en esa transformación de la carne en espíritu.

Musulmanes_cretenses          El paisaje en el que ha de desarrollarse la épica es violento por esencia; si a ello unimos la continua búsqueda por parte de Casandsakis de transformar la carne en espíritu, tal y como deja evidente en Informe al Greco, observamos que en esa violencia hay un algo de pureza que, de alguna manera, transcendentaliza a los personajes. Su comportamiento es animal porque las circunstancias en las que han nacido así lo exigen de ellos; se enfrentan a sus tentaciones, pueden caer en ellas y después arrepentirse o bien aceptar que hay otras maneras de contemplar el mundo, como sucede con el capitán Polixinguis; o bien luchar contra unos deseos que, al final, crearán tal tensión interna en los personajes que ese deseo será la causa de más muerte, como ocurre con el capitán Mijalis.

En una carta fechada el 9 de mayo de 1950 (transcrita en la introducción de la edición de Cátedra) leemos: “He terminado El capitán Mijalis –muy trágico; la lucha por la Libertad, el eterno anhelo del alma por liberarse; de la materia, por liberarse y convertirse en espíritu; de Dios, por liberarse de todas las virtudes humanas que llevaba a cuestas y convertirse también Él en espíritu”.Luchadores_cretenses

La violencia del mundo épico, por otra parte, para que no se pierda en el salvajismo de una lucha de gañanes implica la aceptación de un código, ejemplificado en la relación que se establece entre el propio capitán Mijalis y Nuribey.

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“Martirio de Santa Olalla” de Federico García Lorca

La espiritualización del cuerpo

Federico_García_LorcaEn un artículo anterior hemos tratado sobre la visión artística de una mártir del santoral católico como es Santa Inés en la obra pictórica de Julio Romero de Torres. Ahora quiero escribir sobre un romance de Federico García Lorca en su Romancero gitano, “Martirio de Santa Olalla”.

Más allá de una temática común como es la espiritualización del cuerpo por el martirio, lo cual no me interesa como interpretación del mito judeo católico que considera la vida como un caminar en un valle de lágrimas, quiero hacer ver en este comentario la presencia de una serie de rasgos que aproximan las miradas de Julio Romero de Torres y de Federico García Lorca, aunque ambos correspondan a generaciones diferentes, en el caso del primero marcada por el simbolismo modernista, en el segundo desde la metáfora vanguardista que todavía no ha llegado a su culminación surrealista de Poeta en Nueva York.

Algunos son los puntos en contacto entre la visión del mundo, tanto desde la estética vanguardista como desde el simbolismo de Julio Romero de Torres y Federico García Lorca –por mucho que éste se cansase de ese andalucismo con el que continuamente se le definía, desde el estereotipo, lo cierto es que su obra es una magnífica representación de la cultura andaluza-. Las obras de ambos autores son paradigmas de un mundo más imaginado o vivido desde la exacerbación de los sentidos –bien desde la poesía, bien desde la pintura- que real. Recordemos algunos puntos en contacto: “La monja gitana” de Romancero gitano tiene su antecedente en Romero de Torres. El paisaje que enmarca muchos de los retratos o escenas de Julio Romero de Torres es metáfora de los mismos sentimientos simbolizados en las miradas de las mujeres retratadas; sentimiento y miradas del mundo que vemos reflejados en la poesía de Federico García Lorca.

Retablo_del_amor_Julio_Romero_de_TorresCuando describí la tercera escena de la “Muerte de Santa Inés” tratamos de la ambigua o directa representación andrógina de las ángelas. Esta es una figura que también podemos encontrar representada en algunos poemas de Romancero gitano. En el romance “Reyerta” los ángeles también acompañan la escena de una muerte que, en este caso nada tiene de sagrado

“Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite”.

Recordemos que en esa escena de la Muerte de Santa Inés una de las ángelas acomoda la cabeza de la mártir a la vez que pide silencio, el silencio necesario que ha de acompañar el secreto de la muerte. En la “Muerte de Antoñito el Camborio”, de Romancero gitano, cuando muere Antonio Torres Heredia

“Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
otros de rubor cansado
encendieron un candil”.

Y, por supuesto, no hemos de olvidar la importancia que adquieren los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael en la mencionada obra.

San_Rafael_Julio_Romero_de_TorresEl “Martirio de Santa Olalla” es el primero de los tres romances históricos con los que se completa Romancero gitano (1924-1927); los otros dos añadidos son “Burla de don Pedro a Caballo. Romance con lagunas” y “Thamar y Amnón”. En el ambiente característico andaluz que enmarca prácticamente casi todos los romances de la obra, “Martirio de Santa Olalla”, al menos en apariencia, parece alejarse un tanto de la tónica general –cosa que también ocurre con los otros dos romances históricos; y digo aparentemente puesto que el retrato que se hace, desde una estética del arqueologismo cercano a lo exótico, hay una voluntad de aproximar la tierra emeritense a la Bética de los romanos, sugerida en las imágenes de bustos romanos de “San Rafael”. La relación, además, de santa Olalla con el territorio de lo más puramente andaluz se explica desde las reflexiones que dicta Fray Luis de Granada en su Introducción al símbolo de la fe.

También para Julio Romero de Torres, Andalucía es tierra romana, recordemos su composición Poema de Córdoba en el que se contienen las distintas interpretaciones del mundo que configuran, en este caso la cultura cordobesa. Ahí está la “Córdoba romana” a cuya impronta se suma la representación de la historia de Inés en La muerte de Santa Inés.

Poema_de_Córdoba._Julio_Romero_de_TorresOlalla o Eulalia, que llegaría a ser la santa patrona de la ciudad de Mérida, nació en esta ciudad cuando todavía era Augusta Emerita, según la tradición, en el año 292; según Prudencio, su martirio hay que situarlo el 10 de diciembre de 304. El padre de Eulalia era el senador Liberio, cuya familia era cristiana. Cuando es promulgado el decreto de Diocleciano prohibiendo el cristianismo y manifestando la obligación de adorar a los dioses paganos, los padres de Eulalia intentan protegerla, sin embargo, ella se presenta ante el gobernador Daciano para denunciar ante él la injusticia de una ley que persigue a los cristianos. El gobernador intenta convencerla para que rinda pleitesía a los dioses y al emperador, aunque ella se niega. Por ello le es aplicado un cruel castigo que termina cuando, en el momento de su muerte una paloma, que es su alma, vuela desde su cuerpo hacia el cielo. Al ver esta maravilla, los verdugos salen huyendo, dejan abandonado el cadáver y éste, poco a poco, se va cubriendo de nieve.

John_William_Waterhouse_-_Saint_Eulalia_-_1885Básicamente esta es la línea argumental que configura el desarrollo que encontramos en el “Martirio de Santa Olalla”, no tanto desde la historia contada por Prudencia como por la versión meditativa de Fray Luis de Granada en su Introducción al símbolo de la fe.

El “Martirio de Santa Olalla” está dividido en tres cuadros, a la manera del que realiza Julio Romero de Torres para su Muerte de Santa Inés.

Primer cuadro. “Panorama de Mérida”. El amanecer, incluso en las imágenes que sirven para representarlo poéticamente, puede ser una metáfora del dolor. En el “Romance de la pena negra” leemos:

“Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya”.

Una imagen sumamente apropiada para un romance como este en el que se expresa la pena, la soledad y el dolor de la mujer. Rasgos similares, desde la imaginería podemos encontrar en el cuadro primero, “Panorama de Mérida” del “Martirio de Santa Olalla”; un ambiente que anuncia, por otra parte, el dolor que está próximo a llegar. Aquí los gallos, metaforizados en la blasfemia de creta roja porque fueron ellos los que volvieron consciente la traición de Pedro, son como las piquetas de los gallos que rompen el alba. Mientras, por las calles corre un caballo de larga cola. Recordemos dos de los más repetidos significados simbólicos atribuidos al caballo; por un lado es el deseo desbocado, de tal sentido Federico García Lorca hará un uso magistral en su tragedia andaluza Bodas de sangre. En todo relato de martirio, el sadismo de quien lo ordena y en la mirada impura llena de carnalidad salvaje del que observa la escena, hay una cierta insania, por mucho que se produzca una transcendentalización por la entrega a un matrimonio sagrado que es la conclusión de la vida física del mártir. El otro sentido del caballo es la muerte; y en eso estamos, en el preámbulo de una ceremonia de muerte.

Soldados_romanosAdemás de la temporalidad directa y la expresión de lo espacial también tiene el sentido cronológico de situar el escenario en el que todo va a ocurrir. Una alusión a la época totalmente necesaria, pues “Martirio de Santa Olalla” no describe un tiempo cronológico sino antiguo, una era en la que viejos soldados de roma dormitan, en una noche de torsos yacentes y estrellas de nariz rota que espera el alba para derrumbarse. Todo ello, además de una hermosa imagen para expresar la cercanía del amanecer, muestra la ciudad desde una mirada arqueologista, lo cual no deja de tener su interés, ya que el martirio de la santa sucede en una ciudad que ya es antigua, así el tiempo del martirio es el tiempo contemporáneo; la Mérida romana de Augusto, es la Mérida del tiempo del Romancero gitano. Hay en esta descripción del amanecer emeritense ciertas imágenes que anuncian lo que se aproxima, una historia de dolor: el brillo del agua que redoraba las aristas de la roca; una fusión del agua con las aristas, lo femenino y el sufrimiento anunciado; un padecimiento que transforma en dorado el tormento, como una alusión a la gloria del martirio en la que yacerá Santa Olalla.

Después de esta introducción descriptiva, de pronto, sin ningún tipo de transición, salvo las connotaciones que anuncian el martirio, leemos estos dos versos terribles, más terribles todavía con el contrapunto: “Al gemir la santa niña / quiebra el cristal de las copas”. El horror sufrido por la doncella –la niña- en un ambiente de disipación y orgía –las copas-, similar al que aparece reflejado en una de las escenas del retablo “Muerte de Santa Inés” de Julio Romero de Torres. El cristal transparente es la virtud y la virginidad, roto se transforma en las imágenes terribles que acompañan al amanecer en Mérida; cuchillos que se afilan, garfios y zarzamora, como espinas de pasión, aunque ahí están también los nardos, la pureza de la niña Olalla.

Así comienza el cuadro segundo del “Martirio de Santa Olalla”, “El martirio”. La mártir en proceso es como una flor desnuda que sube “por escalerillas de agua”. La vejación de la desnudez no consentida también está presente en la segunda escena del retablo de la Muerte de Santa Inés. Una desnudez que duele, que nada tiene que ver con la espiritualización del cuerpo yacente que es el cuerpo de Santa Inés cubierto por un sudario de gasa bajo el cual se adivina su belleza.

La_Santa_Relieve_escultórico_Roberto_Michel_1753El cónsul pide una bandeja para poner en ella los senos cercenados de Olalla. Muchas de las torturas que detallan los cronistas del martirologio van más contra la condición femenina que contra la religión, de manera que muy bien se podría plantear si no son la expresión de un deseo masculino frustrado –en la historia de Santa Inés esto es mucho más evidente-. Por ello, en esa aberrante descripción de la bestia que puede llegar a ser el hombre predominan estas sevicias. No es tan frecuente la referencia a santos emasculados, cosa que, sin embargo, se repite en la agresividad política y bélica entre hombres.

¿Cómo se expresa poéticamente el dolor de la santa? “Un chorro de venas verdes / le brota de la garganta” y esto es como el alarido que quiebra el cristal de las copas; su sexo tiembla como un pájaro enredado en las zarzas, la violación que supone el ser presentada contra su voluntad ante un hombre. Es la condición de la mujer, y no la de cristiana, la que prevalece en el poema; así pues, la actitud del cónsul romano es la del sádico, no la del inquisidor, aunque ¿realmente hay diferencias entre uno y otro? La referencia religiosa llegará con la acción de las manos cortadas que, en el suelo, se unen en gesto de oración. Y siguen las torturas, que en la Introducción al símbolo de la fe de Fray Luis de Granada están más detalladas hasta llegar a una meditación que pierde su contenido en el regodeo sádico. Flagelación, fuego, violación y el degenerado cónsul que se lleva los senos en la bandeja.

Con toda esta narración, la historia de la santa se aleja totalmente de la serenidad retratada en la muerte, que es la consecución de la gloria, tal y como ésta aparece reflejada en la Muerte de Santa Inés de Romero de Torres.

Finalmente, el cuadro tercero, “Infierno y gloria”. Olalla ha sido colgada en un árbol. Su cuerpo es un desnudo de carbón, pues también ha sido quemada. Es de noche. Se acumula la negrura como una tinta que se esparce por la ciudad. El infierno es la vida ajena al dolor que tan injustamente se ha provocado, no tanto el suplicio sufrido por la santa.

Santa_EulaliaComienza a nevar, y en los copos que caen hemos de entender un progresivo acercamiento al cielo que es la gloria. La nieve cubre el cuerpo torturado de Olalla borrando las huellas de su dolor y la Gloria, expresada en los versos finales de esta composición, tan hermosos. A ellos se llega después de ese proceso animal que es la tortura

“Una custodia reluce
sobre los cielos quemados,
entre gargantas de arroyo
y ruiseñores en ramos”.

Una naturaleza de gloria contrapuesta al infierno de la ciudad. El amanecer no es como el de la jornada anterior. “¡Saltan vidrios de colores!”. Ahora es una imagen de belleza que aleja todo el sufrimiento de la mujer y el blanco y negro de la noche.

“Olalla blanca en lo blanco.
Ángeles y serafines
dicen: Santo, Santo, Santo”.

Y el proceso culmina de un modo casi dramático de auto sacramental, en la exaltación religiosa.

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Diario de un poeta recién casado

Imágenes de Totalidad, Belleza y Eternidad.

Sobre dos poemas de Juan Ramón Jiménez

En la transformación poética que se está produciendo en la literatura española de principios del siglo XX, transformación que llegará a su punto culminante en la revolución surrealista ya en la década de 1930, es necesario destacar un autor, Juan Ramón Jiménez, y un libro, Diario de un poeta recién casado, en el cual el escritor encuentra una manera distinta para expresar los sentimientos estéticos que nacen desde la búsqueda de la belleza en la realidad. Lo cierto es que en ese estilo nuevo no deja de haber un eco de la exaltación que encontramos reflejada en las encendidas palabras de los místicos.

Portada_Diario_de_un_poeta_recién_casadoDiario de un poeta recién casado fue publicado en 1917, aunque no hay una segunda impresión hasta 1948, hay que considerar esta obra como una de las más importantes a la hora de entender el recorrido de la poesía española e hispanoamericana del siglo XX. Los rasgos de una incipiente poesía desnuda y mística que marcan Diario de un poeta recién casado están anunciados en la progresiva depuración iniciada por Juan Ramón Jiménez en sus Sonetos espirituales (1914) y Estío (1915). Depuración que le lleva a abandonar la abundancia excesiva de elementos sensoriales y otras características del modernismo intimista que marcan textos como Elejías (1907) o La soledad sonora (1911).

Joaquín_Sorolla._Retrato_Juan_Ramón_Jiménez          ¿Qué podemos entender por mística? Más allá del contenido que el vocablo tiene en las religiones reconocidas y asumidas como hecho cultural, lo místico es aquello que acerca a lo secreto, lo cual, a su vez, no deja de ser una transcendentalización; un manifestarse de unos principios ideales y eternos que están expresados en la belleza, la bondad o la fortaleza. Según la naturaleza del poeta, así surgirá el rasgo de lo insondable.

Zenobia_Camprubí En Juan Ramón Jiménez, la belleza emana de la realidad vivida a la vez que contemplada en un proceso de búsqueda de lo absoluto en el mundo en el que se desarrolla lo cotidiano.

En el viaje que es Diario de un poeta recién casado hay un primer momento en el cual aparece un cierto vislumbre de lo que está a punto de surgir, aunque el proceso queda inacabado porque aquí, el itinerario hacia la belleza acaba de comenzar y el poeta todavía no tiene la suficiente capacidad de abstracción como para alejar todos aquellos elementos que impiden el nacimiento de la belleza, en este caso expresada en la figura de Venus.

Se trata de un poema en prosa fechado el 1 de febrero. Imaginemos, el poeta en una inmensidad de cielo y mar, desde la cual va percibiendo un ritmo nuevo y puro desde el cual el milagro de la desnudez más luminosa puede llegar a producirse. Este poema es “Venus”

La belleza en su estado puro es inefable y la sensación de que ronda al poeta solo puede expresarse desde el balbuceo, de ahí ese primer párrafo que anuncia todo y acaba en una duda que no deja de mostrar, desde el sarcasmo, el desengaño por no haber logrado ver el milagro del renacimiento de Venus.Venus_Juan_Ramón_Jiménez

Ahora bien, el itinerario poético va a seguir; el poeta en ningún momento va a cejar en su empeño de ascender por la escala que desde el cieno le conducirá a lo absoluto. Y, así, podemos llegar a uno de los momentos que considero culminantes, no sólo de Diario de un poeta recién casado sino de toda la poesía trascendental y mística del siglo XX.

También se trata de un poema en prosa; éste fechado en la ciudad de Nueva York el cinco de abril

Botticelli_Nacimiento_de_VenusLa negra y la rosa

La negra va dormida, con una rosa blanca en la mano.

—La rosa y el sueño apartan, en una superposición mágica, todo el triste atavío de la muchacha: las medias rosas caladas, la blusa verde y transparente, el sombrero de paja de oro con amapolas moradas.— Indefensa con el sueño, se sonríe, la rosa blanca en la mano negra.

            ¡Cómo la lleva! Parece que va soñando con llevarla bien. Inconsciente, la cuida —con la seguridad de una sonámbula— y es su delicadeza como si esta mañana la hubiera dado ella a luz, como si ella se sintiera, en sueños, madre del alma de una rosa blanca. —A veces, se le rinde sobre el pecho, o sobre un hombro, la pobre cabeza de humo rizado, que irisa el sol cual si fuese de oro, pero la mano en que tiene la rosa mantiene su honor, abanderada de la primavera—.

Una realidad invisible anda por todo el subterráneo, cuyo estrepitoso negror rechinante, sucio y cálido, apenas se siente. Todos han dejado sus periódicos, sus gomas y sus gritos; están absortos, como en una pesadilla de cansancio y de tristeza, en esta rosa blanca que la negra exalta y que es como la conciencia del subterráneo. Y la rosa emana, en el silencio atento, una delicada esencia y eleva como una bella presencia inmaterial que se va adueñando de todo, hasta que el hierro, el carbón, los periódicos, todo, huele un punto a rosa blanca, a primavera mejor, a eternidad…

Ya está lejos el invierno que acompaña a febrero, aunque lo gris permanece en la descripción de ese mundo de “estrepitoso negror rechinante, sucio y cálido” que es el underground, lo subterráneo en el que hay que hundirse para llevar la luz, expresada en el poema en la figura de una negra dormida; porque el sueño, cuando no es pesadilla no genera monstruos sino belleza. Un personaje que contiene la expresión de la primavera plena en todo su esplendor: negro, blanco, rosa, verde, transparencias, paja, oro y morado.

Zenobia_y_Juan_Ramón           En la poesía religiosa india, y no hay que olvidar que Juan Ramón Jiménez se acercó lo suficiente a ella, la manifestación de la iluminación se expresa desde la metáfora del loto que nace desde el limo de las aguas estancadas. Pues algo así sucede en el poema en prosa “La negra y la rosa”. Desde la opresión de una realidad que todo lo invade con sus muestras más negativas de pobreza, ignorancia, suciedad, actualidad y violencia, la belleza se va abriendo paso, primero en la figura de la mujer negra que porta en sueños una rosa blanca en su mano; después con la mirada hacia su “pobre cabeza de humo rizado que irisa el sol cual si fuese de oro” hasta llegar a la culminación de la experiencia estética que también es de éxtasis, cuando desde la rosa y sus circunstancias emana una belleza especial que todo lo invade hasta hacer rozar a aquellos que la contemplan, y por extensión al lector atento, la Eternidad porque los absolutos que habitan el mundo de las ideas, aunque diferentes en su esencia conducen a un mismo fin, lo trascendente.

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Iluminismo y revolución en el Caribe del siglo XVIII

El siglo de la luces (Alejo Carpentier)

El_siglo_de_las_luces_Alejo_CarpentierEl título de la novela de Alejo Carpentier El siglo de las luces (escrito entre 1956-1958 y publicado en 1962) se refiere a las tres luminarias que acotan el territorio de la oscuridad durante el siglo XVIII: la Libertad, la Razón y la Espiritualidad. Las tres van claramente unidas en el proceso de conocimiento que viven los tres personajes más importantes: Carlos, Sofía y Esteban, sin olvidar a los otros que aparecen en esta historia, algunos de ellos con un carácter bien definido, aunque en ellos también se produzcan algunos cambios significativos: el doctor Ogé, Caleb Dexter y, especialmente, el revolucionario jacobino Victor Hugues, el más claro representante de una revolución de luces y también de sombras como se hace evidente en la llegada al Caribe de la primera guillotina.

El cometido del presente artículo es hacer un recorrido, siquiera sea sucinto, por las menciones que, a lo largo de la novela, se hacen acerca de diversos movimientos espiritualistas, ocultistas, secretos e iluministas, como se prefiera; tomando, además, muy en cuenta la influencia que tales ideas pudieron tener en el desarrollo de los principios revolucionarios.

Desde un primer momento, la voluntad hermética del iluminismo dieciochesco en El siglo de las luces se hace evidente cuando Alejo Carpentier inicia su obra con un pórtico en el que se lee una frase del Zohar: “las palabras no caen en el vacío”.Masonería

El mito de la influencia de la Masonería en la revolución francesa es tan antiguo como la Revolución misma. La tesis fue planteada en 1791. La Masonería es un movimiento secreto (en el sentido de discreto), esotérico y filosófico cuyos fundamentos pueden contenerse en palabras como Tolerancia, Progreso, Igualdad, Libertad y Fraternidad, siendo estas tres últimas de la divisa de la Gran Logia de Francia. No puede confirmarse documentalmente un compromiso directo de la Masonería como institución con el desarrollo de los hechos que minaron los cimientos del Antiguo Régimen. Por otra parte, se hace difícil de entender el atroz baño de sangre y la crueldad que acompañaron a los acontecimientos revolucionarios, inexplicables desde los fundamentos en los que se asienta la Masonería. Sin embargo, esos mismos fundamentos son la semilla que plantada por distintos masones produciría esa nueva forma de contemplar el mundo. Y aquí es donde esas palabras que encabezan El siglo de las luces cobran un sentido especial. Ideas que nacen en las luces y penumbras de los Logias y siguiendo su eje se dispersan más allá de la puerta de los Templos.

La importancia de las sociedades secretas en el mundo de El siglo de las Luces se anuncia tempranamente, al poco de la aparición en La Habana de Victor Hugues, acompañado de palabras como Filántropo y acusado posteriormente de francmasón. También en ciertas menciones hechas a la profesión de Victor Hugues como contrabandista de telas; justifica este oficio como un modo de luchar contra la tiranía; telas llegadas desde Francia, compradas en las fábricas de sedas de Lyon de Jean Batiste Willermoz. Y este es uno de los nombres que debemos retener, pues fue mucho más que un comerciante.

La segunda mención importantísima que debemos retener es la de un tal Martínez Retrato_supuesto_Martínez_de_Pasqually_Isabel_González_Torrentsde Pasqually, “muerto en Saint Domingue algunos años antes, cuyas enseñanzas habían dejado huellas profundas en algunas mentes”, aunque para Victor Hugues este personaje era un farsante, descrito en los siguientes términos: “Quien pretendía establecer comunicaciones espirituales, por encima de las tierras y los mares, con sus discípulos, igualmente arrodillados, en ocasión de solsticios y equinoccios, sobre círculos mágicos trazados con tiza blanca, entre velas encendidas, signos de la kábala, humos aromáticos y otras escenografías asiáticas”. Aunque, inmediatamente, la respuesta a ello de Ogé explica que el cometido de todo ello era “desarrollar las fuerzas trascendentales dormidas en el hombre” ya que “Martínez de Pasqually explicaba que la evolución de la Humanidad era un acto colectivo y que, por lo tanto, la acción iniciada individual implicaba forzosamente la existencia de una acción social colectiva: quien más sabe más hará por sus semejantes”. Ante esta postura espiritualista de Ogé, la que implica un mayor compromiso con la acción de Víctor Hugues: “Empiecen por romper la cadenas”. Esta conversación tiene lugar en un ambiente en el que se está planteando la cuestión de la revolución.

Martínez de Pasqually es una de las figuras más importantes de la filosofía iluminista del siglo XVIII. De orígenes poco claros, por falta de una documentación fidedigna –tendremos oportunidad de tratar sobre estas cuestiones en artículos posteriores-, su carrera de taumaturgo y teúrgo se hace evidente hacia 1754. Su obra más importante, la única conocida, más allá de algunas de sus cartas conservadas, es el Traité de la Réintégration des étres dans leurs premières propiétés, vertus et puissance spirituelle et divine (Tratado de la Reintegración de los Seres en sus primeras propiedades, virtudes y poderes espirituales y divinos), que no sería impresa hasta 1899.

A partir de 1754, Martínez de Pasqually desarrolla una orden hermética, la de los Elus Cohen que se mantendría viva hasta 1781 cuando el Gran Maestre, sucesor del fundador, Sebastián Las Casas, cerrase oficialmente los Templos Elus Cohen, lo cual no significó, por otra parte, que su teurgia no perviviese.

En 1772, Martínez de Pasqually parte hacia la Isla de Santo Domingo. La razón: la necesidad de hacerse cargo de una herencia en las posesiones ultramarinas de Francia; así, al menos, ha sido explicado. Lo cierto es que durante dos años –su muerte sucede en 1774-, Martínez de Pasqually, además de seguir en contacto, por una correspondencia conservada con sus seguidores en Francia, organiza la Sociedad de los Elus Cohen en lo que actualmente es Haití.

Un magnífico resumen de la teoría sobre la que se fundamenta el pensamiento de Martínez de Pasqually lo podemos leer en estas palabras que pertenecen al Tratado de la Reintegración: “El hombre tenía las mismas virtudes y poderes que los primeros espíritus y, aunque fue emanado después que ellos, se convirtió en su superior y mayor gracias a su estado de gloria y a la fuerza del mandato recibido del Creador. Conocía perfectamente la necesidad de la creación universal, conocía también la utilidad y santidad de su propia emanación espiritual, así como la forma gloriosa de la que había sido revestido para actuar según la voluntad sobre formas corporales activas y pasivas. En este estado debía manifestar todos sus poderes frente a la creación universal, general y particular para mayor gloria del Creador”.

Desde las enseñanzas transmitidas por Martínez de Pasqually surgen, por un lado, el movimiento esotérico del Martinismo, debido a Louis Claude de Saint Martin y, por otro, una revolución en la organización del sistema de la Masonería, debido a Willermoz, el mismo que proveía de sedas a Víctor Hugues.

Todo ello es explicado en el momento en que Esteban llega a dilucidar cómo Víctor Hugues, que llegaría a ser uno de los más fervientes partidarios de Robespierre, entró en contacto con la Masonería

Logia“Juan Bautista Willermoz, su proveedor en sederías, Gran Canciller del Covent de las Galias, muy estimado por los Príncipes de Hesse, era el dirigente de una orden que había ido derivando hacia la mística y el orfismo por influencia de Martínez de Pasqually, el iluminado muerto en Saint-Domingue. El misterioso judío portugués había fundado capítulos en Port-au-Prince y en Leogane, ganándose las mentes de hombres como Ogé, llevados a las especulaciones esotéricas, pero defraudado, en sus disciplinas herméticas, a los que, como el exnegociante, eran más solicitados por un ideal de subversión política. Victor, respetuoso del inmenso prestigio de Willermoz como filántropo y como industrial –millares de obreros trabajaban en sus fábricas de Lyon- había aceptado los fundamentos de la doctrina, hincándose según el rito del Gran Oriente, pero negando (de ahí venían sus discusiones con Ogé) a aceptar las prácticas espiritualistas preconizadas por Martínez de Pasqually, aquel que se jactaba de establecer comunicaciones mentales a distancia, con sus discípulos de Europa”.

El ambiente de sociedades esotéricas, secretas, herméticas o iluministas, como se prefiera, está claramente expresado en las palabras con las que Ogé resume todo un mundo que enmarca el surgimiento del pensamiento revolucionario durante la travesía en el barco del capitán Caleb Dexter: “los portentos del magnetismo, de la quiebra de la psicología tradicional, o bien de las órdenes secretas que florecían en todas partes, bajo los nombres de Hermanos del Asia, Caballeros del Águila Negra, Electos Cohen, Filaletas, Iluminados de Aviñón, Hermanos de la Luz Verdadera, Filadelfos, Caballeros Rosa-Cruces y Caballeros del Templo, persiguiendo un ideal de igualdad y armonía, a la par que laboraban por el perfeccionamiento del Individuo, destinado a ascender con el auxilio de la Razón y de las Luces, hacia las esferas donde el ser humano veríase por siempre librado de temores y de dudas”.

Y así, después de todo un adoctrinamiento en el Caribe, Esteban llega a Francia, en el momento álgido de la revolución y allí es iniciado en la Logia de los Extranjeros. Ceremonia que es descrita por Alejo Carpentier en este fragmento

“Para él habían encendido el Templo, resplandeciente y arcano, donde, al fulgor de las espadas, le tocara andar, trémulo y deslumbrado, hacia las Columnas Jachim y Boaz, el Delta y el Tetragrama, el Sello de Salomón y la Estrella del Número de Oro. Allí estaban, envueltos en sus aureolas y emblemas, los Caballeros Kadosh y los Caballeros de la Rosacruz y los Caballeros de la Serpiente de Bronce y los Caballeros del Arca Real y los Príncipes del Tabernáculo y los Príncipes del Líbano y los Príncipes de Jerusalén, y el Gran Maestre Arquitecto y el Sublime príncipe del Real Secreto, hacia cuyos grados comenzaría la ascensión de quien, demudado por la emoción, sintiéndose indigno de tanto honor, avanzaba hacia los misterios del Grial, de la transformación de la Piedra Bruta en Piedra Cúbica, de la Resurrección del sol en la Acacia, en el seno de una Mapa_del_CaribeTradición conservada, recobrada que, retrocediendo vertiginosamente en el tiempo, alcanzaba las grandes ceremonias iniciáticas del Egipto, a través de Jacobo Boehme, las Bodas Químicas de Christian Rosencreutz y el Secreto de los Templarios. Esteban se había sentido Uno con el Todo, alumbrado, iluminado, ante el Arca que ahora había de edificar en su propio ser, a semejanza del Templo construido por el maestro Hiram-Abi. Estaba en el Centro del Cosmos; sobre su cabeza se abría el Firmamento, sus pies hollaban el camino que conduce del Occidente al Oriente. Salido de las sombras del Gabinete de Reflexión, desnudo el pecho en el lugar del corazón, desnuda la pierna derecha, descalzo el pie izquierdo, el Aprendiz había respondido a las tres preguntas rituales sobre lo que el Hombre debía a Dios, a Sí mismo y a los Demás, al cabo de las cuales se habían agrandado las luces, las altas luces de un Siglo hacia cuyo prodigioso acontecer había ido ciegamente, vendado, como arrastrado por una voluntad superior desde la tarde de los Grandes Incendios de Port-au-Prince”.

“Entendía ahora, el exacto sentido de la alucinada navegación –semejante a la de Perceval en busca de sí mismo- hacia la Ciudad Futura que, por una vez, no se había situado en América, como la de Tomás Moro o la de Campanella, sino en la propia cuna de la Filosofía”.

BarcosSin embargo, Esteban irá encontrándose en su camino con algunos hechos que le alejan poco a poco de aquellas ideas en las que, en un primer momento encontró la libertad y la explicación de la existencia. Ahí están los ejemplares de la Constitución encuadernados en piel humana o la sistemática utilización de la guillotina, primer símbolo de la libertad revolucionaria que llega a las posesiones ultramarinas de Francia, junto a la corrección del decreto por el cual se liberaba a todos los esclavos para poner nuevamente en cadenas a aquellos que había saboreado la libertad. Este desencanto no aleja a Esteban de la indagaciones espirituales, cada vez más simbólicas como muestra este pensamiento sobre Cristo que le alcanza en su regreso al Caribe: “era posible, sin embargo, que la crucifixión no hubiese sido el peor de los suplicios inventado por el hombre. Pero la Cruz era un Áncora y era un Árbol, y era necesario que el Hijo de Dios padeciera en su agonía sobre la forma que simbolizaba a la vez la Tierra y el Agua –la madera y el mar”.

Cuando Esteban ya ha renunciado interiormente a los principios de la revolución tal y como estos se están llevando a cabo, recuerda unas palabras que el doctor Ogé citaba de su maestro Martínez de Pasqually, “el ser humano sólo podría ser iluminado mediante el desarrollo de las facultades divinas dormidas en él por el predominio de la materia”. Para llegar a esta conclusión en cuyas palabras no puede definirse con más claridad esa relación que hay entre Revolución y Espíritu: “Esta vez la revolución ha fracasado. Acaso la próxima sea la buena. Pero, para agarrarme cuando estalle, tendrá que buscarme con linternas a mediodía. Cuidémonos de las palabras hermosas; de los Mundos Mejores creados por las palabras. Nuestra época sucumbe por un exceso de palabras. No hay más Tierra Prometida que la que el hombre puede encontrar en sí mismo”.El_Ermitaño_Tarot_Wirth

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El gourmet solitario (Jiro Taniguchi – Masayuki Kusumi)

El_gourmet_solitario_portadasMasayuki Kusumi (Tokio 1958) es el guionista de esta novela gráfica dibujada por Jiro Taniguchi (Tokio 1947), uno de los más importantes autores del panorama del cómic japonés, entre sus obras hay que señalar otras como La época de Botchan o El caminante.El_gourmet_solitario

En la guía para el viajero sobre Japón (El País-Aguilar) leemos:

“Teniendo en cuenta la actual profusión de restaurantes (sólo en Tokio hay unos 80.000) y la riqueza de cocinas regionales y extranjeras, cuesta creer que la dieta japonesa media consistiera durante siglos en poco más que arroz, sopa de miso y encurtidos. En una tierra de escasos recursos primaba una austeridad que enseñó a los japoneses a aprovechar al máximo los productos de temporada y a servirlos con arte para que parecieran apetitosos. Tokio, Osaka y Kyoto son los centros culinarios, pero cada ciudad se enorgullece de sus especialidades propias. Los restaurantes baratos y de categoría media suelen apiñarse alrededor de las estaciones de trenes y en los centros comerciales y en los grandes almacenes. Muchos establecimientos se identifican por los visillos (noren) que cuelgan sobre la puerta con el nombre del restaurante en japonés”.

Hakozen-soba_by_Yusuke_Kawasaki_in_Ginza,_Tokyo            Esta anotación nos sirve perfectamente para ubicar el paisaje en el que se desarrolla el texto gráfico que estamos comentando pues la vida de este gourmet solitario se desarrolla en ese mismo mundo que es el habitual en la restauración japonesa cotidiana –no hablemos de otras exquisiteces que en todo momento han acompañado la cultura culinaria japonesa. En esta obra nos encontramos representados algunos establecimientos frecuentados por trabajadores, cafeterías o restaurantes, tiendas de soba (tallarines), puestos callejeros de ramen (tallarines chinos), algunos de ellos abiertos hasta bien entrada la noche, pues dan acogida a los oficinistas cuando terminan tarde sus jornadas laborales; máquinas dispensadoras de bebidas y alimentos, supermercados abiertos las veinticuatro horas, establecimientos de comidas para llevar en las cajas bento, restaurantes de sushi, bares… Tal es la realidad que aparece dibujada en este libro de Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi.

ramen_nakamura_shoyu2            Uno de los locales más representados en este libro es el de los izakaya, equivalentes a los bares de tapas tal y como son conocidos en España. En ellos se toma la consumición en la barra, aunque tal y como podemos leer en las imágenes del cómic, ello no implica una apertura a la socialización entre desconocidos –en realidad, en España hace tiempo que las cosas no son como antaño-.

Como buena parte de los elementos que definen la cultura japonesa, lo gastronómico también ha sufrido un proceso de exotización. Por un lado está bien leer este cómic de Jiro Taniguchi porque en él nos hacemos conscientes de que la alimentación japonesa no es solo la complicación de platos incomprensibles para el paladar occidental e inasequibles para un bolsillo medio. Por otro, también está bien porque en las viñetas que narran la historia de Masayuki Kusumi se hace evidente que, hasta en lo cotidiano, el japonés cuida los detalles desde lo visual hasta lo gustativo.

Más allá de todos estos elementos relacionados con la comida, centrémonos ahora en otros aspectos argumentales de una historia que nos lleva a unos principios simbólicos en los cuales la soledad y la realidad japonesa cobran una especial relevancia.El_gourmet_solitario

También para Haruki Murakami cocina y soledad son dos elementos que aparecen unidos continuamente; no puede ser de otra manera cuando el principio estructural que sirve para desarrollar las existencias de los personajes murakamianos es lo real; hasta cuando la comida se convierte en el trampolín necesario para lanzarse hacia la dimensión fantástica. Así sucede especialmente con los espaguetis, que en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo se transforman en la excusa perfecta para crear un ambiente de máxima realidad; o en el cuento “El año de los espaguetis” de Sauce ciego, mujer dormida, en el cual la pasta se define como una metáfora de la soledad.

¿Llegamos a conocer el nombre del protagonista de El gourmet solitario? Su recorrido por el mundo es un continuo monólogo que apenas se detiene cuando frena en su actividad laboral, se dedica a comerciar con artículos importación. Más tarde también sabremos que se ha forjado en la dura disciplina del prácticamente de artes marciales, su maestro fue su propio abuelo; detalle este último interesante porque en su bonhomía de abstemio, hay un momento en que no duda en responder con vehemencia a una agresión. Es conveniente en un cómic como este no perderse ni un detalle, porque en los pormenores se encuentra lo más importe del recorrido de este hombre solitario por diversos establecimientos de comida.

Retrato_de_Jiro_Taniguchi           El protagonista come y come y, aunque en algún momento roce la ansiedad, en realidad en su atracción por lo culinario encontramos más que nada una visión vitalista de la existencia. Se trata de un hombre que trabaja duro, que es fiel a sus principios, que respeta el mundo que recorre, aunque en algún momento no lo entienda, y que es en el acto de comer en el que encuentra su plena comunicación con el paisaje del que también forma parte.

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El vals Mefisto de Fred Mustard Stewart

Fred_Mustard_StewartDicen que al volver a acercarse a los clásicos es cuando el lector se percata de cómo ha pasado el tiempo y es capaz de encontrar sentidos nuevos tanto en la letra como en los espacios en blanco. No sólo sucede con la literatura reconocida en el canon de los especialistas. Todo lector tiene su propia lista y ésta no tiene que coincidir con las facilitadas ni por los gurús de la cultura, ni con la de los críticos especializados. También existe esa literatura, especialmente narrativa, que nace para ser consumida por el mismo placer de la lectura, sin mayores objetivos que el entregar al lector unas horas de apartamiento de las ocupaciones cotidianas.

El motivo de esta reflexión está en la relectura de El Vals Mefisto de Fred Mustad Stewart (The Mephisto Waltz, 1969) publicada en España en 1973.

¿Cuántos años han pasado desde que leí por primera vez esta novela? Más de treinta, seguro. Y, aunque ahora no ha quedado esa sensación ominosa que impregnaba la realidad, más allá del tiempo pasado ante las páginas abiertas, he de reconocer que la historia sigue atrapando y el tiempo pasa con rapidez ante el papel.

Se trata de una novela de satanismo, con todos los ingredientes que encontramos en otras ficciones de esos años, especialmente cinematográficas: La semilla del diablo de Roman Polansky (Rosemary’s Baby, 1968), en la cual el ambiente oscuro invade poco a poco desde lo social el espacio cotidiano de una pareja que ha vivido feliz hasta el momento. O La profecía de Richard Donner (The Omen, 1976) con esos perros negros como cancerberos de la maldad.

Más rasgos que definen este tipo de relato: la descripción de la ceremonia de magia negra aunque no sea detallada pretende fundamentarse en una serie de tratados, grimorios y ensayos históricos que son mencionados en una pincelada erudita con la cual esta literatura popular pretende poner el pie en la frontera que divide los géneros: aquí están Sadducismus Triunphatus de Joseph Clanvil; De la Démonomie des Sorciers de Jean Bodin; Discourse of the subtill practices of devilles de George Giffard; Satanism. Witchcratf de Jules Michelet, Lady Alice Kyteler; Illustria Miracula de Caesar von Heisterbach, Disquisiciones Magicae de Del Río; de Sprenger el Malleus Maleficarum. The Mannuals of the Monks Inquisitors of the Fifteenth and sixteenth Centuries; The books of Calls del inquisidor Matthew Hopkins, impreso en 1647.

El_vals_Mefisto            El elemento sexual desde lo distorsionado y lo morboso tampoco es ajeno a ese tipo de relatos; en este caso el incesto. Los instrumentos dotados de virtudes mágicas. Los sueños que mezclan desde el onirismo la realidad con la ceremonia nefasta. El erotismo busca un expresión desde la sensorialidad que pretende ser exquisita en la enumeración de marcas de prendas de vestir o en los perfumes, cuya mención, por otra parte, tiene un significado argumental muy especial. Esta es la descripción de Roxana, la hija del afamado pianista Duncan Ely: “Roxanne llevaba un traje negro de raso al estilo de los primeros años treinta, que realzaba su espectacular figura. El blanco cutis de sus desnudos hombros, brazos y seno parecía casi marmóreo bajo el raso de color ébano y el rojo de sangre del brazalete de rubíes que le tintineaba en la muñeca. Daba la impresión de una madurez superior a su edad, de un atractivo espontáneo y de una sensualidad subyugadora. Aun cuando sus labios se fruncían en una sonrisa cordial, los ojos violetas tenían una mirada fría, y Paula, pensó que la observación de Myles estaba plenamente justificada… Roxanne te hacía sentir escalofríos”.

No podría ser de otro modo, en una novela como ésta, ha de aparecer el diablo encarnado, en este caso en un hombre que viste de negro, y descrito fundamentalmente desde el uso de un sombrero, un Derby del mismo color.

Sombrero_Derby_negro            A lo largo de toda la obra, la música adquiere un protagonismo especial, desde el mismo título: el vals Mefisto (Franz Listz 1858-1862). El protagonista, además del famoso concertista Duncan Ely es Myles Clarkson, fracasado pianista en su juventud, pues abandonó su carrera ante las primeras críticas negativas, sin embargo posee unas manos descritas físicamente como privilegiadas. Esa fijación en una parte muy concreta del cuerpo es un elemento que caracteriza este tipo de relatos macabros. El interés por el cuerpo humano troceado marca las narraciones góticas en mayor o menor medida como instrumento muy apropiado para crear inquietud. Myles Clarkson sobrevive como periodista libre y espera poder escribir un día una novela que cambie su fortuna, en ello le apoya su esposa, Paula, la típica antiheroina de la narrativa popular que tendrá que enfrentarse a unas fuerzas malignas que la sobrepasan.

El_vals_mefisto_2          La música marca el desarrollo argumental desde la creación de un ambiente inquietante evidente en este fragmento en el que Paula contempla el piano de Duncan Ely: “Echó una mirada a las teclas de marfil, blancas y negras. En su mente danzaban las notas de apertura, los tresillos mordentes del Vals Mefisto. Dam dii dii, dam dii dii, dam dii dii. Recordaba la primera noche que oyó a Duncan tocarlo. En aquel piano, que entonces estaba en su casa. Con Roxanne sentada en su silla, y Robin a su lado, contemplando a su padre, mientras él extraía, hechizado, la música de cuerdas y macillos. Dam dii dii, dam dii dii, dam dii dii… Las brujas y los sátiros giraban en su demoníaca danza, mientras en alguna parte, Satanás, el príncipe de los ángeles rebeldes, mataba a Dios y se apoderaba del universo… Dam dii dii, dam dii dii, dam dii dii”.

No pretendo afirmar que Haruki Murakami leyese esta novela, pero es evidente que en El vals Mefisto nos encontramos con algunos elementos que aparecen en su narrativa; desde el personaje que ha fracasado en su carrera musical (Los años de peregrinación del chico sin color, Tokio Blues o Sputnik, mi amor) hasta esa presencia continua de una música dotada de una capacidad argumental anunciadora de lo terrible. No está de más, de todos modos, recordar la influencia, reconocida por el autor, de la literatura popular en la obra de Murakami, quizá en ello está la explicación de ciertos ambientes tan presente en su narrativa.Mephisto

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Aventuras maravillosas pero auténticas del Capitán Corcorán

Un aventurero francés contra el imperio británico

Capitán_Corcorán_portadasTres son los autores de novelas de aventuras que, ahora mismo, se me ocurre poner en relación con Alfred Assollant. El primeros de ellos, Julio Verne, porque comparte nacionalidad con el creador del capitán Corcorán. El Julio Verne (1828-1905) de Cinco semanas en globo (1862), Los quinientos millones de la begún (1879) o La vuelta al mundo en ochenta días (1879), por citar ejemplos significativos que pueden relacionarse con las Aventuras maravillosas pero auténticas del capitán Corcorán. El segundo, corcorán_041Rudyard Kipling (1865-1936), con él Alfred Assollant comparte un mundo, el del subcontinente indio, aunque contemplado desde una mirada radicalmente distinta, la del imperialismo británico que en la obra de Assollant está representado en todas sus bajezas, aunque sea, en algún momento desde el esperpento. De Kipling, bien podríamos mencionara aquí su poema Gunga Din (1892), El libro de la selva (1894-1895), Kim (1901) y una narración, que muy bien podría contarse como lo mejor de los escrito por el autor inglés –respetando, por supuesto, la maravillosa KimEl hombre que pudo reinar (1888), con la cual se comparte un rasgo argumental como es el del aventurero que alcanza un trono gracias a su valentía. Por último, hay que citar a Emilio Salgari (1862-1911) del cual habría que citar prácticamente todo como paradigma de lo que es un libro de aventuras, aunque ahora me basta con algunas de las novelas del ciclo de Los piratas de Malasia (A la conquista de un imperio, 1907, o El falso Brahmán, 1911), Los hijos del aire (1904-1907) y La cimitarra de Buda (1892).corcorán_151

¿Por qué este ir de uno a otro? Francia, Gran Bretaña e Italia. Con todas las novelas mencionadas podríamos plantear una estética bastante aproximada de lo que es el género de las aventuras. A estas habría que añadir la protagonizada por el Capitán Corcorán.

Jean Baptiste Alfred Assollant nació en 1829 y murió en 1886; de toda su producción, desde 1859 con Escenas de la vida en los Estados Unidos, hasta Los crímenes de Polichinela (1892), pasando por Los amores de Quaterquem (1860), la más reconocida es precisamente las Aventuras maravillosas pero auténticas del capitán Corcorán (1867).

corcorán_153            Ya desde el título podemos entrever una cierta voluntad por parte de Alfred Assollant de parodiar un género que, aunque había alcanzado cotas importantes, todavía no había llegado a su momento álgido.

Los fundamentos más cercanos de la literatura de aventuras pueden situarse en el Romanticismo; aunque las novelas de Walter Scott puedan ser calificadas perfectamente de narraciones históricas, es innegable que en ellas también hay mucha aventura; de la misma forma podríamos citar un texto de Victor Hugo, en pleno romanticismo, como Bug Jargal; sin olvidar los argumentos desarrollados en el tiempo en que el Romanticismo comienza a perder su esencia para dar paso a lo que con el tiempo, una vez cruzada la difusa frontera, será el Realismo, recordemos especialmente a Alejandro Dumas.

Así pues, para la época en la que Alfred Assollant escribe sus Aventuras del capitán Corcorán, el género ya está lo suficientemente perfilado como para dar lugar a esta parodia, evidente desde esa calificación de las hazañas del héroe como “maravillosas pero auténticas”.corcorán_161

Comienza esta novela con una reunión de los miembros de la Academia de Ciencias de Lyon; todos ellos dormidos mientras uno de ellos diserta sobre un tema tan erudito como puede ser “la huella que deja en el polvo la pata izquierda de una araña que no ha comido”. En ese ambiente tan vacuo y adormecido irrumpe el 26 de marzo de 1857 un marino, el capitán Corcorán que, desde un primer momento aparece retratado como una especie de pícaro. Sus conocimientos son inmensos, aunque su actitud parece desmentirlos. Ha llegado a la Academia de Lyon acompañado de una tigresa, Louison, la cual alcanzará un protagonismo especial en la obra. Normalmente los animales son una categoría secundaria y sobre todo antagónica para los héroes de libros de aventuras, sin embargo –y esto llegará a su culminación con Rudyard Kipling- en las Aventuras del capitán Corcorán, tanto Louison la tigresa como otros animales alcanzarán una categoría que los humaniza hasta extremos insospechados, mientras que animaliza a algunos personajes humanos por su falta de unos valores que están muy presentes en los tigres o en el elefante que aparecerá posteriormente en la historia.

corcorán_011           En fin, el capitán Corcorán, originario de Saint Malo –dato que no es baladí para retratarlo en su condición de marino bretón, acérrimo enemigo de los ingleses- ha acudido ante los académicos de Lyon para que estos valoren si es digno de aventurarse en la búsqueda del primer libro sagrado de los hindúes: el Gurakaramtá, considerado, incluso anterior a los Vedas.

El capitán Corcorán es descrito en los siguientes términos: “Era un joven alto, de apenas unos veinticinco años, que se presentó sencillamente, sin modestia y sin orgullo. Su rostro era blanco y sin barba. En sus ojos, de un verdemar, se reflejaban la franqueza y la audacia. Vestía una chaqueta de lana de alpaca, una camisa roja y un pantalón de dril blanco. Los dos extremos de su corbata, anudada a lo colm, pendían al descuido sobre su pecho”. Por otra parte, su carácter aventurero está expresado en estas palabras con las que él mismo se define: “Si soy o no astuto, lo ignoro. Pero sé que siendo mi cráneo el de un bretón de Saint Malo, y siendo los puños que cuelgan de mis dos brazos de un peso poco frecuente, y siendo mi revólver de buena fábrica y mi daga escocesa de un temple sin parangón, no he visto todavía a un ser viviente que me haya puesto impunemente la mano encima. Son los cobardes los que han de ser astutos. En la familia de los Corcorán, nos abrimos paso como las balas de un cañón”.

El capitán Corcorán se va a hacer cargo de la gesta que alcanza un cierto tono sagrado como toda gesta que se precie de originar un recorrido por las sendas de la aventura. Esta búsqueda le llevará a la India, prácticamente dominada por los ingleses. En vísperas del alzamiento de los cipayos, circunstancia que se une a una segunda línea en la trama, la cual conducirá al capitán Corcorán hasta un trono, el del país de los Maharajás, de una riqueza inmensa, la de su monarca, como corresponde al arquetipo orientalista de la época; hasta un amor en plenitud por la princesa Sita y hasta una vida de heroísmo extremo, compromiso con la libertad y lucha contra la injusticia.

Alphonse Marie Adolphe de Neuville (1835-1885) ilustró la edición original francesa, publicada por Hachette en 1867. Este pintor estudió con Eugéne Delacroix. Sus obras más conocidas están relacionadas con la guerra Franco-Prusiana, la de Crimea y la Zulú. Además fue ilustrador de libros como Veinte mil leguas de viaje submarino. Sus grabados manifiestan una gran calidad y la voluntad de representar el mundo de la aventura desde los parámetros del exotismo que caracteriza este tipo de textos.corcorán_298

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El Buda blanco de Hitonari Tsuji

El_Buda_blancoDesde la historia del maestro forjador de sables Minoru Eguchi, que podría ser una imagen de Yukata Imamura, abuelo del autor, Hitonari Tsuji (Tokio 1959) se propone realizar un viaje por la historia de Japón en el siglo XX, desde el momento crucial en el que una nación asiática como la japonesa demostraba al mundo no sólo que no era un país que se dejase convertir en un estado colonizado, sino que también manifestaba, con su victoria sobre Rusia en 1905, que se perfilaba como un país lo suficientemente fuerte como para marcar la historia de Oriente en el Pacífico.

A la victoria sobre Rusia seguiría la participación en la guerra contra los bolcheviques en Siberia, en ella participa el protagonista, la invasión de China y la guerra contra los Estados Unidos. Ante la derrota final en esta última, el caso de Minoru Eguchi se transforma en una manifestación más de esa ascensión de Japón a la categoría de uno de los países más desarrollados económicamente. La vida de Minoru Eguchi sirve para mostrar eso y, a la vez, se convierte en ejemplo para la situación económica de Japón en los años inmediatamente anteriores a 1997, fecha en la que se publica El Buda Blanco (Hakubotsu). Minoru Eguchi es un caso más del empresario que sabe levantarse después del desastre económico; pero es más que eso. No es circunstancial que Hitonari Tsuji escogiese a este personaje, inventor de ingenios mecánicos aplicables a la agricultura y a la pesca, diseñador de una ametralladora que podría haber llegado a ser un arma decisiva en la guerra del Pacífico, experto en el arreglo de los fusiles del ejército japonés y, fundamentalmente, forjador de espadas, oficio al que durante generaciones se había dedicado su familia. Es conocido el peso que en la cultura japonesa tienen los sables; también hay que recordar que más allá de esto, el herrero, y en su momento lo dejó muy claro Mircea Eliade en su obra Herreros y alquimistas, es una figura que posee la cualidad de traspasar el umbral del territorio mágico. Y así sucede con Minoru Eguchi, El_arpa_birmana_(1956)capaz de dejarse arrastrar por imágenes desde la abstracción y de ver a un Buda blanco cuyo mensaje de paz acabará por entender, encontrando en su última hazaña el sentido de la vida, de manera similar a como ocurre en uno de los más hermosos textos de la literatura japonesa del siglo XX, El arpa birmana (Biruma no tategoto 1947) de Michio Takeyama (1903-1984) cuyo protagonista renuncia a todo para realizar lo que considera su misión sagrada por la humanidad: dar sepultura a los cuerpos de tantos combatientes fallecidos durante la guerra del Pacífico.

Más allá de todo eso hay otra presencia que se deja notar a lo largo de la novela. De hecho, ésta comienza con un personaje moribundo en los últimos momentos de su agonía, tal y como lo encontramos en textos como El último día de Ivan Ilich de Lev Tolstoi o La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, por citar dos ejemplos que en su día me parecieron impresionantes. Esa presencia de la muerte, patente no solo en los estertores del anciano Minoru Eguchi sino también en todos aquellos que van marcando su camino de lápidas, que viene a ser el de todos aquellos para los cuales los años transcurren a partir de cierta edad; aunque en el caso del protagonista, la muerte hace acto de presencia muy pronto: un hermano, la mujer que fue su primer amor y continua acompañante en los sueños, los amigos y hasta un soldado ruso abatido durante la guerra en Siberia: “escuchaba a lo lejos los pasos de los soldados que recorrían las nieves de Siberia. En su mente aparecieron sucesivamente para borrarse en acto, los rasgos severos de los oficiales gritando órdenes con voz impostada, las llamas de las bombas que explotaban. ¿Era señal de la muerte que se acercaba?, la muerte tan temida y esperada a la vez, esta conciencia extraordinariamente clara que le permitía contemplar desde lo alto, a vista de pájaro, la carrera de las nubes cambiantes que cruzaban hasta perderse de vista en un cielo sin obstáculos”.

Con todo y con eso, la obra de Hitonari Tsuji no es una macabra exaltación de la omnipresencia de la muerte, sino un canto al compromiso del ser humano con la situación de sus semejantes y con el respeto a los que fueron.Cabeza_de_Buda

Más allá de la consideración de la existencia de la reencarnación, que en la obra aparece confirmada en la capacidad clarividente de alguno de los personajes, Rinko, la hija de Minoru, lo que realmente importa en el concepto que el protagonista aprende en las palabras de un monje budista, en ellas está la explicación de la enorme empresa del Buda blanco, en el concepto budista Ku-e-i-sho que “significa la igualdad originaria de todos los seres, ricos o pobres. Una vez superadas las reglas fastidiosas y el sentido de los valores propios de cada sociedad, los seres humanos son todos iguales”.

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